Leyes militares: consenso y realismo

guardia nacional

13-09-2021 Aprobada la ley de la Marina de México, no tardará en ser presentada la reforma que permitirá legalmente, en los hechos así ya está funcionando, incorporar la Guardia Nacional a la estructura formal de la secretaria de la Defensa Nacional, como una tercera rama de la misma, junto al ejército y la fuerza aérea.


Esa incorporación es parte de una amplia reforma de la estructura militar que nuevamente explicó el secretario de la Defensa Nacional, el general Luis Crescencio Sandoval, con motivo del aniversario de su creación y la presentación del nuevo estado mayor conjunto. La reforma de la Marina aprobada la semana pasada va en el mismo sentido, en su estructura interna diferencia a la marina como cuerpo militar de la secretaría en sí y le da poderes como para participar en tareas de seguridad que por cierto viene cumpliendo desde hace años.


La amplitud con que fue aprobada la ley marina prácticamente confirma que las reformas a la Sedena tendrán el mismo resultado y ojalá así sea y rápido. Aquí lo hemos dicho en muchas ocasiones: esa reforma, esa incorporación de la Guardia Nacional a la Defensa, no sólo le da forma legal a lo que ya es una realidad en los hechos sino que también permitirá darle continuidad histórica, ya no sexenal, a una institución, con la que se puede estar de acuerdo o no en su configuración, pero que en última instancia implica la única fórmula posible hoy en día para contar con una verdadera policía nacional.


Con razón o son ella, la Policía Federal fue desarticulada, se creó en su lugar y con el voto unánime de los legisladores una Guardia Nacional que todos sabían que nacía de un fuerte componente militar y que no tenía más sustento operativo que el que le proporcionaba la Defensa. Así nació y se ha desarrollado, así opera, e ignorar o tratar de ignorar que lo hace bajo un mando militar es obviar la realidad. Esa es su cadena de mandos y así está organizada presupuestalmente.


El hecho es que necesitamos una policía nacional y esa institución será, lo es ya, la Guardia Nacional. Es verdad que la GN por sí sola no alcanza, nunca alcanzará una policía nacional sin fuerzas locales que le den respaldo y puedan hacer múltiples tareas de la seguridad cotidiana, pero lo que hay que hacer es también construirlas, y deben tener como base el modelo policial nacional. Se puede argumentar, y es verdad, que no hay suficientes recursos para crear esas fuerzas. Pero los ha habido y los puede haber aún, y cuando los recursos se suman a la voluntad política de los gobiernos locales, se han logrado desarrollar fuerzas policiales locales fuertes: Yucatán y Mérida en particular, Coahuila, Nuevo León son ejemplos. Las áreas de seguridad de la ciudad de México son la mejor demostración de cómo pueden desarrollarse, bajo un mando con sentido estratégico, esas fuerzas policiales.


Pero no se puede comenzar otra vez de cero. No podemos, sea quien sea quien gobierne a partir de octubre del 2024, recomenzar a construir una fuerza policial nacional. Esa ya existe, se llama Guardia Nacional, está bajo la órbita militar (como en otras partes del mundo) y hay que terminar de darle el cauce institucional que en los hechos ya ha comenzado a recorrer.
Y sí, hay que cambiar la estrategia de seguridad: la actual no funciona, no ha tenido los resultados que se esperaba y eso afecta muchos ámbitos de la vida nacional, desde el económico al social. Pero el problema no son los instrumentos, en este caso la Guardia y la presencia militar, sino la forma en la que se los utiliza, y esa decisión, la estrategia, la toman los mandos civiles, el gobierno federal, el presidente de la República. El cambio de estrategia debe ser decidido desde allí. El instrumento debe trascender el sexenio.


En este sentido la centralización de la seguridad es imprescindible. No se puede construir desde abajo, desde los ámbitos municipales y estatales, sin contar con una base federal que sea el modelo a seguir. Eso lo sabía e intentó hacerlo Felipe Calderón y lo hace ahora López Obrador. El primero lo intentó con la Policía Federal, el segundo lo está haciendo con la Guardia Nacional. La diferencia es que en este caso al ponerla bajo la esfera de la Defensa, se garantiza que no se perderá esa institución con el cambio sexenal.


Si a esta serie de transformaciones institucionales en la Defensa y la Marina se suma una readecuación de la estrategia de seguridad que golpee a los grupos criminales y frene su creciente empoderamiento, al tiempo que se destina presupuesto y voluntad (sin ella ya se demostró que los recursos no serán jamás suficientes y vuelvo al ejemplo de la ciudad de México o los estados antes citados) a la creación o consolidación de fuerzas policiales locales, podemos tener un contexto muy adecuado para trabajar en el futuro de la seguridad pública en el país.
En estos días hemos visto que son muy pocas las instituciones que realmente funcionan. Lo vimos con los huracanes Nora, Grace y Olaf, con las inundaciones en Tula y Ecatepec, con el terremoto del día 7 de septiembre, en Guerrero, con el deslave del cerro del Chiquihuite. Lo que sirve, opera y ayuda es el plan DN-III del ejército mexicano, apoyado en los litorales por el Plan Marina, mientras otras instancias gubernamentales se enredan en las marañas burocráticas, la distribución de culpas y responsabilidades. En seguridad suele ocurrir lo mismo. Seamos realistas, en este caso pidamos lo posible.

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