29-01-2021 Como si no existieran problemas ante la mayor crisis económica de la historia reciente del país, el secretario Arturo Herrera (uno de los más serios y cumplidores del gabinete presidencial) tuvo la mala ocurrencia de meterse en el disfraz de López Gatell para defender la compra de la vacuna rusa Sputnik por la que la secretaría de Hacienda ha desembolsado ya cuatro mil millones de pesos, según aseguró el propio Herrera, el miércoles en Mazatlán.
Ayer el secretario Herrera estuvo en la plenaria de diputados de Movimiento Ciudadano y dijo que México “no está comprando vacunas de segunda” contra el Covid, al ser interrogado sobre la compra de la vacuna rusa Sputnik. Y se puso a comprar la vacunas Sputnik con la de AstraZeneca. Explicó, es verdad, que la dos, parten de la misma base: la utilización de vectores adenovirales.
Según explican los propios desarrolladores de Sputnik, los “vectores” son vehículos que pueden introducir material genético de otro virus en una célula. El gen del adenovirus, que es el causante de la infección, se sustrae y en su lugar se inserta un gen con el código de la proteína de otro virus. El elemento insertado ayuda al sistema inmunológico a reaccionar y producir anticuerpos que nos protegen de la infección. Tanto la Sputnik como la de AstraZeneca están basados en el mismo principio, que se usaen la generación de muchas otras vacunas.
Agregó Herrera que "tampoco es que se esté inventando en todos lados, hay un número limitado de técnicas para producir vacunas, y con excepción de la de Pfzier, todas están utilizando técnicas muy parecidas". Lo cual no es verdad: la de Moderna, no autorizada en México, es la única que junto con la Pfizer, utilizan una técnica de ARN mensajero, absolutamente diferente y, en términos científicos, absolutamente innovadoras.
El ARN mensajero es un producto síntético, creado en laboratorio, una variante de la sustancia natural que dirige la producción de proteínas en las células. Mediante la vacuna se inocula y literalmente toma el control de de la producción de proteínas o antígenos específicos del coronavirus, mismas que son liberadas por nuestras células tras recibir las instrucciones de la vacuna, y el sistema inmunológico, en respuesta, producirá anticuerpos que podrán reconocer y neutralizar el covid en caso de una infección. Las vacunas de Pfizer y Moderna no son equiparables a las demás.
Pero no sólo en eso se equivocó Herrera: sostuvo que todas las vacunas que México está adquiriendo tienen niveles de eficacia superiores al 94 por ciento y reconoció que hay solamente una vacuna que no estamos contratando (la de Moderna), y “no la estamos ocupando, dijo porque tiene un nivel de eficacia del 65 por ciento, hay países que la están aplicado porque es claramente mucho más eficaz que la de la influenza y en el contexto macro, o sea de los números agregados, servirá porque el 65 por ciento tendrá algún tipo de anticuerpos, pero el otro 35 por ciento, no, entonces a nivel individual, si es muchísimo más un volado aunque no lo sea”, dijo.
Sencillamente no es verdad: la de Moderna, aplicando las dos dosis tiene una efectividad superior al 94 por ciento. Su efectividad, como la de todas las vacunas que son de dos dosis disminuye si se aplica sólo una, por eso el plan de aplicar sólo una dosis de vacuna es un grave error que está tentado a cometer el gobierno federal, ya que solo se tendría una inmunización muy parcial. Y eso aplica para todas las vacunas.
Con una diferencia notable, las vacunas de vectores adenovirales, como Astra Zeneca y Sputnik podrían no ser aptas para inocular a mayores de 65 años. Por lo menos eso es lo que acaba de informar el gobierno alemán y según investigadores argentinos, donde se aplica Sputnik, la inmunidad en personas de la tercera edad de la vacuna rusa podría disminuir hasta el 8 por ciento.
Pero hay un tema central que un hombre preparado como Herrera no puede ignorar. Todo lo que sabemos de las vacunas de Pfizer, Astra Zeneca y Moderna (las tres aparentemente eficaces) es porque han realizado todas las pruebas cintíficas requeridas por la normatividad internacional y han presentado ante las principales autoridades reguladoras del mundo sus resultados y procesos. Tienen autorización de todos esas instancias reguladoras y sus resultados son públicos para que la comunidad científica pueda consultarlos. De la Sputnik sólo sabemos lo que sus creadores han dicho: no hay estudios que lo certifiquen, ni tampoco publicaciones científicas, salvo un artículo en la revista especializada The Lancet escrito por sus creadores.
El propio López Gatell decía en agosto pasado respecto a la vacuna Sputnik que “por razones éticas y de bioseguridad no se puede utilizar una vacuna que no haya terminado satisfactoriamente los estudios de fase tres”. Y esos estudios no se conocen, ni siquiera se sabe con certidumbre si han concluido. No todas las vacunas son iguales. Es como si Herrera creyera que es lo mismo el sistema regulatorio de la Reserva Federal que el del banco central de Venezuela o Bielorusia.
Qué necesidad.