07.09.2023
Una vez más una elección interna de Morena ha terminado con una ruptura, en este caso la muy anunciada de Marcelo Ebrard. Este también, aunque como era previsible la mayoría del partido y de sus aliados han apostado por la misma carta: desde que inició la campaña virtual hace más de un año y sobre todo luego del inicio del proceso de consultas, Claudia Sheinbaum era la favorita y finalmente será la candidata presidencial de Morena y sus aliados. En 2024, sea Claudia o Xóchitl, a partir del primero de octubre, una mujer presidirá México.
El proceso de elección en Morena fue tortuoso y complejo, colofón de unas campañas en las que no se permitieron los debates y en los que se impuso la inercia. No había debates y no hubo confrontación. Desde el momento en que hubo seis candidatos, tres de ellos sin posibilidad alguna, resultaba evidente que Claudia sería la candidata. Si en algún momento, Marcelo propuso ser no sólo la continuidad de la 4T sino transformarla, llevarla a otro nivel, la ahora candidata se presentó siempre como la continuidad, aunque al final no será exactamente así.
Claudia quizás no tendrá que realizar una operación cicatriz en gran escala si Marcelo como todo lo hace prever rompe, se vaya o no a otro partido. Es más, hace un mes decíamos aquí que, hipotéticamente si Marcelo rompía con Morena y se convertía en candidato presidencial de Movimiento Ciudadano, ello movería el escenario para la propia Claudia. Una elección polarizada entre dos es un escenario muy diferente que una entre tres, cuando dos, en los hechos, se dividirían los votos opositores.
Pero si fuera así, hoy (nadie sabe qué sucederá dentro de nueve meses) Marcelo podría tener, basados en los mismos números de las encuestas de Morena y más allá de las irregularidades encontradas, alrededor de un 15 por ciento. Algunos de esos votos vendrán del oficialismo pero muchos más serán de la oposición, ahora concentrada en torno a Xóchitl Gálvez. Eso para elección presidencial será muy importante, pero lo sería aún más en la conformación del próximo congreso, porque las cámaras estarían divididas en tres y eso cambiaría todo el juego en un contexto en el que nadie tendrá una verdadera mayoría absoluta. Obligará a todos a negociar y ello también tendría que ser considerado en los próximos días para establecer el tono de ruptura recíproca que podría ocurrir entre Ebrard y Morena. Una ruptura, insistimos que hoy no necesariamente implica la candidatura de Ebrard por otro partido (el único que podría serlo sería MC, los demás ya han optado por Xóchitl).
Habrá que esperar hasta el lunes, que es cuando el presidente López Obrador regresará de su gira por Colombia y Chile, para ver qué sucede con Marcelo. No deja de ser paradójico que treinta años después parezca repetirse casi línea por línea la historia que vivió Marcelo en noviembre de 1993 cuando Luis Donaldo Colosio fue el candidato presidencial en lugar de un Manuel Camacho, cuyo principal y joven operador era Ebrard, esperaba esa candidatura.
Pero no habrá marcha atrás en este proceso. Marcelo tendrá que allanarse a los resultados o romper. No tiene otra opción. Claudia tendrá la candidatura y viene ahora un periodo muy complejo en la que será candidata de facto, pero legalmente estará en una suerte de vacío legal por lo menos hasta fines de noviembre próximo, cuando se registrarán los precandidatos que en los hechos ya terminaron las precampañas.
Es un periodo donde las intrigas estarán en su máximo esplendor y en el que se pondrá en juego mucho del poder real de Claudia y su equipo. Si regresamos otra vez a la analogía del proceso 93-94, lo que tiene que evitar Claudia es lo que sucedió con Donaldo, que procesos externos derrumben lo construido, en aquel entonces fue el levantamiento zapatista del primero de enero del 94 y los errores e indefiniciones de campaña del propio Colosio y de la presidencia de la república.
Allí fue cuando cambió el curso de su campaña y cuando Luis Donaldo comenzó a rectificar las cosas, el 23 de marzo de aquel año, en Lomas Taurinas, fue asesinado y todo cambió. Lo que tienen que evitar Claudia y por supuesto el presidente López Obrador, es repetir aquel proceso, evitar que se les salga de las manos el control de los temas claves del país. En el ambiente de inseguridad existente, pero también ante la difícil situación de salud, educación, de la relación con Estados Unidos, muchas cosas pueden pasar. En la política nacional nueve meses son toda una vida.
Y mucho de eso dependerá de que Claudia pueda poner su equipo, pueda tener peso en la definición de las candidaturas, pueda negociar con el presidente López Obrador para que no se quede el mandatario con todo el protagonismo. La campaña de Colosio en 1994 entró en su etapa más difícil cuando el presidente Salinas decidió salir a decirle a los priistas, a fines de enero, que “no se hicieran bolas, que el candidato era Colosio”. Paradójicamente, lo que se logró fue que se alimentara la especulación de que podría ser reemplazado por Camacho, ya entonces comisionado para la paz en Chiapas. ¿Se contendrá el presidente López Obrador más allá de la entrega de un simbólico bastón de mando?¿podrá Claudia mostrarse?. Quién sabe.