24.08.2023
“Hemos conseguido el aterrizaje suave. La India está en la Luna”, declaró Shri S. Somanath, jefe de la agencia espacial india, minutos después de que el módulo Vikremde de la misión espacial Chandrayaan-3 alunizó en el polo sur lunar, luego de realizar una maniobra de frenado y aproximación a su destino, explica el comunicado oficial, que ha sido completamente automática y que supone un enorme reto tecnológico. Nadie lo había logrado antes. La India se convierte así en el cuarto país que aterriza con éxito en la Luna y el primero que lo ha hecho en el polo sur del satélite.
Es un logro fenomenal, porque mucho del futuro de las siguientes misiones espaciales, incluyendo el viaje a Marte, dependerán del agua que se encuentra en ese polo sur lunar. Allí, donde apenas la semana pasada se estrelló una nave rusa que no logró su alunizaje, tratarán de llegar en las próximas semanas, naves de Estados Unidos y Japón. Se trata, en los hechos, de la nueva carrera espacial que tiene objetivos estratégicos en términos económicos, políticos, científicos.
Es fácil recordar cómo algunos años atrás México se equiparaba en términos geopolíticos e incluso de desarrollo con la India. Pero eso hace mucho que quedó atrás. La India ha apostado a su desarrollo económico y su integración, incluso más allá de sus gobiernos y conflictos internos, Narenda Mori, su hoy primer ministro, muy polémico, tiene tonos populistas muy parecidos a los de López Obrador, pero el desarrollo del país está enfocado en objetivos completamente diferentes.
Mientras aquí desaparecemos en Conacyt, acabamos con las becas para los estudios superiores sobre todo en el extranjero, por decisión oficial se rompe la relación de ese y otros organismo del Estado en la investigación asociada a la iniciativa privada, mientras en los libros de texto se deja de lado a las matemáticas, las ciencias y se pone en el acento en la ideología, en la India han hecho todo lo contrario: el centro de la atención en la educación está en las ciencias, las matemáticas, la ingeniería, el presupuesto para el sector se ha multiplicado asociando al Estado con la iniciativa privada (de otra forma la odisea espacial hubiera sido imposible); los jóvenes enviados por la India a estudiar a Estados Unidos y otros países son innumerables; incluso se ha mejorado la enseñanza del inglés (el idioma oficial de la India, donde se hablan otros mil idiomas locales) para que se multiplicaran desde centros de inversión hasta call centers en el enorme país asiático.
La India es el país más poblado del mundo. Apenas en abril ha superado a China, su población es diez veces mayor a la mexicana, unos mil 500 millones de habitantes, muchos de ellos aquejados históricamente por diferencias religiosas, geográficas, por el hambre: unos 300 millones viven aún en la pobreza extrema, porcentualmente los mismos que en México.
Pero esos índices eran mucho mayores hace algunas décadas. Lo que ha cambiado en mucho la situación y evitado las hambrunas haciendo llegar alimentos a la mayoría de la población es la adopción de una agricultura con utilización masiva de semillas genéticamente mejoradas. Eso permitió acrecentar dramáticamente la producción y reducir las enormes importaciones sobre todo de granos y avanzar hacia un esquema relativamente autosuficiente. Es exactamente lo contrario de lo que estamos haciendo en México, donde irracionalmente y sin ningún sustento científico se ha prohibido la producción y compra de maíz y granos genéticamente modificados e incluso el uso de plagicidas como el glifosato, ambos utilziado globalemnte en la agroindustria. En lugar de semillas mejoradas se quiere regresar al maíz originario.
Cuando Alfonso Romo era coordinador de gabinete de López Obrador, aún en el periodo de transición, hablamos con él sobre lo que se haría en muchos ámbitos. Y hablamos del desarrollo agropecuario. “Tenemos otro México, me decía entonces Romo, que vive en el siglo XVII, que tenemos que apoyar de forma diferente. A la secretaría de Desarrollo Social le vamos a quitar todo lo que podamos de programas clientelares que no se necesitan y vamos a darle una orientación a que sea sustentable el apoyo. Apoyar a la productividad por hectárea. Pongo el ejemplo: de maíz, en el norte, en Sinaloa, da 14 toneladas por hectárea, te vas a Oaxaca, o a Chiapas, y da una tonelada por hectárea. Si yo traigo un programa de semilla mejorada, puedo subir la productividad por hectárea. Y así lo he hecho, en lo personal, por eso lo platico, puedo subir la productividad por hectárea de una a dos, tres toneladas. Esos son muchos salarios mínimos… el sureste de México esté prácticamente abandonado… no hay extensionismo agrícola; no ha habido investigación de desarrollo. Está abandonado el campo. Entonces atendamos estas zonas que hoy dependen de la agricultura, que con muy poco pueden mejorar su nivel de vida, y poco a poco, incorporarlos a la modernidad. Para ellos una buena semilla es modernidad”.
Se hizo exactamente lo contrario. Hoy México está en un panel del TMEC tratando de convencer a Estados Unidos y Canadá de que las semillas genéticamente transformadas dañan la salud sin ninguna evidencia científica. La India con eso ha logrado reducir el hambre y la pobreza. Nosotros despreciamos la investigación científica y la queremos equiparar con el conocimiento comunitario: la India ha llegado al punto de más difícil acceso en la Luna, un logro notable realizado con la asociación científica del Estado con la iniciativa privada. Decida usted cuál es el camino correcto.