11-10-2021 Todas las formas se guardaron escrupulosamente en el encuentro de Alto Nivel sobre seguridad que se realizó el viernes. Las declaraciones, los acuerdos, las coincidencias y consistencias. Pero creo que el problema de fondos subsiste: no hay una estrategia común, bilateral, para atender los problemas de inseguridad que sufrimos los dos países y que están interrelacionados.
Se acabó con la Iniciativa Mérida con la idea de que era asistencialista y no estoy tan seguro de ello. La Iniciativa Mérida fue un acuerdo de largo y amplio alcance que fue mucho más allá de proporcionar equipo a las fuerzas de seguridad mexicanas, asumiendo, además, que ello era imprescindible en su momento, porque se estaba creando y por ende equipando la Policía Federal. Hubo infinidad de otros acuerdos. Se cometieron errores, en muchas ocasiones no se utilizaron correctamente los recursos, a veces se recibió equipo (drones, por ejemplo) que fueron abandonados sin usarlos correctamente.
Todo eso y más es verdad, pero no nos equivoquemos: La Iniciativa funcionó y lo hizo bien sobre todo en sus primeros años. Durante la administración Peña decayó su eficacia porque sencillamente no existía confianza (otra vez, más allá de los discursos) entre instituciones mexicanas y estadounidenses. Aquí se cometieron errores, pero del otro lado de la frontera también, como por ejemplo un intervencionismo agresivo de la DEA en operaciones en México, además ampliamente publicitadas, que no ayudaron en nada a mejorar la relación.
La detención, ya en la administración López Obrador del general Cienfuegos fue la gota que rebasó el vaso. El gobierno mexicano, por razones políticas, no ha atendido de la misma manera la detención de Genaro García Luna, pero si existiera una visión de seguridad nacional y política de largo plazo alguien tendría que asumir que ambas detenciones eran parte de la misma estrategia: generar un maxiproceso contra México, donde terminarían yendo de la mano las pasadas administraciones junto con la actual.
Por eso y por muchas otras razones, la Iniciativa Mérida ya estaba rebasada. Pero el Entendimiento Bicentenario, siendo un gran instrumento diplomático no termino de entender cómo funcionará cuando se tenga que enfrentar a los verdaderos desafíos de la seguridad cotidiana.
Está muy bien que en México el objetivo sea disminuir el índice de homicidios, pero lo cierto es que desde que inició esta administración los índices siguen en la franja más alta de la historia, mucho más alto que en los gobiernos de Calderón o Peña. Y ya debería ver resultados más tangibles. Recordemos que cuando comenzó el gobierno se dijo que eso se vería en cien días, después en un año. Y ya han pasado tres.
Para bajar homicidios hay que romper redes criminales. No se puede de otra forma. De eso se habla también en el acuerdo bilateral, pero romper redes recurriendo como se dice a la lucha contra el lavado de dinero y otros instrumentos, no es suficiente. Primero porque está comprobado que el crimen organizado tiene una suerte de economía ni siquiera subterránea en los dos países que es literalmente imposible de romper, por lo menos como para cambiar dramáticamente la lucha contra los grupos criminales, aunque luchar contra el lavado de dinero sea un instrumento imprescindible que se puede profundizar aún mucho más. Un ejemplo: ¿dónde está el dinero de El Chapo Guzmán?¿en qué afectó a las finanzas del cártel de Sinaloa la caída de su líder?
Los homicidios se deben a la lucha por el control de territorios y actividades. El crimen organizado en México ya no es sólo narcotráfico, son muchas otras actividades, u una está en el centro de la preocupación de Estados Unidos: la migración. Los flujos y las redes de migración ya han sido tomadas por los principales cárteles y grupos criminales. Se pueden tomar muchas medidas para controlar el flujo migratorio, pero hay que romper las redes que lo manejan y detener a sus líderes. Eso no tiene nada que ver con declararles la guerra: se trata lisa y llanamente de aplicar la ley y evitar la impunidad.
Los índices de delitos y homicidios se pueden mover hacia arriba o hacia abajo incluso por coyunturas particulares (como el confinamiento provocado por la pandemia) pero lo que persiste es el índice de impunidad, que está en cerca del 97 por ciento de los delitos denunciados.
Para Estados Unidos, y eso se trató también en la reunión, el tema del tráfico de fentanilo y de las muertes por sobredosis, que fueron 90 mil en el 2020, sigue siendo un capítulo central. Sí hay que buscar cómo reducir el consumo, pero mientras tanto se tienen que romper redes y detener y juzgar a líderes. Y para eso necesitamos colaboración de áreas de información e inteligencia. Y para restablecerla se requiere reconstruir la confianza entre agencias y operadores. No dudo que la relación entre el canciller Marcelo Ebrard y el secretario de Estado, Antony Blinken, o la que existe entre los mandos militares de los dos países, es muy buena, de alto nivel, pero trasminar todo eso a las áreas operativas es muy difícil.
Por eso, tarde o temprano, el Entendimiento Bicentenario tendrá que asumir que el capítulo decisivo de la cooperación pasa por la operación, por desarticular redes, capturar y enjuiciar capos, también por quitarle el dinero y las armas, para acabar con la impunidad y el empoderamiento criminal.