20.10.2022
El manoseo de la clase política con la seguridad pública del país, oscila entre la irresponsabilidad y la negligencia. Pareciera que no se asume que hay más de 80 asesinados cada día, que hay territorios donde el control no lo tiene el Estado, que en este sexenio hay ya 30 mil desaparecidos, que las extorsiones, el cobro de piso, los asaltos a comercios y trailers dañan cotidianamente a la sociedad y las empresas, parece importar poco que el 64 por ciento de las personas se sientan inseguras y que ese porcentaje aumente hasta el 70.5 por ciento en las mujeres. Que haya ciudades como Fresnillo, Irapuato, Zacatecas o Naucalpan, donde los índices de percepción de inseguridad superen el 90 por ciento.
Salvo algunas voces, cada día más aisladas, en la clase política están jugando electoralmente con la seguridad y pareciera que ninguno de los actores, como ya ha pasado en sexenios pasados, quiere encontrar una solución estratégica al tema, pese al creciente empoderamiento criminal.
El debate que se ha dado entre gobernadores de la oposición y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, es uno de los muchos sinsentidos que vivimos en este ámbito. Discutir sobre índices de inseguridad sin más, sin tomar en cuenta siquiera los porcentajes de población, no sirve para nada. Que el secretario de Gobernación en lugar de buscar coordinar los esfuerzos de la seguridad esté usándola para su precampaña, es irresponsable. Ningún gobernador, por otra parte, sea del PRI, PAN o MC, ha rechazado la presencia de militares en sus entidades. Pero resulta de poco valor civil que simplemente se callen y no aporten al verdadero debate explicando porqué necesitan y quieren que los militares permanezcan en sus entidades: saben que sin ellas ningún estado podría soportar los embates de la criminalidad.
La pregunta es cuántas entidades federativas tienen además policías eficientes o cómo se pueden establecer políticas de seguridad exitosas con colaboración institucional, presencia y control de la sociedad civil, sobre todo de empresarios dispuestos a apoyar social e inclusofinancieramente esos esfuerzos, y qué políticas con objetivos bien definidos pueden implementarse.
Siguiendo ese esquema de cooperación y colaboración institucional, presencia social y empresarial y objetivos claros se han dado casos de éxito que ahora pareciera que nadie recuerda. Casos como Ciudad Juárez y Tijuana hace años, dos ciudades que luego se volvieron a dejar caer en manos del crimen organizado, fueron exitosos; Nuevo León desde la creación de la Fuerza Civil, tiene una de las mejores policías del país creada con base en el modelo de la Policía Federal, pero con una enorme participación social y empresarial detrás de ella; lo que estamos viendo en la ciudad de México, desde que asumió Omar García Harfuchla secretaría de seguridad, con un abatimiento de todos los índices delincuenciales marca un camino; Coahuila, Yucatán, incluso Tamaulipas, a pesar del enfrentamiento entre la federación y el ex gobernador Cabeza de Vaca son estados que han tenido avances importantes en ese ámbito, más allá del partido que los gobierne. El propio éxito en la caída del número de secuestros a nivel nacional se enmara en ello. En vez de profundizar las rupturas habría que ahondar en las historias de éxito. Nadie parece recordarlas.
La forma en la que se está llevando, desde el oficialismo y desde la oposición, el debate sobre la participación de las fuerzas armadas en seguridad es desastroso para las propias instancias militares. Unos las hacen aparecer como instancias subordinadas y militantes, los otros como un monstruo que se quiere apoderar del Estado. Las marchas y contramarchas con un tema que sería sencillo de solucionar, como el diálogo entre autoridades militares y legisladores, se han convertido en una trama de agravios de la que será muy difícil zafarse. Y al final pareciera que lo que menos existe es voluntad para desatorar el conflicto. Ya es tema electoral y como la sucesión ya está abierta, muchos han elegido la seguridad como el tema de confrontación. Pero no para un debate superador, que urge,sino para convertirlo en un juego de descalificaciones en el que sin duda habrá un ganador, los grupos criminales.
Ucrania y México
Otro tema incomprensible y desconcertante: la negativa de Morena en la cámara de diputados a permitir una intervención remota del presidente Volodimir Zelensky, el mandatario ucraniano, en ese recinto legislativo. La forma en la que el gobierno federal está tratando la invasión rusa a Ucrania es lamentable, insistiendo en que lo que existe es un conflicto interno y no, como lo es, una invasión de un país más poderosos contra un vecino.
Más contradictorio es todo esto porque la semana pasada México, a pesar de los coqueteos con Rusia, ha votado en la ONU a favor de la condena al régimen de Vladimir Putin por sus intentos de anexión de las provincias del este de Ucrania. En total 146 países votaron contra el régimen ruso. En coherencia con ello habría que permitir la intervención del presidente ucraniano, que evidentemente es la parte agredida en este conflicto. Pero en Morena, muchos todavía ven con simpatía a Putin, y hasta trabajan para él y sus medios. Aunque Putin, como ocurrió con el acuerdo aeroespacial, simplemente los use.