27-03-2020 El presidente López Obrador participó en la reunión virtual del G 20, integrado por los países más desarrollados del mundo. El Presidente, desde que asumió el poder, no había participado en ninguna otra cumbre ni ha realizado viajes internacionales. Antes, también había viajado internacionalmente muy poco. López Obrador opina, u opinaba, que “la mejor política exterior es la política interior”, algo que nunca ha sido una buena idea, menos en un mundo tan globalizado como el nuestro.
Pero en esta ocasión participó, aunque haya sido en forma virtual. Sabemos que pidió que ante la pandemia no se cierren las fronteras (una posición por supuesto acertada) pero me imagino que su insistencia en que se debe apoyar a los más pobres en lugar de hablar de un plan de rescate económico global, como coincidían todos los demás participantes, puede haberlo hecho quedar un poco fuera de foco. Pero incluso desde ese punto de vista apoyó el paquete de 5 billones de dólares que el G 20 invertirá en impulsar la economía global.
Me imagino que el presidente López Obrador participó de esta cumbre y no la delegó, como suele hacerlo, en el canciller Marcelo Ebrard, por varias razones. La primera es obvia, pese a su aversión a los viajes internacionales, en esta ocasión el encuentro era virtual y podía hacerlo desde su oficina. La segunda, y más importante, es que el presidente López Obrador se tenía que mostrar ante los demás líderes del mundo (ninguno lo conoce personalmente y obviamente él tampoco los conoce a ellos) luego de que su imagen sufriera golpes durísimos en los últimos días por sus actitudes y declaraciones ante la pandemia del Covid 19.
En medios de todos los países ha habido notas sobre los abrazos, los mítines, las declaraciones, los amuletos contra la pandemia del presidente López Obrador, que han llevado incluso a confundir las acciones que en realidad ha tomado el Estado mexicano con las ocurrencias del primer mandatario, en muchas ocasiones tomadas en contra de la propia política oficial y de las recomendaciones internacionales. Eso generó desconfianza ante un mandatario al que no se conoce, con el que no se tiene trato directo y que parecía ir en sentido contrario al resto del mundo, salvo el impresentable Jair Bolssonaro.
Insistimos en un punto. México parece peor preparado de lo que está ante la pandemia por esa necedad de seguir pidiendo que la gente se abrace, se bese, por sus giras con apapachos, o por los detente y amuletos, que dañaron la imagen internacional del Presidente y por ende del país, ocultando incluso las cosas que sí se han hecho bien en torno a la pandemia, como lo ha reconocido la propia Organización Panamericana de la Salud.
Esto se relaciona también con el efecto negativo que tuvo la cancelación de la cervecera en Mexicali, un decisión económica desconcertante y poco racional que así ha sido interpretada por los medios internacionales, sobre todo los especializados. Lo de la planta cervecera se complicará aún más porque el Presidente habló de corrupción e influyentismo, sin presentar prueba alguna pero olvidando que esas acusaciones en otros países, como Estados Unidos, pueden obligar a iniciar inmediatamente una investigación judicial. Tampoco ayuda que se filtre desde el propio Palacio Nacional que en realidad la cancelación es un ajuste de cuentas contra Valentín Díaz Morodo, por las elecciones del 2006.
Todo está en los medios internacionales. Eso es lo que se lee, se escucha y se ve de México en estos días. Y si ningún otro líder conoce en primera persona, en su trato como gobernante al presidente López Obrador, no pueden hacerse una imagen de él ni establecer un lazo de confianza. Nada puede reemplazar el trato personal entre distintos mandatarios, pero su ausencia provoca daños en las relaciones imposibles de subsanar. Aunque ahora haya sido en forma virtual esperemos que el presidente López Obrador haya dado un primer paso para darse a conocer y de paso aprender un poco de cómo es el mundo real allá afuera.
Bomba
Dicen que en plena epidemia se soltará una bomba política. La investigación sostiene que colaboradores cercanos de José Antonio González Anaya, en Pemex, en complicidad con los tenedores de bonos, orquestaron la destrucción de la empresa Oro Negro, dando por terminado de forma anticipada e ilegal sus contratos y otorgando los nuevos contratos a una empresa ligada a los bonistas. Y que desde el SAT se falsificaron documentos, que fueron utilizados por los bonistas para pedirle a un juez que asegurara las cuentas de la empresa, lo cual la llevó a su eventual quiebra y facilitó el despojo de sus activos. El mismo MP, dicen, fue quien solicitó órdenes de aprehensión en contra de los accionistas y ejecutivos de la empresa como medida de intimidación.