18-10-2019 Luego de un vacío informativo de más de siete horas, al momento de escribir estas líneas ya cerca de la medianoche, lentamente se comenzaba a confirmar la información que desde horas antes se había filtrado: el hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, Ovidio Guzmán López, que había sido detenido cerca de las tres de la tarde en Culiacán, había sido liberado por las autoridades, luego de las acciones violentas cometidas por los sicarios del crimen organizado. Lo ocurrido ayer en Culiacán es difícil de concebir, nunca había ocurrido antes y demuestra una inédita debilidad del Estado ante los grupos criminales.
Una cosa es la pacificación y otra la rendición. Una cosa es tratar de implementar una política que reduzca los enfrentamientos violentos y otra someterse a los designios de los grupos criminales. Dicen los especialistas que con los grupos del crimen organizado siempre hay una suerte de diálogo implícito, que se realiza a partir de las acciones que tanto el Estado como los grupos criminales realizan. El accionar determina los límites, las líneas rojas que no se pueden cruzar. Ayer los criminales cruzaron cualquier límite..
Las implicaciones de lo ocurrido son difíciles de imaginar de cara al futuro. Esta misma semana decíamos que una de las razones que podría existir en la violenta reacción que está teniendo el cártel Jalisco Nueva Generación contra las autoridades podría estar derivada de la percepción de que existía algún tipo de acuerdo con el cártel del Pacífico, no necesariamente un acuerdo formal pero sí tácito. Visto lo ocurrido en Culiacán, esa hipótesis toma mayor credibilidad. Los rivales del cártel del Pacífico ya saben cuál es el camino a recorrer.
La decisión tomada no abona a la pacificación sino todo lo contrario, hará recrudecer la violencia. Lo sucedido pone de manifiesto el verdadero rostro de la violencia del narcotráfico y la imposibilidad de establecer una política de pacificación que no pase previamente por la justicia.
Lo que vimos en Culiacán no es sólo una demostración de la capacidad de operación de los cárteles criminales, incluyendo, la fuga de cerca de 50 reos en un penal del propio estado, un penal que evidentemente estaba bajo control de los delincuentes, no de las autoridades. Si a eso se suma la liberación del detenido (o de los detenidos, se dice que Ivan Archivaldo, el otro hijo del Chapo, corrió la misma suerte) el escenario es desolador.
Hay tres capítulos que deben ser abordados: desde hace algunas semanas, pero sobre todo en los últimos días, resulta evidente que la estrategia de seguridad seguida, la de pacificación, los regaños, los abrazos, no funcionaba y por el contrario, los grupos criminales parecían asumir esa política de pacificación como una forma de rendición del Estado ante ellos, mientras crecía en forma cotidiana la violencia y la inseguridad.
Un segundo punto es la propia configuración de los cárteles. Hoy operan en el país unos 80 grupos criminales, pero sólo dos grandes cárteles: el de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación, todos los demás, de una forma u otra gravitan en la orbita de éstos, como aliados o como enemigos. En el cártel de Sinaloa, los hijos del Chapo Guzmán manejan sólo una parte de la organización. El mando de ésta la tiene Ismael El Mayo Zambada, el más antiguo, el más experimentado y el más político de los narcotraficantes en activo. También tiene espacios Rafael Caro Quintero, junto con los hijos, algún hermano y otros operadores ligados a la familia del Chapo, pero ellos tienen, desde la extradición de Joaquín, menor su capacidad de control. La reacción de todo el cártel en defensa de los hijos de Joaquín Guzmán demuestra que tiene que haber detrás de lo sucedido algo más que la defensa de uno de los suyos.
Un tercer punto que no es menor es que la presión estadounidense sobre el tema del narcotráfico está creciendoen forma constante. Luego del tema migratorio, el de la epidemia de opiacios en la Unión Americana es clave en la vida social y en la política estadounidense. Y buena parte del tráfico de opiacios desde México hacia Estados Unidos lo ejecuta el cártel de Sinaloa. La reacción estadounidense ante la liberación forzada de Ovidio será difícil de sostener.
Lo cierto es que luego de lo que vimos ayer, desde la reacción del narcotráfico ante la detención de uno de los suyos, la fuga de los reos del penal estatal, el grado de violencia y de confrontación con las autoridades hasta la liberación del detenido, todo tendrá que cambiar en la estrategia de seguridad. Los abrazos, los regaños, son ya una entelequia del pasado.