29-04-2019 A la memoria de María de los Angeles Moreno, una mujer honesta, capaz e inteligente
“Los medios de noticias falsas son el verdadero enemigo del pueblo, deben parar la abierta y obvia hostilidad y reportar las noticias con exactitud y de manera justa. Eso logrará apagar la flama del odio enojo y entonces podremos acercar a todos en Paz y Armonía”. No lo dijo el presidente López Obrador en alguna de sus mañaneras, sino, con su particular sintaxis, su homólogo Donald Trump en uno de sus reiterados ataques a la prensa.
No es diferente a lo que dice cotidianamente el primer mandatario. No se trata de debatir información, se trata de un ataque constante, suyo y de su equipo de comunicación, incluidos sus trolls cibernéticos (“y si no son prudentes, ya saben cómo les va”) contra la prensa, los medios, e incluso algunos comunicadores en particular.
Cuando no quiere contestar algo, cuando algo le molesta, cuando es encontrado en un error, una mentira o una tergiversación evidente, la respuesta es acusar a los medios “conservadores, fifis”, en su larga lista de insultos listos para todo momento (este fin de semana le tocó incluso a la CNTE) y ocasión.
Lo que no entiende el presidente López Obrador es que su lógica de constante polarización y descalificación ha creado un clima político en el que esa polarización terminará siendo incontrolable, incluso para su gobierno. Aquel tigre que amenazó con soltarle a los banqueros antes de las elecciones de 2018, podría estar liberándose por sí mismo en muchas zonas del país, alimentado por el lenguaje presidencial.
En Tapachula unos 600 migrantes en su mayoría cubanos se amotinaron y escaparon de un refugio donde se apiñan, en situación deplorable, más de mil 500 de varias nacionalidades, cuando se capacidad máxima es de mil personas. No están ahí para integrarse sino con la única esperanza de viajar a Estados Unidos. En esa ciudad fronteriza el hartazgo hacia la creciente migración es evidente. En el norte, la situación con los migrantes en toda la frontera norte se agrava día con día: las ciudades están saturadas, no tienen recursos para atenderlos y no existe, ni en el sur ni en el norte, una política para un tema que se está claramente escapando de las manos y en el que la idea de simplemente aceptar la política estadounidense y convertirse en tercer país receptor terminará haciendo las cosas inmanejables.
Como lo hemos visto en Europa, en los propios Estados Unidos, pero también en las naciones limítrofes de Venezuela, ante los cientos de miles de personas que huyen de ese país, esos enormes movimientos migratorios sin políticas claras que los canalicen e integren, son el caldo de cultivo de cualquier tentación política extremista: de allí nacen los grupos xenófobos, todos ellos populistas y de extrema derecha, de allí nació desde el Frente Nacional en Francia, hasta los extremistas húngaros o polacos o expresiones como Vox, que hará su aparición en la gran política española después de las elecciones de ayer. De allí proviene buena parte de la base electoral de Trump.
La xenofobia está entre nosotros. México ha tenido una cultura de asilo proverbial en el mundo del siglo veinte (como lo tuvo Europa o Estados Unidos) pero ahora nos estamos enfrentando a un fenómeno nuevo y diferente. Son oleadas masivas de personas que buscan refugio huyendo del hambre y la delincuencia en muchas ocasiones manejados por los propios delincuentes, y que no quieren permanecer en México o echar aquí raíces.
Ese ambiente alimenta también la inseguridad cotidiana. Ante la ola de inseguridad en cada vez más estados del país el temor, la percepción aunque no sea así, es que los crímenes los estén cometiendo los migrantes, sean centroamericanos, cubanos, haitianos, colombianos o venezolanos. A un ánimo social marcado por la inseguridad, impunidad y violencia se están sumando la polarización, la intolerancia y la creciente xenofobia.
No es una especulación. Las principales ciudades de las fronteras están conviviendo simultáneamente con todos esos fenómenos. Lo ocurrido en Tapachula la semana pasada y lo que ha sucedido ya en otros refugios de las frontera norte, son sólo advertencias de futuros problemas que estallarán en sus peores formas cuando ocurra alguna desgracia que sea atribuida socialmente a los migrantes. Entonces será cuando el fenómeno se haya escapado ya de las manos. Y paradójicamente todo ello se alimenta, consciente o inconscientemente, cada mañana con un discurso polarizador desde Palacio Nacional.