Energía, obsesiones y realidades

19-05-2020 El presidente López Obrador confunde sus obsesiones con la realidad, y en esos juegos mentales donde acomoda los hechos a su forma de ver las cosas termina dañando su proyecto político, a la gente y al país.


Todos podemos tener diferentes opiniones, pero no podemos tener diferentes hechos, suele decir Barack Obama, citando a un veterano senador demócrata. En el tema de la energía, el Presidente ha convertido sus obsesiones, nacidas de su vieja militancia priísta, en falsas realidades y obviamente se equivoca y se contradice una y otra vez cuando choca con la realidad.
El 28 de marzo pasado, en su última gira por Baja California, se cruzó en la sierra de la Rumorosa, con unos ventiladores de energía eólica y grabó un video quejándose de que en “uno de los sitios más bellos de México, se expresa la falta de sensibilidad de los gobernantes; autorizaron esos ventiladores para producir energía eólica, miren cómo afecta el paisaje, la imagen natural, cómo se atrevieron a dar permiso para instalar estos ventiladores", dijo acompañado por un hombre que aseguraba que vivía en una cueva de la zona, acompañado por 13 perros. Y agregó que “pueden decir que se produce energía eléctrica pero ¡muy poco!, además son negocios privados porque se tienen que subsidiar estas empresas. Esas son de las transas que se hacían en el periodo neoliberal".


La Rumorosa no deja de ser un lugar árido y semidesértico. Que sea afeada por los ventiladores es un concepcto estético, pero lo cierto es que esos ventiladores generan electricidad para iluminar buena parte de Mexicali, en una zona donde no hay otras fuentes de energía. No es verdad que sea muy poca y tampoco se los subsidía. Generan energía que se le compra a la empresa que los instaló y que usó sus recursos y su tecnología para hacerlo.


Siguió su camino el Presidente y se cruzó con la fábrica de cerveza de Constellation Brands, misma que canceló luego de una "consulta", a pesar de que allí se llevaban invertidos 900 millones de dólares. El argumento, falso, para la cancelación era que se consumiría el agua de la región. "Nunca más permisos para afectar el medio ambiente".


Pero el sábado pasado canceló los proyectos de energía limpia y renovable actuales y futuros, que dejarían inversiones por unos 30 mil millones de dólares, para apostar al combustible más contaminante: el combustóleo, para las plantas de la CFE. E insistió en su obsesión: el lunes declaró que la iniciativa privada en lugar de demandar que se anulara esa medida “la verdad es para que estuvieran ofreciendo disculpas, es para que estuvieran aceptando de que se excedieron”. Esas empresas, dijo, se habían “apoderado del sector energético y estaban conspirando para destruir a Pemex y la CFE”.


No es verdad. Nadie conspiró para destruir a Pemex y la CFE: se hizo una reforma constitucional que permitió que se invirtiera en energía y la CFE tenía el compromiso de comprar esa energía que se generaba a través de altas inversiones privadas, al tiempo que se cumplían compromisos ecológicos internacionales. Pero es más delicado que eso: López Obrador ganó las elecciones con el compromiso de respetar esos acuerdos (la mayoría de ellos se presentaron después de que ganó las elecciones y cuando ya era Presidente), acuerdos que hasta las elecciones su equipo calificaba de impecables.


Hace apenas dos semanas recordábamos en este espacio que dos años atrás, el 18 de junio de 2018, a unos días de la elección presidencial, entrevisté a Alfonso Romo, ahora jefe de la oficina presidencial, un personaje central en el tramo final de la campaña electoral, y Alfonso sostenía que “lo que estamos diciendo sobre la Reforma Energética es muy concreto: primero, vamos a respetar todos los acuerdos y el Estado de derecho. Hasta hoy, lo que hemos analizado y que vamos a presentarle en un mes a Andrés Manuel, sí él gana, es que, hasta hoy, lo que hemos visto es que están muy bien hechas y quiero aplaudir a la autoridad que las realizó. Porque nunca me he encontrado tantas compañías extranjeras aplaudiendo la transparencia con que fueron hechas las licitaciones de las grandes compañías. Entonces, en resumen, lo que esté bien lo vamos a dejar, lo que hay que ajustar lo vamos a ajustar, lo que tenemos que quitar porque no es bueno para el país lo vamos a proponer al Legislativo para cambiarlo. Pero los primeros tres años nos estamos comprometiendo a no mover nada, para dar mucha confianza”.
Con ese discurso, insistimos, se ganó las elecciones y así obtuvo López Obrador la confianza de los electores y de muchos empresarios. Hoy, los contratos y licitaciones energéticos son inútiles, un ejemplo de corrupción, y la iniciativa privada “no aporta nada al sector”. En este doble, triple discurso, en esas obsesiones alejadas de los hechos y la realidad, está la respuesta a la franca desilusión empresarial y social. Y su equipo, sus principales colaboradores, lo saben.

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