11-07-2019 El presidente López Obrador dijo que las diferencias de Carlos Urzúa con Alfonso Romo y en la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo fueron la causa de la renuncia de Urzúa a la secretaría de Hacienda. Y es verdad. Con Romo tuvo diferencias profundas, sobre todo en las designaciones de los responsables de la banca de desarrollo y del Sistema de Administración Tributaria. Eso se desprende de uno de los párrafos de la carta de Urzúa, el de la designación de personajes “sin conocimiento de la política hacendaria”.
Pero en realidad esas diferencias que son reales, no dejan de ser personales y son disputas de alguna forma palaciegas. Incluso en ese sentido, la designación de Herrera, como decíamos ayer, ayudará a homogeneizar el equipo con un hombre, además, que tiene mayor personalidad para asumir esas diferencias.
Pero el Presidente no ahondó en otro párrafo, el de “políticas públicas sin sustento” que es el principal punto de discordia en el equipo presidencial y en el gabinete: la de Hacienda, incluyendo el nuevo secretario Arturo Herrera, con la secretaría de Energía, la CFE y Pemex, lo que se cataliza con la próxima presentación del plan de negocios de Pemex. La diferencia es simple: la política energética debilita las finanzas públicas, ahuyenta inversionistas y por ende vulnera la estabilidad. Al final se tendrá que elegir entre una y otra opción, las dos no son compatibles.
En ese sentido Herrera piensa lo mismo que Urzúa, e incluso por su relación con los mercados financieros sabe de primera mano la profunda inquietud que esas políticas generan en los inversionistas. Si el plan de negocios de Pemex se mantiene en los términos en que se ha planteado (ya circulan versiones preliminares del mismo) la calificación de la petrolera se caerá y arrastrará a la del país, con costos altísimos para la economía y la sociedad. El compromiso por la estabilidad pasa por allí.
Cuando los presidentes no apuestan por la estabilidad y el manejo profesional de la economía se suelen equivocar. López Obrador se dice un admirador del desarrollo estabilizador de la época de Antonio Ortiz Mena, que duró tres sexenios, con una política económica muy exitosa, en la cual los presidentes no se involucraron en el manejo económico. Fue Luis Echeverría quien cambió al equipo económico del desarrollo estabilizador para colocar a Hugo B. Margain en Hacienda, pero éste quiso realizar un ajuste fiscal y entonces Echeverría, para que quedara claro quién mandaba, declaró que “la política económica se llevaba en Los Pinos” y puso al frente de Hacienda a su viejo amigo, José López Portillo.
Ya como presidente López Portillo quitó a los secretarios de Hacienda y Programación (el manejo económico se había dividido en esas dos secretarías) Carlos Tello y Rodolfo Moctezuma, que tenían profundas diferencias entre sí y ahí comenzó lo que Rolando Cordera llamó “la disputa por la Nación”, entre dos grandes líneas de desarrollo económico, y la crisis que explotó en 1982. Su sucesor, Miguel de la Madrid ya con un equipo mucho más homogéneo también tuvo que elegir entre dos hombres y dos opciones: Carlos Salinas y Jesús Silva Herzog, optó por el primero y lo hizo presidente.
Durante el gobierno de Salinas de Gortari, las diferencias entre Pedro Aspe y Ernesto Zedillo fueron notables, aunque los dos se disciplinaron al presidente y éste manejó de la estrategia desde su oficina, acompañado sobre todo de Aspe. El asesinato de Luis Donaldo Colosio impidió conocer la nueva política económica con un corte más social que enarbolaba el candidato. La muerte de Donaldo llevó a la presidencia a Ernesto Zedillo (Salinas hubiera preferido a Aspe, se lo propuso incluso al PAN, pero no lograron hacerse los cambios constitucionales que lo hubieran permitido). Zedillo, colocó en Hacienda a Jaime Serra Puche, que había sido un exitoso secretario de Comercio, pero que tenía poca relación con los mercados financieros. Serra duró 28 días al frente de Hacienda y lo derrumbó la crisis de diciembre. Lo sucedió Guillermo Ortiz, que puso orden en unas finanzas desquiciadas por la crisis.
Los presidentes Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña tuvieron mucha más estabilidad en sus designaciones económicas y financieras, en parte porque no se involucraron directamente en el manejo económico (pese a que Calderón tenía mayor formación al respecto) y lo dejaron en manos de los especialistas.
Al final del camino, y muy pronto, esa es la decisión que deberá tomar el presidente López Obrador: si maneja, como ahora, la economía desde su oficina en Palacio Nacional, o permite que se maneje en Palacio, pero en el ala que ocupa la secretaría de Hacienda.