1-06-2021
Decía un célebre senador estadounidense, Tip O’Neill, que “toda la política es local”. No quería decir que no hubiera temas eminentemente federales o que tuvieran incumbencia para toda la nación, sino que desde la política local se podría influir, proyectar las decisiones sobre esos otros grandes temas.
Las elecciones el próximo domingo estaban interpretadas como un referéndum presidencial. Hasta hace unas semanas esa parecía ser la dinámica del proceso, pero lo local se ha ido imponiendo cada vez más, sobre todo en las elecciones de gobernador y eso tendrá influencia en la de los distritos electorales federales.
Las estimaciones, a un día del cierre de campaña, indicarían que Morena estaría cerca, con sus aliados, de mantener la mayoría absoluta de la cámara de diputados, quizás con cierta comodidad, pero ninguno de los escenarios planteados, le dan al oficialismo la posibilidad de mantener la mayoría calificada, necesaria para cambiar la Constitución.
Sabemos que en términos legislativos, las mayorías, más allá de las elecciones, pueden construirse: lo vimos en otras ocasiones pero en forma notable, durante el segundo trienio de Salinas de Gortari o en el primero de Peña Nieto. Hasta ahora López Obrador no ha conseguido construir esa mayoría calificada en el senado que se le sigue resistiendo, en temas constitucionales, en el senado, pero la ejerce ampliamente en la cámara de diputados.
El presidente Lçópez Obrador tiene instrumentos para construir esa mayoría, pero falta política para hacerlo, sobre todo si los resultados no le son tan favorables como en 2018.
Desde Salinas de Gortari en 1991, ningún presidente ha podido repetir en las elecciones intermedias los votos que obtuvo en la presidencial. Han tenido peores o mejores resultados, pero no les ha alcanzado. En 1997, Ernesto Zedillo vio nacer por primera vez un bloque opositor que le quitó la mayoría en la cámara de diputados. Zedillo no pudo, en todo su sexenio, tampoco controlar realmente al priísmo, tanto que en seis años tuvo siete presidentes del partido. Vicente Fox y Felipe Calderón (que tenían entonces cifras de popularidad similares a las de López Obrador) no sólo no tuvieron los resultados que esperaban sino que esos resultados propiciaron cambios en la dirigencia del PAN en ambos sexenios. Lo mismo sucedió con Peña Nieto, que también tuvo que cambiar la dirigencia del PRI, por los malos resultados electorales, luego de los exitosos acuerdos del Pacto por México, que le permitieron realizar profundos cambios constitucionales.
Los resultados del domingo son aún muy volátiles como para hacer escenarios definidos, pero para garantizar mayor gobernabilidad y mayores acuerdos, el presidente López Obrador necesitará, como terminaron haciendo sus antecesores, asumir la realidad y realizar cambios internos y externos que le permitan navegar la segunda mitad de su administración.
Por el contrario, puede asumir, como decíamos ayer, la estrategia de la fuga hacia adelante, radicalizar sus posiciones y no apostar a establecer acuerdos pero, como también decíamos, esa lógica que le ha servido siempre en lo político, no sin una alta dosis de suerte e intuición, en políticas públicas suele acabar muy mal. E insistimos, el mejor ejemplo de ello fue López Portillo, con su gabinete dividido por la sucesión y su cerrazón para cambiar la política económica (y monetaria) y sobre todo la energética, por razones más ideológicas que realistas. La nacionalización de la banca, con un presidente electo, Miguel de la Madrid, que no compartía en absoluto esa posición, fue el clímax de esa distancia de la ideología alimentada por la vanidad personal con la realidad.
No sé, nadie puede saberlo con certeza, cómo actuará el Presidente pasada la jornada electoral. Pero la misma le servirá para confirmar, por si faltaran datos al respecto que, salvo Baja California, prácticamente todo el norte del país y varios estados del centro, no apoyan sus políticas, y están muy distantes de la popularidad que las mismas tienen en el sur.
Habría que apostar a la política, a construir acuerdos, a desechar propuestas que dividen profundamente y concentrarse en las que pueden generar consenso. Si existe voluntad no sería tan difícil. Pero torcer, modificar, la voluntad de un mandatario, en muchas ocasiones es lo más difícil de lograr en la política
Violencia
El presidente López Obrador llamó a votar sin miedo en los comicios del próximo domingo. Sin embargo, la violencia electoral no se ha detenido. Este fin de semana fueron incendiadas por manifestantes las oficinas del INE en Terán, Chiapas, fue ejecutado otro candidato en la zona del Soconusco también en Chiapas; fue baleada la camioneta de un candidato en Tlalnepantla, estado de México, también hubo ataques contra candidatos en Quintana Roo y Puebla; fue balaceada la candidata de Morena en Cuitzeo, Michoacán, atentado en el que fue herido su esposo. Y en medio de todo eso se dio el supuesto “ataque” contra Mario Delgado en Tamaulipas.
Pero no estamos hablando sólo de violencia política. Este fin de semana hubo múltiples bloqueos y combates en Michoacán, en toda la zona de Aguililla y Apatzingán que se extendieron hasta Morelia. También hubo numerosas acciones armadas en Reynosa, Tamaulipas. Y bloqueos en Chiapas, Veracruz y Puebla. Es difícil salir a votar sin miedo.