11.03.2022
Nunca había visto un gobierno que se victimizara tanto públicamente, comenzando por el propio presidente López Obrador. Nunca nada es su responsabilidad, todo lo malo que ocurre es consecuencia del pasado, de sus enemigos, de los conservadores, incluso las tragedias que él mismo provoca o tolera o que simplemente le toca sufrir.
Dice los psicólogos que la victimización es una conducta que implica una declaración de inferioridad de condiciones. Todo mundo la ha usado en alguna ocasión, pero cuando se transforma en una conducta permanente se convierte en una trampa en la que “la víctima” queda encerrado en su concepto de derrotado. Como consecuencia, no puede disfrutar ningún logro ni triunfar, pues esto sería un “pecado” para el concepto que armó de sí mismo y en el que queda atrapado.
Todo esto viene a cuento por las declaraciones presidenciales, sobre todo desde las elecciones de julio, y mucho más desde que se develó el tema de la casa gris de su hijo. La de ayer es terrible. Dijo el presidente que “los asesinatos de periodistas son utilizados como estrategia contra nuestro gobierno”. Vaya estrategia antigubernamental. Uno siempre pensó que los periodistas, aquí o en cualquier parte del mundo, eramos asesinados, intimidados, amenazados, por cumplir con nuestra labor, por informar: por eso la mayoría de los asesinos intelectuales de esos crímenes suelen ser políticos, caciques, en alguna ocasión un empresario corrupto, narcotraficantes. Desde que inició esta administración el 1 de diciembre de 2018 hasta el 14 de febrero de pasado, han sido asesinados 30 periodistas, según la organización internacional Artículo 19. Desde entonces fue asesinado un periodista más, y en las primeras diez semanas de este 2022 fueron asesinados 6 periodistas.
Claro, no se investiga y la enorme mayoría de esos casos quedan en la impunidad, ahora lo comprendemos, porque parece que asesinar periodistas es una estrategia contra el gobierno y la llamada 4T. Quizás también por eso desde la mañanera se dedica tanto tiempo a denigrar a periodistas, tratar de exhibir sus ingresos aunque sean absolutamente legales, o se crea un espacio infame para exhibir las supuestas mentiras periodistas que termina denigrando a quien lo creó.
Quizás también por eso, este miércoles en su lamentable participación en radio con Ciro Gómez Leyva, el propagandista mayor del presidente López Obrador y quien maneja todo su ejército de bots, Epigmenio Ibarra, se lamentaba de que en las redes “los cosificaban a él y al presdiente”. Pedía que se lo considerara “un ser humano con el que se puede debatir, hablar, sin insultar”. Estaría muy bien si Epigmenio no fuera uno de los personajes que mayor cantidad de insultos ha propinado a periodistas de todo tipo. Vamos, hasta a un anfitrion en radio, Ciro, lo calificó de “cobarde y mercenario”.
Ellos crearon los hastags #PrensaProstituida, #PrensaChayotera, #PrensaSicaria, y fueron los primeros en hablar de prensa sicaria, equiparando a los periodistas con los asesinos del crimen organizado.
El jefe de Epigmenio, el presidente López Obrador ha dicho que los periodistas más connotados no hacen periodismo sino “defienden intereses creados, contrarios al pueblo, les pagan todo ese dinero para mantener todo ese régimen de opresión, de injusticias y de corrupción”. Ha calificado a los periodistas en las mañaneras como “prensa fifí, conservadores, corruptos, chayoteros, maiceados, hampa del periodismo”. Una forma, sin duda de no cosificar y de tratar al adversario como un ser humano con el que se puede debatir.
El ejemplo se extiende ¿cómo olvidar que el subsecretario López Gatell en un programa con el caricaturista El Fisgón, que avaló el comentario, calificó a los padres de los niños con cáncer que exigían medicinas ante el desabasto producido por el propio gobierno, como “golpistas”?. El mismo adjetivo que se endilga a periodistas y críticos, cuando no se trata de “traidores a la patria”.
También son conservadoras, las feministas que no protestan porque se asesina a 11 mujeres por día y se produce una violación cada media hora, sino porque se trata de una agenda conservadora para atacar su gobierno. O los ecologistas, que exhiben la destrucción de selvas y ecosistemas que provoca un tren maya mal proyectado y respecto al cual no se ha hecho proyecto ambiental alguno. Todos son conservadores. Y lo mismo las madres de tres millones y medio de niños que se quedaron sin escuelas de tiempo completo o sin estancias infantiles, sin que haya una sola explicación convincente sobre porqué se cancelaron esos programas prioritarios para la gente de menores recursos.
Hasta los hechos de violencia ocurridos en el estadio Corregidora no son responsabilidad de alguna autoridad, de las agencias de seguridad privada, ni de los criminales que integran muchas de las barras bravas que generan la violencia: son consecuencia, dijo el presidente, de “resabios del pasado”. Algo así como esas masacres que ya no existen, como la de San José de Gracia, y sus 17 fusilados o los nueve asesinados esta semana en Atlixco.
Una persona que se victimiza, dicen otra vez los psicólogos, quiere llamar la atención, no asume su propia responsabilidad, acusa a los otros de sus propias desgracias y su actividad favorita es quejarse de los demás. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.