14-02-2020 Cuando se comienza a hablar de las posibilidades de la oposición en el 2021, para quitarle por lo menos la mayoría absoluta a Morena y sus aliados en la cámara de diputados, además de confirmar la debilidad actual de las fuerzas opositoras y más allá de la paulatina (y relativa) pérdida de popularidad del presidente López Obrador (mucho mayor en la zona conurbada de la ciudad de México, Monterrey y Guadalajara que en el resto del país), habría que observar lo que está ocurriendo con los demócratas en las primarias estadounidenses y con el laborismo inglés.
Donald Trump tiene al país dividido desde que fue candidato; lo mismo que López Obrador está sobrerrepresentado en el Congreso, por el tipo de sistema electoral que asume Estados Unidos y, en su caso es presidente pese a que Hillary Clinton obtuvo tres millones de votos más que Trump. Para muchos el gobierno de Trumpcon sus ocurrencias, con su incapacidad para mantener siquiera un equipo funcional en torno suyo, con sus declaraciones excesivas y su irrefrenable estilo de gobernar vía twitter lo hacen, "el peor presidente de la historia de Estados Unidos". Pero lo cierto es que en medio de esa polarización brutal que vive el país y apelando a su estilo más contundente, brutal e incluso racista de hacer política, Trump se mantiene arriba en las preferencias electorales y tiene posibilidades serias de ser reelegido en noviembre próximo.
Sus rivales demócratas mientras tanto, se desgastan en la lucha interna. El intento de impeachment, era una buena estrategia mientras duraba el proceso, pero al ser exoneradose convirtió en un arma del propio Trump. Muchos pensaban que la oposición a Trump debía ser una oposición de agenda, de objetivos, y no un golpe abierto y franco, contra todo lo que el empresario metido a político representa. La primera vía, que implica atacar sus medidas y su agenda, eligiendo los temas que lo hacen más débil, es desgastante y no se sabe qué tanto éxito puede tener, pero puede lograr ganar para la causa antitrump a muchos de los que fueron sus votantes hace cuatro años. La segunda vía, la del enfrentamientofrontal, como lo fue el impeachment, es más clara, más transparente, más mediática, pero también es una suerte de juego a todo o nada, donde es más fácil que la polarización se estanque en los mismos términos en que está ahora.
La lista de precandidatos demócratas es enorme, iniciadas las primarias quedan todavía unos nueve (todos los días se baja alguno pero otros esperan para ver si se suben como hará el ex alcalde de Nueva York, Michel Bloomberg), pero lo cierto es que oscilan entre los que son partidarios de moverse hacia el centro y tratar de ganar parte del electorado que fue de Trump, como Joe Biden (o Bloomberg), y los que definitivamente quieren irse hacia la izquierda, con BernieSanders como bandera.
Personajes intermedios como Pete Buttigieg, un joven alcalde (38 años) de una pequeña ciudad del Medio Oeste, que ha sido un destacado militar con participación en Afganistán y que es gay (está casado incluso con su pareja), son una enorme incognita. No le fue mal ni en Iowa ni en New Hampshire, pero quién sabe en el resto del país, sobre todo en las regiones afroamericanas y latinas.
La lucha parece estar imponiéndose en torno a la polarización, por eso Bernie Sanders, de 78 años, que acaba de salir de un infarto de miocardio, quien se reconoce como socialista (un término temido por el electorado estadoundiense, auqnue en muchos sentidos se trata de una suerte de socialdemócrata de corte populista) y quien probablemente con su oposición le quitó buena parte de la presidencia a Hillary Clinton, emerge como el rival a vencer.
A muchos le puede entusiasmar la figura de Sanders porque es la otra cara de la moneda de Trump, su antítesis, aunque en ocasiones, es lugar común, los extremos se toquen. A mi Sanders me recuerda la pasada elección británica, donde el líder laborista, aupado por el ala izquierda del partido, Jeromy Corbyn, amigo por cierto del presidente López Obrador, presentó un programa tan a la izquierda como el de Sanders, que se quedó con su electorado duro, pero a muchos puntos de distancia del conservador Boris Johnson, quien ganó todo, incluyendo los territorios laboristas y con una amplia mayoría parlamentaria que le permitió salir el 31 de enero de la Unión Europea.
Nuestra oposición debe estar muy atenta a lo sucedido en Gran Bretaña y a lo que sucederá en noviembre en la Unión Americana para tomar decisiones de cara al 2021. Y también el lopezobradorismo, tan cercano a las políticas de Sanders y Corbyn.