28-04-2021 Lo más importante que votó ayer el TEPJF no fue lo de Félix Salgado y Raúl Morón, fue dar la razón al INE, por unanimidad, en el tema de la sobrerrepresentación en la cámara de diputados. En términos de política real, la censura a las candidaturas de Salgado Macedonio y Morón resulta casi intrascendente en el escenario global de los próximos comicios. Para Morena la elección de Guerrero, por ejemplo, tendría que haber estado asegurada con cualquier candidato, sólo la monumental suma de errores cometidos pueden hacernos constatar hoy que Morena podría tener problemas serios en ese estado. Y algo parecido ocurre en Michoacán.
Pero lo verdaderamente importante para el oficialismo no es Salgado Macedonio o Morón quienes en última instancia son reemplazables. El verdadero tema es el rechazo a la sobrerrepresentación superior al 8 por ciento en la cámara de diputados. La sobrerrepresentación actual de Morena y sus aliados alcanza exactamente el doble de lo establecido por la Constitución, que es un 8 por ciento. Hoy Morena tiene un 15.9 por ciento más de diputados de los porcentajes que obtuvo electoralmente. En un escenario electoral mucho más cerrado que el que se preveía a fines del año pasado, el tema es clave porque decidiría en buena medida la posibilidad de contar o no con una mayoría propia del oficialismo.
Morena no tuvo, en las urnas, para diputados federales, más del 35 por ciento de los votos. En 2018, la coalición Juntos Haremos Historia, integrada por Morena, el PT y el PES, obtuvo el 45.9 por ciento de los votos para diputados. Sin embargo, se quedaron con 308 diputados, o sea con el 61.6 por ciento de la Cámara, es decir, 15.9 por ciento más, pese a que artículo 54 fracción V de la Constitución establece que, "en ningún caso, un partido político podrá contar con un número de diputados por ambos principios (uninominales y pluris), que representen un porcentaje que exceda en 8 puntos a su porcentaje de votación nacional emitida".
¿Cómo se logró tal sobrerrepresentación?. Sencillo, en lugar de darle a la coalición ganadora el 8 por ciento que establece la ley, se le dio, por separado, a los tres partidos que la conformaban, con lo cual se creció hasta el 15.9 por ciento. ¿Eso ocurrió en el pasado?. Sí pero, como sucedió con la elección de Peña Nieto, con porcentajes muy menores que apenas superaron en un punto el ocho por ciento constitucional. Hoy es de exactamente el doble.
Ahí está en muy buena medida el secreto de la próxima elección. Ante ese escenario lo de Salgado es un tema menor.
Pero si vemos todo lo que está en juego a nivel estatal también la situación se ve complicada, o por lo menos bastantes más complicada que a principios de año, para el oficalismo. Algunos estados ya están muy cerrados y con franca desventaja para Morena: Baja California Sur, Querétaro, Nuevo León (con un desplome de Clara Luz sólo explicable, otra vez, por la cantidad de errores cometidos en la campaña). En Chihuahua quien hace competitivo a Morena es el gobernador Javier Corral con su guerra incomprensible contra la candidata Maru Campos. También están muy complicados Baja California, donde Jorge Hank Rhon, impulsado por el PES, puede dar algo más que una sorpresa; San Luis Potosí, donde podría ganar un aliado, Ricardo Gallardo, del PVEM; Sinaloa y Sonora, donde se han cerrado dramáticamente elecciones que hace unas semanas estaban muy abiertas.
Por eso la prisa legislativa y el nerviosismo, porque sorpresivamente los tres últimos años de la administración pueden ser mucho más difíciles de lo que se suponía hace unas semanas.
Intelectuales
Hace ya muchos años, durante el gobierno de Vicente Fox, Carlos Monsivais en una entrevista me dijo algo que hoy puede ser un dogma de fe: “antes había que ser muy valiente para criticar al gobierno, ahora hay que ser un valiente para defenderlo”.
Con la extraña declaración presidencial de que sólo le defienden diez intelectuales contra dos mil 200 que lo atacan, aquella frase parece más vigente que nunca, sobre todo porque en la corta lista que dio el Presidente, algunos parecen haber puesto ya cierta distancia (como Elena Poniatowska) o porque su familia es parte del gobierno (el hijo de Lorenzo Meyer es el secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Román Meyer), algunos de los nombrados difícilmente caben en la categoría de intelectuales de alto nivel, y otros ya no están, como Monsivaís, Arnaldo Córdova y José María Pérez Gay, quienes dudo que aprobarían sin debatir con López Obrador muchas de sus decisiones.
Al oficialismo no le gusta reconocerlo, pero para concretar realmente una cuarta transformación del país se requiere, como lo hicieron Juárez o los revolucionarios del siglo pasado, construir un fuerte andamiaje intelectual y cultural, representativo del país y de sus diferentes opiniones. Hoy apenas son diez los que, dice el Presidente, lo defienden y apoyan. Y por cierto, los personajes que le ponen preguntas tan a modo como vergonzosas en la mañanera, no son ni periodistas ni intelectuales. ¿Qué siguen haciendo allí?.