15-01-2020 Los problemas que afronta el naciente Instituto Nacional para la Salud y el Bienestar no están causados por el boicot de oscuros grupos de poder ni tampoco faltan medicinas porque las empresas no se las quieren surtir al gobierno. Hay que ser más serios. Los problemas del INSABI ya los señaló nada menos que el ex secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, esta misma semana en un artículo de prensa: y es que “el diseño del Insabi carece del debido sustento normativo, financiero y operativo, lo que puede condenarlo a convertirse en una riesgosa quimera”, y señala la falta de un esquema de financiamiento, operación, afiliación, contratación de personal, compra de medicamentos, falta de certidumbre en cuanto a sus aportaciones y de reglas claras de operación. No se trata de ningún boicot. Las fallas son internas.
Lo mismo sucede con el desabasto de medicinas. Ya desde mayo pasado advertimos aquí que lo que estaba ocurriendo en el sector salud y en el aprovisionamiento de medicinas apuntaba a la tragedia. Por eso se fue Germán Martínez del IMSS, quien lo denunció y fue ignorado.
En las medicinas, para hacer ajustes presupuestales, se cancelaron compras de licitaciones anteriores, no se hicieron nuevas licitaciones a tiempo, no había suficientes reservas de medicamentos y la consecuencia fue y es el desabasto.
No hay medicinas porque las compras consolidadas de medicinas son anuales, se deciden desde junio y comienzan a abastecerse a partir de agosto. Cuando se aproximó el cambio de administración, el equipo entrante pidió al gobierno saliente que cancelara las compras de medicinas en las licitaciones que ya habían sido acordadas porque las quería revisar. Quedó, como siempre ocurre, un stock para cubrir los primeros meses de gestión, pero lo cierto es que se cancelaron las compras, no llegaron nuevas medicinas y por ende se fue profundizando la escasez e incluso el desabasto, sobre todo de medicinas que son muy especiales, como las del VIH y el cáncer. Las compras consolidadas de medicinas requieren una planificación detallada, porque las empresas fabrican y venden de acuerdo a ella y con plazos largos para la fabricación y distribución.
El presidente López Obrador dijo que si es necesario se comprarán medicinas en el exterior. Esas medicinas se pensaba comprarlas sobre todo en la India, que cuenta con laboratorios que generan una enorme producción, que fabrican a muy bajo costo, en muchos casos violando patentes internacionales, con condiciones de producción y de control de calidad muy por debajo de los estandares internacionales. Esas medicinas, por esas razones, no son comercializadas en Estados Unidos, Canadá ni Europa.
Si entrarán a México serían medicinas de menor costo, pero también de menor calidad, que no tienen el control de producción que demandan los estándares internacionales, que no están diseñadas para el genotipo específico del mexicano y que violan patentes internacionales.
El gobierno tampoco tiene las cadenas de distribución suficientes para hacer llegar medicamentos (si los obtuviera) a todo el país. Las empresas especializadas en ello son las que el gobierno dejó fuera de las licitaciones, acusándolas de corrupción.
El viejo y el nuevo tratado de libre comercio obliga a los países a comprar los productos que existan en su propio país a empresas allí asentadas o sino en los otros dos países socios. Las medicinas se hubieran podido comprar aquí garantizando al mismo tiempo su distribución en un esquema que garatizara que no hubiera corrupción. Si se viola el T-MEC en ese sentido o se compran medicamentos que violen patentes internacionales, habrá una ola de amparos que golpearán nuestra economía y pondrán en riesgo al propio acuerdo coemrcial. Por eso, el año pasado se terminó comprando una partida de medicamentos para el cáncer en Francia que costaron lo mismo que si se hubieran comprado a tiempo a empresas mexicanas (el ahorro de toda la partida fue de 16 mil pesos).
Insistimos en un punto: la salud y las medicinas son prioritarios para la gente. Alguien no le está diciendo la verdad al Presidente.
Otra de influyentes
Con alarde de influencias, el empresario Óscar Fredy González Rivera, entró en Guanajuato con negocios hoteleros, de la mano del ex alcalde de la capital queretana y actual diputado federal del PAN, Marcos Aguilar Vega. Para ello pretenden arrebatar bienes y espacios a restauranteros jóvenes que arrancan con éxito en el arte culinario en San Miguel de Allende. ¿Qué necesidad tienen las autoridades queretanas de involucrarse con un personaje que no los prestigia en absoluto?.