28.08.2023
Todos los aspirantes a la presidencia para el año próximo, los de Morena y las del Frente, han ignorado, más allá de algunos capítulos generales, el que es el punto central de cualquier agenda de gobernabilidad futura: recuperar la seguridad. Claudia ha dicho que ella ha demostrado cómo hacerlo en la ciudad de México, pero obvia el dato concreto, duro, de que la estrategia de seguridad en la capital es diferente a la aplicada a nivel nacional. Marcelo, que también reivindicó su gestión como secretario de seguridad y luego como jefe de gobierno, atribuyéndose el origen de esa estrategia, presentó una serie de propuestas que van sobre todo al ámbito de control cibernético, cámaras, equipos, una suerte de Plataforma México 2.0 que está muy bien, pero eso tampoco es una estrategia de seguridad. Los demás en Morena han casi ignorado el tema, y en el Frente, Xóchitl y Beatriz no han pasado de enunciados generales.
Lo que no se comprende es que mucho antes de las elecciones, en enero próximo, habrá que tomar ya decisiones en seguridad que son particularmente delicadas. Según la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en enero la Guardia Nacional deberá quedará claramente bajo mandos civiles, adscripta a la secretaría de seguridad y dejar de depender de la Defensa Nacional. La SCJN lo decidió así porque así lo indica la Constitución, pero no deja de ser una decisión que, aplicada al mundo real en enero próximo, provocará un caos en la seguridad pública.
Sobre la Guardia Nacional hay posiciones diferentes y evaluaciones muy dispares, pero creo que tendríamos que estar de acuerdo en que es la única instancia de seguridad pública nacional que tendrá que ser utilizada por quien sea que se quede con la presidencia el próximo sexenio. Y también debería quedar claro que, desde el día uno, la GN tiene una formación eminentemente militar. Hay ya un porcentaje aceptable de elementos que se han incorporado en estos años, que de inicio han tenido formación policial, pero el grueso de la Guardia sigue siendo militar y se ha logrado integrar casi exclusivamente por mandos militares.
En enero póximo, si no se llega a un acuerdo político previo, la Guardia pasará a manos civiles y se desvinculará de la Defensa, pero en ese mismo momento el 80 por ciento de los mandos de la GN regresarán al ejército para no perder su antigüedad y prerrogativas profesionales. No dudo que los militares en retiro que están en la GN aceptarán quedarse en ella, pero ¿por qué lo harían militares en actividad, capitanes, coroneles, generales, mandos medios, si en ese camino pierden prerrogativas y antigüedad que han acumulado durante años?. En el actual esquema, como la Guardia depende de Sedena, sus carreras militares continúan, cuando eso deje de suceder simplemente regresarán a su institución de origen, el ejército. Y una institución de seguridad sin mandos confiables termina siendo inexistente.
No he escuchado a un solo aspirante, de Morena o de la oposición, abordar este tema. Se puede estar de acuerdo o no con la actual estrategia de seguridad, yo no lo estoy, pero la Guardia Nacional por muy poderosa que sea, no deja de ser un instrumento para cualquier estrategia de seguridad, la actual u otra. La eficiencia de las instituciones, de los instrumentos está determina por la forma en las que se las usa, pero no hay uso posible si esa institución termina desmembrada. El problema comenzará en enero, pero en octubre quien sea que gane la presidencia se encontrará con que no tendrá instrumentos con la que tratar de imponer su política de seguridad… salvo que se vuelva a pedir la participación del ejército y la marina.
No se trata sólo de ello. Cualquier estrategia de seguridad debe abordar dos temas también abandonados tanto por el oficialismo como por la oposición. Primero crear un verdadero sistema policial nacional, no una expresión de deseos políticos, sino un sistema real, fiable, medible, homogéneo. Con fuertes policías locales, estatales y donde sea posible municipales formadas todas bajo un mismo modelo, armamento, formación, controles de confianza de sus mandos. Eso requiere una reforma legal, un esfuerzo y una voluntad política tanto en lo federal como en lo estatal y recursos para llevarlo a cabo. Y de allí deberían salir buena parte de los futuros cuadros de una GN civil. Hoy no los tenemos.
Sin eso no habrá sustento de seguridad alguno. Lo vemos todos los días, donde hay policías locales fuertes y organizadas, como la ciudad de México y Yucatán (en Nuevo León el gobierno de Samuel García está dilapidando la inversión y capacitación que se hizo en la Fuerza Civil y las fuerzas de seguridad locales) no sólo existe mayor seguridad cotidiana sino también una operación mucho más eficiente de la Guardia Nacional y de las fuerzas militares cuando son requeridas. En Guerrero o Zacatecas, no hay Guardia Nacional que sea suficiente.
El otro gran tema es la policía de investigación. No debería haber nada más civil en nuestro sistema de seguridad que la policía de investigación y sin embargo es casi inexistente. Quienes sueñan con un FBI mexicano tendrían que comenzar por ello: por crear una policía de investigación fuerte, poderosa, integrada a una fiscalía general realmente autónoma, que pueda replicarse en los estados. Sin ella, lo que se impone es el reino de la impunidad, como ahora ocurre. Eso tampoco está en la agenda, ni del oficialismo ni de la oposición. Y ese andamiaje no se puede comenzar a pensar o construir en octubre próximo.