13.06.2023
Si la forma es fondo, como decía Jesús Reyes Heroles, en Morena y desde Palacio Nacional se han cuidado las formas para el proceso de selección de su candidato o candidata para el 2024 para, en el fondo, acabar con todas las normas legales que rigen ese proceso.
No veo que el INE y mucho menos el TEPJF vayan a inhabilitar a los participantes en este mecanismo echado a andar desde hace meses, pero oficializado este domingo, digno de una reedición (algo así como la versión 2.0) de aquellas Palabras Mayores de las que escribía Luis Spota en 1975, coincidiendo con el destape de José López Portillo.
Es verdad que se trata, en la forma, de un proceso distinto: se supone que mucho más abierto, con suelo parejo y, a pesar de lo que diga la declaración firmada por todos, con una intensa competencia que, a falta de debates formales deberá estar marcada por una profunda confrontación porque no nos equivoquemos: más allá de declaraciones de continuidad, las personalidades políticas y las formas de entender el país y sus exigencias, son muy distintas entre Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Ricardo Monreal y Adán Augusto López (los casos de Fernández Noroña y Manuel Velasco son diferentes, ya los analizaremos).
“Detrás de una verdad siempre se oculta otra verdad” decía García Márquez y citaba en su libro Spota, y en este caso es evidente: por supuesto que ninguno de los cuatro aspirantes de Morena trae en la mente “traicionar” a López Obrador. Entienden que políticamente sería inviable, pero, además, todos ellos han sido parte central, para bien y para mal, de esta administración de sus aciertos y de sus errores.
Lo que sí pueden y deben hacer es especificar qué quieren para el futuro, asumiendo que los márgenes para plantearlo mientras permanezca en la presidencia López Obrador (e incluso después) siempre serán relativos. Pero necesitamos saber, para formarnos una opinión de ellos, qué harán con la seguridad, la salud, la educación, qué harán ante una economía que para 2024 y 2025 no tendrá recursos porque no hay forma en el corto plazo de recuperar los colchones que tuvo este gobierno cuando inició en diciembre del 2018. Ya el propio presidente López Obrador ha dicho que era posible una crisis en 2025.
¿Qué harán ante ello, ante los 160 mil muertos, los 40 mil desaparecidos, con el desabasto de medicinas, con la ineficiencia el sistema de salud, con una educación que retrocede, con una economía que no crece?. Si los aspirantes nos contestan con la trillada frase de la continuidad, no tiene sentido realizar este ejercicio. Que decida el presidente y ya. Es mejor el dedazo.
Tener piso parejo, tener un sistema de encuestas viable, tener cuatro, seis en realidad, sumando a los del Verde y PT, aspirantes, no sirve de nada sin mantener un debate, incluso sobre su formación personal y profesional, sus diferentes formas de ver la vida y el país. Hay en los lineamientos aprobados puntos que por sí mismos no se sostienen: el de no debatir es uno de ellos, el de no confrontarse es otro, el de que sus partidarios tampoco lo hagan es imposible de lograr, ya está ocurriendo, y hay otros que rayan en lo inverosímil como ese que dice que deberán “evitar los medios de comunicación reaccionarios, conservadores, adversarios de la cuarta transformación y partidarios del viejo régimen”.
No nos engañemos: puede haber casos muy puntuales, pero ningún aspirante va a resignar su candidatuta por no aparecer en medios que considera opositores y más aún, cualquier aspirante que se precie de tal tendría que ir a todos los medios y con esos comunicadores, críticos o no, para exhibir sus ideas y principios y defender, o no, al régimen en el que trabajaron y ayudaron a construir. Ningún político va a caer conscientemente en una trampa mediática, pero sin confrontación de ideas, sin debates, sin libertad para ejercer esa misma confrontación, ningún sistema de elección funciona. Y si este ejercicio quiere legitimar el proceso de selección debería privilegiar esa exigencia, no acotarla o anularla.
Decíamos que los casos de Velasco y Fernandez Noroña son diferentes al de los aspirantes de Morena por dos razones: primero porque evidentemente representan a sus partidos, el Verde y el PT, que más allá de estar alineados con Morena tienen, también sus propios intereses y objativos, legítimos o no. El registro es uno de ellos. La candidatura presidencial está lejos de ese objetivo mucho más terrenal. Segundo, porque no me puedo imaginar que el presidente acepte una candidatura de otro partido sino de alguien que no formó parte de su administración.
Por eso pueden jugar el mismo juego pero con otras cartas, pueden ir en una alianza total en la presidencial y pueden moverse de forma diferente en las estatales (hay nueve elecciones de gobernador) y en lo legislativo. Para el Verde, por ejemplo, Chiapas es uno de sus mayores proveedores de votos, por eso estará en la encuesta Manuel Velasco y por eso personajes como el diputado Luis Armando Melgar, que el sábado tuvo un concurrido informe de labores en Tapachula, se ha consolidado como un político influyente en el estado y ha construidfo un perfil muy competitivo para las elecciones locales del 2024.