14.08.2023
El fracaso de los gobiernos populistas llamados de izquierda, ha llevado a la glorificación de autoritarismos de derecha. El mayor ejemplo de ello es el gobierno de Nayib Bukele en El Salvador. El mandatario salvadoreño ha tenido un éxito inédito en controlar la violencia e inseguridad derivada de las maras, las pandillas que nacidas en Los Angeles y San Diego, entre jóvenes migrantes salvadoreños, en las cárceles, se fue transformando en una organización criminal trasnacional. El Salvador que estuvo azotado durante años por la guerra civil, trascendió a una democracia bastante imperfecta, pero democracia al fin, que permitió que luego de sucesivos fracasos de gobiernos de derecha e izquierda, accediera al poder Nayib Bukele, en el momento de mayor poder de las maras.
Bukele fue presidente municipal de San Salvador por el Frente Farabundo Martí, pero fue expulsado por el FMLM y creó una organización de centroizquierda propia pero el tribunal electoral le impidió participar en los comicios de 2019. Se alió entonces con una alianza de centroderecha con la que ganó en forma abrumadora las elecciones en 2019, desplazando a los dos partidos tradicionales, el FMLN y ARENA.
Comenzó con un programa de seguridad contra las pandillas que, según la administración Biden, era un acuerdo con las maras para que redujeran la violencia. Todo indica que esos acuerdos fueron reales, pero rápidamente se rompieron.
En marzo de 2022, ante una altísima ola de homicidios cometidos por las maras, dio un giro de 180 grados, y declaró el régimen de excepción, implementó una política de cero tolerancia ante el crimen, detuvo a miles de pandilleros, en muchas ocasiones sin orden judicial previa, construyó la cárcel de alta seguridad más grande de América latina y recluyó allí a la mayoría de ellos en condiciones extremadamente duras, casi sin comunicación con el exterior, redujo sus comidas a dos por día, con obligatoriedad de trabajar durante el periodo de prisión y estableció que sus propias familias debían financiar la reclusión. Acabó con cualquier forma de propaganda de los maras, comenzando con los tatuajes e incluso destruyó todas las tumbas en que se hiciera ostentación de logotipos y mensajes de alguna forma relacionados con las maras u otra organización criminal.
El hecho es que la caída de la violencia ha sido notable, y en 2022 los índices de homicidios cayeron un 57 por ciento respecto al año anterior donde ya habían caído más del 50 por ciento respecto al 2020. Hoy son francamente menores. Las medidas implementadas han generado críticas de organismos de derechos humanos, pero Bukele los ha ignorado sistemáticamente. La semana pasada con motivo del asesinato de la niña Milagros Monserrat en León, Guanajuato, apuñalada para intentar robarle la mochila, Bukele exhibió en un video esas imágenes, criticó la política de seguridad permisiva de López Obrador y comparó la situación de México con la que prima en términos de seguridad en su país.
Bukele ha cometido muchos errores en su gobierno, manteniendo siempre una tónica profundamente autoritaria. Pero los éxitos en la seguridad pública le han dado enorme popularidad. El 85 por ciento de los salvadoreños lo apoyan y el 91 por ciento está de acuerdo con las duras medidas tomadas en contra de los maras y pandillas que han sido calificados por el gobierno como grupos terroristas.
Ganó ampliamente las elecciones de 2021 y ha concentrado el poder con la destitución de los magistrados de la Sala de lo Constitucional y del fiscal general de la república, ha reducido el tamaño del congreso y pese a que la constitución lo prohibe, ha anunciado que se presentará como candidato en los próximos comicios de 2024.
Las políticas de seguridad de Bukele han comenzado a implementarse en Honduras (donde Bukele goza de mucha popularidad), las asumió este fin de semana el gobierno ecuatoriano de Gillermo Lasso después del asesinato del candidato Fernando Villavicencio y existe un creciente interés por la estrategia Bukele en distintos países. La tentación es muy fuerte: acabar con la inseguridad de forma drástica garantiza sin duda popularidad, pero se olvida que Bukele lo ha hecho ejerciendo la mano dura no solo contra los criminales sino también contra sus adversarios políticos y traspasando los marcos legales.
Estoy convencido de que, en términos de seguridad, estrategias como la de abrazos y no balazos, que llegan al absurdo de tratar de deslindar al cártel de Sinaloa del narcotráfico en Ecuador o de su participación en el asesinato de Villavicencio, son el mayor fracaso anunciado que puede haber en ese ámbito. La consecuencia es, como lo vivimos, el empoderamiento criminal y el debilitamientodel Estado. La contracara es Bukele: se controla la seguridad pero se pierden derechos y se concentra el poder en una persona que a sus 42 años piensa mantenerse en el mismo por bastante tiempo, más allá de las normas constitucionales.
La aplicación estricta de la ley y romper con la impunidad es básico en una estrategia de seguridad exitosa, centralizar los esfuerzos y golpear dura y continuamente las redes criminales también, pegando en todos los niveles de las mismas y haciendo que la justicia sea efectiva. Pero garantizando derechos elementales y sin perder la democracia. La estrategia Bukele sin duda es atractiva, pero es también profundamente peligrosa.