7-07-2020 Recuerdo que cuando llegó Maradona a dirigir a los Dorados de Culiacán, muchos se preguntaban qué podría salir mal si el muy dañado astro argentino con su vieja historia de adicciones llegaba a una ciudad en buena medida controlada por los principales introductores de cocaína del mundo. Al final casi nada salió bien pero no fue tan terrible como muchos pensamos. Aquella historia viene a cuento ahora que el presidente López Obrador llega a la Casa Blanca a encontrarse con un Trump narcisista, desbocado y descontrolado, que está abajo en las encuestas electorales, y con la carga de una desastrosa gestión de la pandemia. ¿Qué puede salir mal?.
Quizás todo o quizás podamos salvar, como país, aunque sea los muebles del incendio de la casa, pero los riesgos de la visita son indudables.
Veamos algunos capítulos que están ya, con o sin visita, en riesgo. El TMEC es una magnífica oportunidad estratégica, pero su inicio nos encuentra muy mal preparados. Más allá de que tendremos problemas serios para cumplir con las nuevas normas ambientales y laborales, las empresas nacionales están debilitadas por la pandemia y la gestión económica: las advertencias del CCE coinciden con las del propio embajador de Estados Unidos, Christopher Landau: no es un buen momento para invertir en México por falta de certidumbre e inseguridad jurídica.
Mientras Estados Unidos ha dado cientos de miles de millones de dólares en apoyo a sus empresas y ciudadanos, las empresas en México no han tenido apoyo alguno ante la pandemia, muchas siguen cerradas, sin producir, sin recursos y sin mercado.
El tema de mayor riesgo es que Trump insistirá, no lo pongamos en duda, que logró el muro en la frontera con la colaboración de México. Ese es su discurso de campaña y no lo cambiará. No veo cómo el presidente López Obrador podrá contrarrestar esa opinión que no es sólo de Trump, sino también de sus opositores demócratas. Quizás la única forma de hacerlo será insistir en que México no lo hace por Trump o sus amenazas sino por una exigencia de nuestra propia seguridad interior y nacional, lo cual es verdad, pero entonces se tendrá que admitir que la política adoptada al inicio de la administración de abrir fronteras fue un error.
En términos de seguridad, puede ser que el Presidente lleve lo de Rápido y Furioso, aquel fallido operativo de ingreso de armas realizado hace diez años. En términos reales no sirve para nada, es un caso ya juzgado y cerrado en la propia Unión Americana, pero puede servir para dos cosas: para que Trump lo use contra los demócratas en la campaña (la información se cerró cuando Barack Obama, por única vez en su mandato, decidió hacerlo alegando razones de seguridad nacional) y para que aquí se use con fines más o menos similares. Pero Trump no tomará medida alguna para controlar el ingreso de armas a nuestro país.
Otro punto que podrá estar sobre la mesa es el del narcotráfico como un peligro de seguridad nacional para Estados Unidos y la posibilidad de que la Casa Blanca declare como terroristas a grupos como el Cártel Jalisco Nueva Generación, con los riesgos intervencionistas que ello conlleva. De todas formas, Estados Unidos exigirá una lucha más firme contra los cárteles, una mayor intervención de inteligencia, y una cooperación diferente en la misma medida en que la inseguridad en territorio nacional afecta sus propios intereses de seguridad.
Todos estos son riesgos muy altos aunque algunos de ellos pueden devenir en algunos acuerdos relativamente útiles (inversiones vía TMEC, apoyos económicos, una visión más integral del tema migratorio, mayor cooperación en seguridad y narcotráfico). El problema es la inestabilidad de Trump y de su equipo y la debilidad o fortaleza (incluso personal, de estado de ánimo) que pueda exhibir el presidente López Obrador en ésta, su primera visita internacional. Las primeras reuniones internacionales que tuvo John F. Kennedy como presidente con Nikita Jrushchov y con Charles De Gaulle fueron un desastre porque ambos líderes lo consideraron débil y el propio Kennedy reconoció que no estaba preparado mentalmente para un ejercicio de poder semejante.
En ese sentido hay que insistir en que es un error ir en vuelo comercial. Reiteramos: si se usaron aviones de la fuerza aérea para traer a México desde Bolivia a Evo Morales y para trasladar desde Miami los restos de José José, ¿porqué el presidente de la república no puede llegar con alguno de ellos dignamente a Washington?.
Segundo, se preguntan por qué el Presidente no se quedará en Casa Blair, residencia de visitas junto a la Casa Blanca. Y es por una razón sencilla: la Casa Blair, más allá de que esté en remodelación, aloja mandatarios que están en visita de Estado. López Obrador va en una visita oficial de trabajo. En este tipo de visitas, el Presidente, como sus antecesores, se tendrá que alojar en algún hotel bajo el cuidado del servicio secreto estadounidense.