Energía, caer junto con Trump

31-07-2020 

Para mi padre, Emilio, a 12 años de que
se fue, aunque siempre esté presente

La forma en que la administración López Obrador sigue a la de Trump no se refleja sólo en la forma en que se encaró la pandemia o las frases mutuamente condescendientes del Jardín de las Rosas en la Casa Blanca, tampoco sólo en una política migratoria de México a modo con las exigencias trumpianas: se refleja también, en forma notable, en el ámbito energético.
Trump desde el inicio de su administración ha apostado al carbón y al petróleo y lo mismo ha hecho México, queriendo volver a convertir a la CFE y a Pemex en monopolios estatales y utilizando cada vez más combustóleo y carbón, incluso en un proyecto con tanta potencialidad de daños ecológicos como el tren Maya. Trump abandonó el Acuerdo de París, y México, en los hechos, también lo ha abandonado, sin cumplir los compromisos que de él devienen. Los dos mandatarios desprecian las energías renovables y limpias y las ven como una amenaza, las consideran caras y poco eficientes, a pesar de que todas las pruebas demuestran los contrario.


Más allá de su utilización política y de sus potenciales consecuencias judiciales, uno de los objetivos del caso Lozoya ya es público: descalificar la reforma energética del sexenio pasado, argumentnado que fue aprobada bajo un esquema de corrupción. Durante su campaña, López Obrador dijo que respetaría esa norma legal pero en los hechos la ha tratado de revertir de todas las formas posibles. Ahora, el presidente López Obrador adelantó que, pasadas las elecciones del año próximo y ante las denuncias de corrupción divulgadas vía el caso Lozoya, presentará una nueva iniciativa de reforma energética, para regresar a las normas del pasado, sólo con algunos pequeños ajustes.


Si se concreta sería un retroceso muy significativo para las posibilidades futuras del país, cuyas posibilidades de financiamiento residen, en un porcentaje muy alto, del sector energético, que tendría que ser en realidad la palanca de desarrollo, pero a partir de las inversiones privadas, no del regreso a los monpolios estatales del pasado. Los actos de corrupción que pudieran haber ocurrido, hasta ahora ninguno comprobado, no descalifica la calidad de la norma energética vigente.


La economía está en una situación catastrófica. La caída del PIB de 18.9 por ciento nos llevará a un retroceso de casi una década. Se podrá argumentar en la mañanera que ahora la caída del PIB no importa porque se distribuyen apoyos sociales, pero, para decirlo suavemente eso es una tontería, porque entre otras razones con una caída de esa magnitud del PIB simplemente la actividad económica se seguirá reduciendo, desaparecerán empresas y empleos y el gobierno simplemente no tendrá recursos ni para seguir financiando sus programas sociales. No se entiende porque no se entiende como funciona un ciclo económico simple.


Todo esto es más desconcertante aún porque la deuda de Pemex es estratosférica: más de 107 mil millones de dólares en el segundo semestre de este año, a pesar de que recibió miles de millones de dólares del gobierno federal para estabilizar sus cuentas. En el acumulado del primer semestre, Pemex perdió 606 mil 587 millones de pesos, 585.3 por ciento más que en el mismo periodo de 2019, cuando perdió 88 mil 509 millones de pesos. En ese contexto, apostar al monopolio estatal, seguir inviertiendo miles de millones de recursos públicos en Dos Bocas simplemente no tiene sentido. Hay que abrir el sector a la inversión privada y revitalizar todas las opciones de energía renovables y no contaminantes, apostar al gas en lugar del combustóleo y el carbón. Si a eso le sumamos que el gobierno federal ha prohibido el fracking y otras nuevas técnicas de producción el escenario se reduce dramáticamente.


No es un tema menor. Enrique Quintana escribía en El Financiero esta semana algo que es evidente. Si en noviembre gana Joe Biden, el derrumbe de Pemex será inevitable. El candidato demócrta ya ha anunciado que se concentrará en las energías renovables, donde piensa invertir dos billones de dólares, pero reducir la producción y uso de combustibles fósiles. Si es así, y sin la respiración artíficial que le ha dado al petróleo y al carbón el gobierno de Trump, la caída de Pemex tendrá relación directa con la del mercado petrolero, a lo que se unirá el regreso de Estados Unidos a los acuerdos de París que ahora tanto Trump como la adminsitración López Obrador están vulnerando.


Por lo pronto, Emilio Lozoya se salió con la suya. Tendrá seis meses para preparar sus procesos, no presentó ni una sola prueba en descargo, se declaró inocente y objeto de manipulación, del hospital se irá a su casa y no pisó, ni para declarar, el reclusorio. Vamos ni siquiera hemos visto una foto suya.

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