Cuando manda la geopolítica

15-12-2020 La reacción del todavía fiscal de los Estados Unidos, William Barr, a las reformas al tema de seguridad que está implementando el congreso mexicano no será diferente a la de los responsables de la seguridad con Joe Biden: es una medida que “beneficia a las organizaciones criminales”, que dificultará o incluso impedirá la relación de seguridad entre México y Estados Unidos.


La ley que se intenta aprobar en México lo que busca es controlar algo incontrolable: la actividad de las agencias de seguridad de Estados Unidos y otros países en México, con una norma tan estricta que no es posible cumplir. De lo que estamos hablando es de tareas de espionaje, que en ocasiones se tornan en colaboración. México ha tenido una historia tumuluosa en ese sentido con la Unión Americana.


El tema, sin embargo, es muy sencillo de comprender si se parte de un principio: para Estados Unidos, nos guste o no, somos parte de su agenda interna, y la seguridad es un capítulo esencial en ella. A diferencia de todo el resto de América, México, así como Canadá, formamos parte del llamado Comando Norte del departamento de Defensa, responsable de la seguridad interior del país. Su área de responsabilidad incluye todas las vías de acceso aéreo, terrestre y marítimas del propio Estados Unidos, Canadá, México y todas la aguas territoriales alrededor de 500 millas naúticas en torno al territorio continental. Incluye todo el golfo de México y los estrechos de Florida, la protección aeroespacial de toda la zona y tiene un mando unificado que opera desde Colorado.


Todo el resto de América es considerada como parte del Comando Sur del departamento de la Defensa: cubre 31 países, es responsable de proporcionar planificación de contingencia, operaciones, y la cooperación de seguridad para toda América central  y del Sur, el Caribe, Cuba, establece la defensa del Canal de Panamá y está bajo la dirección de un general de cuatro estrellas. México no es parte de él.


Este esquema de protección, se consolidó después de los atentados terrorista del 2001. Este relato sirve para comprender varias cosas. Primero, en los hechos, Estados Unidos considera a México, así como a Canadá, como parte de su territorio en el tema de la seguridad, de la mano con ello la relación e incluso el entrenamiento de militares y funcionarios civiles de seguridad en la Unión Americana, así como su operación directa o indirecta es cada vez más amplia, porque se uniforman capacidades de operación, la integración en muchos sistemas es completa y ha sido incluso ejemplar, como se pone de manifiesto en los temas de control de vuelos, pasajeros y las medidas antiterroristas.


Por eso también acciones como la detención del general Salvador Cienfuegos, ex secretario de la Defensa y que participó activamente en la integración de esas actividades con las fuerzas armadas estadoundienses, siendo incluso condecorado por ellas, causó tanta disconformidad y puso tan en riesgo la colaboración entre los dos países. La investigación, la detención y el grave custionamiento a un secretario de la Defensa en forma no sólo unilateral sino también con una indagatoria encubierta e inverosímil, realizada por una agencia en particular, distorsiona todo el esquema de cooperación y lo pone en riesgo. Incluso porque lo que se cuestiona no es sólo a un hombre sino a toda la institución que él representa.


En ese sentido tiene razón Barr, que parádojicamente permitió que esa acción se realizara desde su propio departamento, que es el que supuestamente controla a la DEA. Todo ello debe ser entendido también como parte de un esquema de desconfianza y descontrol muy grave de la Casa Blanca, respecto a las agencia de seguridad e inteligencia, mismo que es retratado espléndidamente por Bob Woodward en el libro Rage.


No será así con Biden, que ya presentó un equipo de seguridad capacitado, coherente y que trabajará estrechamente de la mano con la Casa Blanca, pero precisamente por eso, la nueva legislación mexicana terminará generando más problemas que soluciones.


Entiendo que es una reacción a la detención de Cienfuegos, pero lo que se necesita es una profunda revisión de lo actuado durante los últimos años, asumiendo que una legislación interna no cambiará ni el hecho de que México sea considerado parte del Comando Norte, como tampoco podrá impedir, ni es deseable que así sea, la colaboración con la Unión Americana. Ni podremos frenar unas tareas de inteligencia que se realizan en muchas ocasiones fuera de territorio nacional pero interviniendo profundamente en él.


Lo que hay que negociar es la forma y los principios en que esa colaboración se da. Los acuerdos, exitosos, que se tuvieron en 1989 y en el 2007, deben ser revisados porque evidentemente la cada vez más compleja realidad los ha superado. Pero no nos engañemos, vivimos en una zona estratégica del mundo y formamos parte de un bloque de naciones que se integran en términos económicos, sociales, de seguridad e incluso política. El respeto a las autonomías nacionales y mantener una soberanía bien entendida (Canadá es un buen ejemplo de ello) es clave para mantener y fortalecer ese bloque, pero se debe entender que negarlo, o apostar por cartas imposible de jugar, será, es, contraproducente.

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