11-12-2019 Para mi hija Ana, uno de mis grandes motivos de orgullo.
La firma del TMEC es sin duda una muy buena noticia, por todo lo que ello implica. No hay instrumento más liberal, o neoliberal si se lo quiere calificar así, que el mayor tratado de libre comercio vigente en el mundo, ampliado, mejorado y llevado a otros terrenos, incluso lejos de lo estrictamente comercial, respecto al TLC firmado en 1993 y que tan buenos resultados ha dado para el país. Hoy México sería otro país, mucho peor, sin aquel tratado comercial: la apertura no fue sólo comercial, sino también política y social. Y será aún más diferente con la firma del TMEC.
Mucho se ha dicho, él mismo lo ha expresado en innumerables ocasiones, que el presidente López Obrador quiere acabar con el régimen político y económico que imperó en los últimos 30 años. Pero la realidad siempre se impone. Y el presidente López Obrador parece ser consciente de que no puede correr contra la realidad y los principales intereses del país. México no sólo es una economía abierta, sino que está inscripta en un bloque que no sólo es geográfico, sino también político, social y económico: el de América del Norte. Eso no le quita ni le agrega a la relación que podamos tener con cualquier otro país. Pero hay que asumir que esa pertenencia tan profunda que tenemos con Estados Unidos y Canadá, determina políticas, alianzas y exigencias comunes.
Este nuevo tratado es mucho más integrador que el pasado. El TLC era un gran acuerdo comercial que trascendió a muchos otros ámbitos. Pero el TMEC, con sus cláusulas laborales, ambientales, de derechos de propiedad, de medicinas y de muchos otros capítulos, prácticamente obliga a una integración regional que necesariamente irá avanzando en muchos ámbitos. Un ejemplo es la energía. En el TMEC existe un capítulo energético que no tenía el TLC: la idea que subyace en él, es terminar conformando una suerte de mercado común energético para América del Norte. Resultará inevitable proseguir, una vez firmado el TMEC, con el proceso de apertura y coinversión en el terreno energético, uno de los temas de debate interno en el propio gobierno federal. Y esa es una muy buena noticia porque no nos engañemos: la verdadera palanca de crecimiento y desarrollo está en el sector energético, que puede impulsar a todos los demás.
El tema laboral es trascendente: los demócratas y los sindicatos estadounidenses lograron sacar adelante no sólo la reforma laboral en nuestro país (que ya que estaba en la agenda de López Obrador), sino también la construcción de mecanismos de control que certifiquen que esas reformas se cumplan, una vigilancia que no estará a cargo, como pedían los sindicatos estadounidenses, por inspectores de sus propias agencias sino por paneles trilaterales que verificarán el cumplimiento de las mismas.
El TMEC es una buena noticia, en buen momento, que ayudará no sólo a la economía, sino también a impulsar, más allá de las diferencias ideológicas y políticas, una lógica integradora con América del Norte que dará seguridad jurídica e incentivos a la inversión y el crecimiento.
García Luna
Desconcierta profundamente la detención de Genaro García Luna en Estados Unidos. Se toma una medida extrema contra el ex secretario de seguridad pública por presuntos nexos con el cártel de Sinaloa, a partir de las acusaciones sin pruebas de dos narcotraficantes, Jesús el Rey Zambada, hermano del jefe de esa organización criminal, Ismael El mayo Zambada, y Edgar Valdez Villareal, la Barbie, ligado al grupo de los Beltrán Leyva.
El ex funcionario, con estrechos lazos con los más diversos estamentos de la seguridad y la inteligencia estadounidense, es un hombre controvertido, que hizo amigos y enemigos, que tuvo aciertos y errores, pero que en el combate a la delincuencia y la construcción de la Policía Federal tuvo un rol protagónico. Se puede o no estar de acuerdo con la estrategia de seguridad implementada en aquellos años, pero no en la voluntad de lucha contra los grupos criminales. Todos los cárteles recibieron fuertes golpes durante la gestión de García Luna, incluyendo sus ahora acusadores: tanto Jesús Zambada como Edgar Valdez fueron capturados por García Luna. Que ellos sean sus acusadores simplemente quita legitimidad a sus dichos, más aún cuando no parece existir prueba documental alguna más allá de sus dichos.
El tema está en manos de la justicia estadounidense y se le debe exigir que actúe con responsabilidad y rapidez. Muchos, en los ámbitos de seguridad e inteligencia mexicanos y estadounidenses están más que sorprendidos con esta detención.