4.08.2022 En medio de las controvertidas relaciones que mantiene el gobiernos de México con Estados Unidos, hay capítulos que no se aquilatan en nuestro país con la importancia que tienem: uno de ellos es la relación con organizaciones o países considerados terroristas por Estados Unidos o distintas instancias internacionales. Más allá de la relación con Cuba, una de las que más inquita en Washington es la establecida con dos países que han desarrollado una intensa sociedad entre sí, como Venezuela e Irán, y la relación de éstos con grupos como Al Qaeda y Hezbolá.
En esa lógica se inscribe el caso del avión venezolano, en realidad de una empresa iraní, que visitó en varias ocasiones México y que desde Querétaro viajó a Argentina donde ha sido retenido por las autoridades ante las demandas del gobierno de los Estados Unidos. Eso ocurrió el 6 de junio pasado y ahora el departamento de justicia de la Unión Americana ha pedido el decomiso del avión e iniciado su propio proceso contra sus tripulantes y las empresas propietarias.
El dato duro es que un avión boletinado por las autoridades estadounidenses, con una tripulación ligada a la Guardia Revolucionaria Iraní, considerada terrorista por la Unión Americana, con otros 14 pasajeros venezolanos, estuvo en México, no hubo control sobre su tripulación, recibió una carga que es sospechosamente pequeña para un avión de esa magnitud, y partió hacia Argentina, donde permanece detenido junto con su tripulación y aquí nadie se ha dado por enterado.
El avión estaba boletinado por autoridades aeronaúticas pero también por la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC), con la que México mantiene una relación particularmente estrecha. Era propiedad de la compañía estatal venezolana Conviasa, que está en la lista negra de la OFAC que, como se sabe, elabora un listado de personas y empresas con las cuales está prohibido operar, basada en lo que considera una amenaza para la seguridad nacional de la Unión Americana. La Guardia Revolucionaria Iraní, y su grupo de élite llamado Qduas, están en esa lista, pero además son considerados agentes terroristas, por los atentados que han cometido en distintas partes del mundo. El avión hasta enero pasado era propiedad de una empresa iraní que también está en esas mismas listas, porque se considera que vende y aprovisiona ilegalmente de armas a organizaciones terroristas.
En mayo, el gobierno de Paraguay había boletinado al mismo avión porque había llegado a Ciudad del Este, en la Triple Frontera, donde se unen Paraguay, Brasil y Argentina, una zona de alto índice de tráfico de drogas, armas y personas. La denuncia fue respaldada por el gobierno de Estados Unidos. Cuando se lo quiso detener, el avión había partido con rumbo desconocido y apagado transponedores.
Todos esos datos constan en las listas que cotidianamente utilizan y supervisan los gobiernos, como la de OFAC, incluyendo por supuesto el de México. No se debía permitir el ingreso a nuestro país de ese avión, no se podía comerciar con él ni tampoco cargarle combustóleo, se debería saber que, por lo menos los miembros iranís de su tripulación, eran miembros de la Guardia Revolucionaria, y que el comandante es un miembro activo de la misma, familiar, además, del ministro del interior de Irán.
Tan pública era esa información, que el avión, que aterrizó primero en la ciudad de Córdoba, Argentina, (fue obligado, porque ese día había una intensa niebla en Buenos Aires), no fue surtido de combustible por las empresas YPF y Shell, porque sabían que estaba boletinado por la OFAC. Se dirigió a Buenos Aires donde tampoco fue aprovisionado, por eso trató de llegar a Montevideo. Pero el gobierno de Urugay no le permitió aterrizar y regresó a Buenos Aires, donde por la denuncia que recibieron fiscales y jueces, terminó siendo retenido, tanto el aparato como sus tripulantes, ahora reclamados por Estados Unidos.
Nadie ha reclamado, por cierto, la carga (repuestos de automóviles) que había recibido en Querétaro. Quien haya vendido esa carga y quien la haya comprado, además, estaría violando las normas de la OFAC, que prohibe operaciones con empresas o personas boletinadas. El avión, un Dreamliner, es absurdo que sólo llevara esa pequeña carga, y mucho más una tripulación tan nutrida de casi 20 personas.
Se ha reconstruido el itinerario de ese avión antes de volar de Querétaro a Buenos Aires. En apenas tres semanas, había estado cinco veces en Caracas, cuatro en Teherán (capital de Irán), dos en Ciudad del Este (Paraguay), dos en Belgrado (Serbia), una en Moscú y otras dos en Querétaro. Ese solo itinerario de vuelos lo volvería altamente sospechoso.
El gobierno argentino, con buenas relaciones con Venezuela y con Irán, a pesar del atentado contra la mutual judia AMIA en Buenos Aires, en 1994, que dejó 22 muertos, atentado con participación iraní, quiso hacer pasar todo por una confusión. Pero la justicia opinó todo lo contrario, profundizó en las investigaciones y esta semana se han sumado a ellas las autoridades de Estados Unidos.
En México, alguien piensa que no es tema. Se equivocan. Habrá que ver hasta donde se estira la liga de la investigación. El hecho es una demostración más del caos que aqueja al sector aéreo en el país, exhibe la falta de controles de seguridad y quizás complicidades con personajes y empresas no sólo cuestionables sino también internacionalmente denunciadas.
Columna
Relaciones tóxicas: México-Venezuela-Irán
JFM