10-03-2021 Uno de los daños que genera el ejercicio de la violencia, como el que vimos el pasado 8 de marzo, es que al contrario de lo que dicen los colectivos que recurren a ella, en lugar de privilegiar la visualización y atención de las demandas, las oculta, demerita y desvía la atención hacia la violencia en sí misma.
Lo podemos comprobar fácilmente con lo ocurrido con las propias manifestaciones del 8 de marzo, informativamente, en prensa, radio y televisión. Todo lo relacionado con los hechos de violencia, en la mayoría de los casos atribuidos, con razón, a los colectivos feministas radicales, desplazaron de la oferta informativa lo importante que era, y es, la agenda de las mujeres que, como hemos dicho muchas veces incluye pero es mucho más amplia que la de los diferentes colectivos feministas. Inevitablemente, ver que una mujer policía es rociada con gasolina y prendida fuego concita más atención que los justos reclamos por estancias infantiles, más y mejor trabajo y el fin de la violencia intrafamiliar, el acoso y la violación.
Hay muchos y muy diferentes capítulos en la agenda de la mujeres que están pendientes y que, por alguna extraña razón, el gobierno federal no entiende ni quiere asumir con las especificidades que esos mismos temas requieren. El primero y más visible es la violencia: el dato es brutal, 11 feminicidios (o asesinatos de mujeres, no nos enredemos en la calificación judicial) ocurren cada día en promedio; hay cuatro mil mujeres desaparecidas desde el inicio de esta administración; en promedio desaparece por lo menos una mujer al día en la ciudad de México. La violencia intrafamiliar se disparó geométricamente durante el confinamiento y de la mano con ella la violación, los embarazos no deseados e incluso el asesinato dentro del hogar.
Algunos argumentan que se trata de la misma violencia que sufren los hombres pero dirigida hacia las mujeres. No es así: la violencia intrafamiliar y la violencia contra las mujeres en general, incluyendo los feminicidios, se dirige específicamente hacia ellas, tienen causas de fondo específicas, formas de operación también particulares, y también lo son los delitos y los daños provocados. Se necesitan programas específicos, un código penal unificado (aparentemente se podrá avanzar legislativamente ahora con la figura, unificada para todos los estados, del feminicidio), tribunales y fiscales especiales. La pesadilla que tiene que vivir una mujer para realizar una denuncia sea de violación, acoso, violencia intrafamiliar y hasta por recibir la manutención de los hijos (y en muchas ocasiones el abandono o robo de los mismos) es inaceptable y se requieren leyes, tribunales y fiscales especializados que permitan realizar denuncias rápidas, certeras y se ejerza la justicia también con eficiencia.
El segundo punto es el trabajo. Antes de la pandemia no existía equidad ni en salarios ni en opciones laborales, pero la enfermedad y el confinamiento, junto con el cierre de decenas de miles de fuentes de trabajo, han aumentado mucho más la desigualdad. Hoy el 64 por ciento de las mujeres que perdieron su trabajo con el confinamiento no han vuelto a trabajar. Ellas son el centro del desempleo en el país.
Con un dato que no deja de ser altamente significativo: poco más del 29 por ciento de los hogares del país son mantenidos económicamente por una mujer. Uno de cada tres hogares, con sus hijos, padres, en ocasiones nietos, y a veces también maridos, son mantenidos por una mujer. Y esas mujeres son las que hoy sufren más la violencia y las que no tienen trabajo.
Con un agravante. Muchas no pueden trabajar porque no tienen en donde dejar a sus hijos. No hay clases presenciales, no hay escuelas, los niños deben tomar clases en las casas y la presencia de las madres se torna en la mayoría de los casos imprescindible. Pero, además, en una de las decisiones más desafortunadas tomadas al inicio de esta administración federal, se acabó con las estancias infantiles que servían de albergue para miles de niños. No sólo eso, eran una fuente de trabajo también para miles de mujeres y una opción útil, certificada y accesible para que las madres pudieran dejar a sus hijos mientras trabajaban. Las Estancias Infantiles, desaparecidas por una decisión más basada en revanchas políticas que en el sentido común, no han sido reemplazadas por nada. Y han dejado a miles de niños y madres desamparadas. Algo similar ha sucedido con los albergues para mujeres víctimas de la violencia. Desaparecidos sin ser reemplazados por nada.
Sin duda hay mucho más, pero en torno a esos temas gira la agenda de las mujeres en México. La violencia, el empleo, la protección de sus hijos. Esa agenda tiene que ser tratada en forma específica, particular, con soluciones dirigidas, específicas. La violencia en las marchas lo que ha hecho, haciendo un gran favor a las autoridades, es volver a ocultarla o distorsionarla. Hasta el próximo 8-M.
Elecciones
Muchos de los comicios del 6 de junio resultarán, sobre todo en términos estatales, más cerrados de lo que algunos esperan. Ya los analizaremos con detalle, pero uno de ellos será el de Sonora, donde el aliancista Ernesto Gándara se acerca al ex secretario de seguridad, Alfonso Durazo.