16-05-2020 Dos hechos, independientes entre sí, han mostrado cómo la seguridad pública se mueve en los límites de la gobernabilidad. Por una parte, el secuestro, aparentemente causal, del general Luis Guillermo Lira Hernández, en Puebla, cuando se dirigía una reunión familiar, y por la otra el rumor sobre la muerte de El Mencho, el líder del CJNG, que surgió el viernes pasado, en plena crisis de relaciones entre el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro y el gobierno federal.
Todo indica que el caso del general Lira Hernández fue casual, pero confirma la vulnerabilidad que tiene la seguridad en muchos puntos del territorio nacional. La ruta entre Izúcar de Matamoros y Cuautla, donde fue secuestrado el general, es uno de los tramos carreteros más inseguros del país. El general Lira viajaba solo, sin custodias, y fue secuestrado en la carretera a plena luz del día de un sábado. Su caso tomó resonancia por su responsabilidad militar, pero le pudo haber ocurrido, le ocurre cotidianamente, a muchas personas que circulan por esa carretera, como en otros tramos carreteros particularmente peligrosos, tanto en Puebla, como en Morelos y en Veracruz, donde los secuestros son tan comunes como el robo de trailers.
Resulta difícil de comprender cómo estando localizados los principales tramos donde opera la delincuencia en toda la zona centro del país, no se puede imponer condiciones de seguridad para el tránsito de las personas y las mercancías. Porque estamos hablando, además, de regiones de intensa actividad productiva y movimiento social. Algunos creen, justificadamente o no, que se trata de decisiones políticas.
El rumor sobre la muerte de El Mencho se basa en un dato real: está enfermo y existe una lucha por la sucesión dentro del Cártel Jalisco Nueva Generación. Pero, además, el rumor se da en el contexto de un fuerte enfrentamiento político entre el gobernador Alfaro y el presidente López Obrador, después de fuertes manifestaciones tanto en Jalisco como en la ciudad de México contra la violencia policial, basada en argumentos legítimos en ambos estados, pero también, en los dos, con evidencias de manipulación bastante claras.
Deberíamos tener mucha claridad sobre los temas que no deben mezclarse en el debate público. Estamos ante un juego político que se disputa todos los días y que en este caso es previo a un proceso electoral inédito y sumamente complejo. La lucha contra el narcotráfico debe ser otra cosa: debería existir una responsabilidad manifiesta de todos los actores para no utilizar la seguridad pública y la lucha contra el crimen organizado para intereses políticos de corto plazo. Todos sabemos que esa responsabilidad para mantener fuera del juego político la seguridad se ha perdido hace mucho tiempo, y ese es uno de los factores que actúan en beneficio de los grupos criminales que suelen ampararse en las vicisitudes políticas de la federación, de los estados y lso municipios.
Sirve también para descargar de responsabilidades en el propio terreno de la seguridad con el argumento de que la federación no interviene en ciertos estados por diferencias políticas o que los gobernadores no lo hacen porque están coludidos o porque consideran que la responsabilidad de combatir la delincuencia organizada es federal y no local. Hasta la justicia utiliza esos juegos para operar espacios de corrupción. Así fue dejado en libertad, por ejemplo, Rafael Caro Quintero, cuando luego de más de dos décadas de prisión, un juez de Jalisco determinó que su caso debería haber sido juzgado por el ámbito local y no por el federal y lo dejó sorpresivamente en libertad por faltas al debido proceso.
Lo del Mencho todo apunta a que fue parte de este juego de tensiones políticas que se vive en el país. La mejor señal de que no había pasado nada con él es que no hubo ni disturbios ni enfrentamientos ese viernes en Jalisco, lo que muy probablemente hubiera sucedido si el desenlace hubiera sido otro. Pero el hecho es que mezclar la política con la seguridad no es una buena recomendación. La seguridad debe estar por encima de la política o los juegos partidarios. De otra forma la ecuación sólo permite perder-perder.
Fin de ciclo
En ciclo escolar, en los hechos, ha terminado y habrá que ver cuándo pueden comenzar nuevamente las clases. Para muchos eso no podrá ocurrir, por lo menos, hasta fines de agosto o principios de septiembre. Existe la tentación de recurrir, vista la pasada experiencia, a la educación a distancia no sólo para recuperar el tiempo perdido sino también como método de enseñanza. En algunos casos muy específicos está muy bien y funciona, pero para la gran mayoría de nuestros alumnos eso es casi una utopía, en la que nada puede reemplazar la relación directa y personal con los maestros. Esa es la relación prioritaria que debe ser preservada y fortalecida.