El falso debate sobre la seguridad

Inseguridad en México

27.04.2022 

Se pueden mover las cifras cómo se quiera, pero el dato duro es que la estrategia de seguridad no funciona: los homicidios, la extorsión, la violencia contra las mujeres, los feminicidios, siguen siendo una norma en un país donde buena parte de sus territorios siguen bajo control de grupos criminales. Incluso políticas que se cantaron prematuramente como grandes triunfos, como el combate al huachicoleo, han visto cómo, con el paso del tiempo, vuelven a regresar al punto de partida.

No es que no haya triunfos en algunos aspectos de la lucha contra la inseguridad, los hubo en el pasado y en algunos casos los hay ahora, el secuestro es un buen ejemplo. El problema es que no existe continuidad, y lo que se logra destruir en ciertos espacios y tiempos, se reconstruye en cuanto las autoridades comienzan a ver hacia otro lado. Pueden cambiar los actores, pero los fenómenos no sólo se repiten sino que incluso se agudizan. Más tarda el presidente López Obrador en pregonar que no hay masacres, en éstas en convertirse en cotidianas, la última esta misma semana en Chihuahua, con once muertos. El fin de semana hubo más de 230 asesinatos. La violencia es extrema y cada vez más generalizada.

Pero hay éxitos. La gestión de Omar García Harfuch en la ciudad de México es uno de ellos. Todos los índices delictivos en la ciudad se han reducido significativamente y eso se percibe en la vida cotidiana. Para ello lo que se necesitó fue un apoyo real de las autoridades locales a la estrategia definida por el secretario; un trabajo de inteligencia sólido; la utilización en forma mucho más intensa de la fiscalía local, que a su vez ayuda a que, con todas sus carencias, la justicia funcione más eficientemente. Si a eso se suma una coordinación real con las fuerzas federales, se obtienen resultados. Es verdad que la policía capitalina es la más poderosa en términos locales del país, pero también hay que recordar que fue un desastre al comienzo de esta administración cuando estuvo al mando, es un decir, de Jesús Orta.

Lo mismo puede decirse de Yucatán y en parte de Coahuila, que han logrado desarrollar estrategias policiales locales eficientes y que han rendido resultados reales. El punto está en la continuidad y en tener estrategias claras. A nivel nacional no lo vemos así, hay demasiada ideologización y poca preparación profesional en ese ámbito. Pocos, muy pocos de los mandos de la secretaría de seguridad federal tienen experiencia real en ese terreno. La Guardia Nacional es una institución que aún no termina de desarrollarse y es un esfuerzo que debe aquilatarse correctamente.

Pero la estrategia de tratar de garantizar con la Guardia Nacional la seguridad local no funciona, nunca va a alcanzar si no se construyen policías locales eficientes y homologadas con base en un modelo nacional. No digo que todas las policías tengan que estar bajo un mismo mando, pero sí deben estar homologadas en adiestramiento, equipo, controles internos, incluso en la formación de mandos: debe haber una academia de donde salgan esos mandos con una formación básica. Hoy no es así: García Harfuch da resultados porque tiene esa formación de toda la vida. Los secretarios de seguridad que pueden presumir de lo mismo se cuentan con los dedos de la mano, en el ámbito local y federal.

Mucho se han criticado los vicios que tuvo la Policía Federal, pero creo que no se han aquilatado los méritos y se han dilapidado, como en muchos otros ámbitos, experiencias y capacidades institucionales y profesionales, que se tardó años en construir. Decir que todo estaba podrido y que había que comenzar de cero es una falacia. Lo que sucede es que, como en casi todo, en lugar de buscar esfuerzos superadores se prefirió desechar instituciones y capacidades individuales del pasado para comenzar de cero.

Paradójicamente la demostración de que esa es una política equivocada la tenemos precisamente con García Harfuch en la ciudad de México, y si de algo puede presumir Claudia Sheimbaum es precisamente de los números capitalinos en términos de seguridad. Eso no ha impedido que desde los sectores duros de la 4T se siga viendo al secretario de seguridad capitalino como un factor exógeno que en muchos casos se trata de ignorar o incluso de destruir. Ese éxito en la ciudad de México es lo que confirma que la estrategia federal es incorrecta.

Viene todo el debate en los próximos días sobre la incorporación o no de la Guardia Nacional a la Defensa Nacional. Ya hemos dicho que en los hechos así es como funciona hoy. Se puede analizar el modelo institucional, ver sus ventajas y desventajas pero poco cambiará si ello no se incluye en una estrategia que permita desarrollar un verdadero modelo policial nacional que sea parte de una estrategia de seguridad que tenga como eje reducir drásticamente la impunidad trabajando en las policías, los ministerios públicos, las fiscalías y los jueces, una estrategia que trasciende y mucho a la Guardia Nacional. Y que requiere recursos: invertimos un tercio, por porcentaje del PIB, en seguridad de lo que invierten Colombia, Argentina o Chile.

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