9-07-2020 Mientras se desarrolla, al momento de escribir estas líneas, la cena de trabajo en la Casa Blanca, mucho habrá que averiguar sobre lo realmente platicado en las reuniones sostenidas ayer por el presidente López Obrador y el estadounidense Donald Trump. Lo que se había anunciado en México fue desmentido incluso antes de que comenzara el encuentro por el secretario de Estado, Mike Pompeo, que aseguró que en esos encuentros se abordarían numerosos temas de la agenda bilateral e incluso global, incluyendo el tema de Venezuela, la migración y la seguridad.
Si hacía falta algo para comprobar que la visita estaba muy lejos de simplemente festejar el inicio del TMEC o agradecer el apoyo recibido para conseguir respiradores durante la pandemia, las declaraciones de Pompeo lo confirmaron. En la cena muchos de los principales temas económicos, incluyendo aquellos que han mostrado mayor cerrazón presidencial, como el energético, serán temas centrales. Pero para saber si hubo acuerdos en ese o en muchos otros capítulos, tendremos que esperar a que trascienda el contenido de las pláticas o simplemente ver cómo se actúa en esa amplia, amplísima agenda bilateral.
Por lo pronto, en la declaración conjunta reinó el pragmatismo, incluyendo el agradecimiento del presidente López Obrador por la gentileza y el respeto que ha tenido Trump con la comunidad mexico-americana, Una gentileza y un respeto que, a ciencia cierta, éstos nunca han sentido ni Trump tampoco ha expresado. Tampoco es verdad que la administración Trump no ha buscado intervenir ni presionar a México: simplemente recordando las presiones sobre el tema migratorio o las declaraciones de Trump respecto al muro hace 48 horas, esa afirmación podría ser desestimada.
Pero decíamos que ganó el pragmatismo. El presidente López Obrador apostó a él y de paso también a la candidatura del propio Trump en los comicios de noviembre. Esa lectura es la que harán republicanos y demócratas y es, por lo demás, evidente. No me terminó de gustar el discurso de López Obrador, con algunos párrafos poco afortunados, pero ha tenido un mérito: contemplar el desarrollo desde la óptica regional, no nacional. Comprender, en última instancia, que somos parte de América del Norte, no sólo por los acuerdos comerciales sino también porque es nuestro ámbito de inserción internacional y desde aquí debemos entender la globalidad.
Habrá que ver cómo se relaciona la agenda bilateral a partir de esa concepción y en qué medida el presidente López Obrador está dispuesto a conceder puntos de su propia agenda nacional para fortalecer la regional. Pero me parece una visión, en ese sentido, acertada, que va en la dirección correcta y que tendría que llevar a Donald Trump, con su visión nacionalista, cerrada, de “América primero”, a modificar su discurso y su accionar, por lo menos en relación con México.
Por supuesto que lo que se tiene que haber debatido y platicado en estos encuentros va mucho más allá que lo dicho en los discursos del Jardín de las Rosas: la seguridad, la migración, la energía, son temas que tienen que haber sido tratados y que deberán reflejarse en políticas públicas. Pero lo importante es que se asumieron compromisos y, más allá de varias zalamerías mutuas, los mismos deberán, de una u otra manera cumplirse.
Por lo menos en estas declaraciones conjuntas el punto más negativo sigue siendo la toma de partido electoral: es imposible decir que se mantuvo la neutralidad política. Haber citado a Roosevelt no alcanza para ello. La forma en que se trató y elogió a Trump, incluso en capítulos poco defendibles, como el tema migratorio o el trato de los migrantes, no deja lugar a dudas. Eso puede tener un beneficio a corto plazo, pero generará, sin duda, también costos altos, incluso entre la propia comunidad mexico-americana, no hablamos entre los demócratas.
Pero más allá de todo esto, el verdadero plato fuerte de este encuentro deberá estar en la cena: el encuentro de ambas comitivas con una veintena de los principales empresarios de México y Estados Unidos. De las respuestas que ahí se den se podrá comprobar si se puede o no cimentar, como se lo propuso, esta agenda regional.
Y mientras esto ocurría en Washington, en Florida era detenido César Duarte, el ex gobernador priista de Chihuahua, que estaba refugiado desde hace meses en ese país, que estaba localizado y que no lograba ser detenido. No es una casualidad, es un regalo de la administración Trump, un gesto de la administración estadounidense, como aquel, salvando diferencias, que tuvo Peña Nieto enviando a Estados Unidos, el mismo día del cambio de poderes entre Barack Obama y Donald Trump, al Chapo Guzmán. Así también se dialoga.