13.01.2023
Pasan demasiadas cosas extrañas en el país. Una de ellas, para mi incomprensible, es la movilización de 6 mil elementos de la Guardia Nacional en el Metro de la ciudad de México con el argumento de que suceden “hechos fuera de lo normal” en el transporte colectivo más transitado del país, más de 4 millones de pasajeros al día. Traducido al español lo que eso quiere decir es que el gobierno federal y el de la ciudad consideran que los últimos accidentes, como el choque entre dos trenes el sábado pasado, o el incendio de las llantas de un vagón el miércoles, son consecuencia de sabotaje o atentados.
En realidad, se trata de problemas de mantenimiento muy delicados, entre los que se deben incluir la caída de la línea 12 y el incendio del cerebro del metro en la estación Balderas, los dos más graves junto con el choque del sábado,de los muchos accidentes ocurridos durante el sexenio. No hay pruebas para decir que existe un sabotaje sistemático. Eso de que una caja negra de un vagón del metro fue encontrada en una camioneta suena muy extraño porque ocurrió supuestamente el sábado y se dio a conocer apenas ayer. Y todo eso se suma a una estrategia política de presentar a Claudia Sheinbaum como víctima, cuando en realidad las víctimas son los usuarios, que incluso han pagado con la vida por estos accidentes.
No se trata, necesariamente, de responsabilizar a la jefa de gobierno por lo ocurrido, pero convertirla en víctima como lo han hecho el presidente, los gobernadores de Morena y sus simpatizantes, es la peor estrategia comunicacional posible.
Pero de allí a utilizar 6 mil elementos de la Guardia Nacional para cuidar el Metro hay una distancia sideral. Primero, no es necesario, porque existen fuerzas de seguridad suficientes en la ciudad de México para hacer esas tareas de control. Segundo, hacerlo con elementos de la Guardia Nacional, que no estarán armados y que no harán otra función diferente a la de los policías auxiliares, no tiene demasiado sentido. Tercero, utilizar a miles de elementos de la Guardia Nacional cuando hay muchos lugares del país que viven una situación de inseguridad francamente grave y que requieren de esos elementos (un ejemplo: se enviaron ayer seis mil a cuidar el Metro pero sólo 200 guardias nacionales a Acapulco que vivió un inicio de año de alta incidencia delictiva, con más de una decena de asesinatos, secuestros, extorsiones) no ayuda en nada, al contrario: alimenta el sentimiento antichilango que existe en muchos estados.
Sin duda los accidentes del Metro afectan, aunque no son en absoluto algo definitivo, la imagen de la jefa de gobierno de cara a su precandidatura presidencial. Pero las medidas adoptadas en lugar de ayudarla la dañan. Victimizar a funcionarios por accidentes que afectan a la ciudadanía nunca ha sido una buena estrategia. Utilizar recursos de la seguridad pública federal para vigilar instalaciones que ya son vigiladas por instituciones locales y que son necesarios en otros espacios, tampoco, con un agravante: si existieran esos supuestos sabotajes, de los que no existen pruebas aún, no sé muy bien qué podrían hacer esos elementos de la Guardia Nacional para evitarlos. Lo que se necesitaría sería inteligencia e investigación, no más custodias.
Claudia sigue teniendo ventaja en la lucha interna de Morena, lo que menos puede o debe hacer es victimizarse o tomar medidas de exageradas ante hechos en los que simplemente lo que habría que hacer es asumir responsabilidades y corregir errores.
La conspiración de Ovidio
Otro tema en el que se han utilizado teorías insostenibles, en este caso desde la oposición, es sobre el operativo con el que se detuvo a Ovidio Guzmán López. Dos me parecen especialmente insostenibles. Una la publicó Marco Rascón en redes, y dice que los que hicieron el operativo fueron la Marina y la DEA, porque en Jesús María el ejército protegía a Ovidio. Otra versión dice que en realidad el operativo lo hicieron mercenarios de la empresa Blackwater, sin participación de la Marina. Son dos tesis delirantes, que ignoran incluso el hecho de los diez elementos del ejército mexicano fallecidos en la operación.
En realidad fue un operativo que, como dijo el secretario de la Defensa, el general Luis Crescencio Sandoval, tuvo más de seis meses de preparación, no tuvo nada de improvisado, y que además tuvo que instrumentarse aprendiendo de lo que había sucedido en el culiacanazo: se le dio seguimiento a Ovidio para que no estuviera en una zona urbana y se lo detectó en Jesús María, en una de sus principales zonas de operación pero donde tendría menores posibilidades de bloquear el accionar de las fuerzas militaresque en Culiacán.
Los enfrentamientos y generaron 29 víctimas (10 militares y 19 sicarios) en la zona fueron especialmente violentos porque Ovidio tenía alta protección con muchos de los sicarios y pobladores de la zona, incluyendo un número importante de vehículos blindados y de fusiles tipo Barrett, que obligaron a la utilización para neutralizarlos de helicópteros Black Hawk, como se vio incluso en distintosvideos.
La estrategia de seguridad tiene muchos grises y carencias, pero el operativo para detener a Ovidio fue parte de una batalla en la que las fuerzas militares actuaron en forma impecable e implacable.