En el Frente Amplio no hubo demasiadas sorpresas a la hora de definir los aspirantes que cerrarán el proceso de selección de quien será en los hechos la próxima candidata presidencial. A Xóchitl Gálvez se han sumado el panista Santiago Creel, los priistas Enrique de la Madrid y Beatriz Paredes, y finalmente quedaron fuera los perredistas Miguel Angel Mancera y Silvano Aureoles.
Lo cierto es que no se ve cómo pudieran cualquiera de los otros tres semifinalistas disputarle seriamente la candidatura a Xóchitl, que no aún está tan cerca como muestran algunas encuestas de Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard, pero que sin duda ha construido una opción competitiva.
Decíamos, desde las movilizaciones del año pasado, que existía un movimiento social opositor real pero que no había dirigencias partidarias a la altura del mismo, tampoco, entonces, candidaturas que pudieran encabezarlo. Con la aparición de la senadora Gálvez ha sucedido lo contrario, salvo el grupo de desvelados políticos de ultraderecha que encabeza Eduardo Verástegui (que pueden ser tan dañinos y tóxicos para una opción opositora como lo ha sido Vox para el Partido Popular en España), el movimiento social opositor está claramente con Xóchitl.
El problema es que es una opción que nació y creció por fuera y hasta con la oposición de las dirigencias partidarias. En el PAN originalmente a Xóchitl no le querían dar ni la candidatura de la ciudad de México. Cuando emergió muy rápidamente como opción presidencial, los partidos tardaron en asumir esa nueva realidad, pero finalmente acordaron el método de selección en curso que ha sido bastante efectivo. El desafío es que los partidos, las dirigencias partidarias, no terminen, para defender sus intereses, rompiendo los acuerdos.
Xóchitl tiene más de 500 mil firmas en su apoyo, un 90 por ciento de ellas de personas que no son militantes partidarios. Los demás han superado también las 150 mil firmas requeridas y son los tres, Enrique, Beatriz, Santiago, políticos respetables, pero se teme que hayan alcanzado ese número con base a estructuras partidarias, a la firma masiva de militantes o afiliados en torno a uno u otro aspirante (los números de Silvano Aureoles o Cabeza de Vaca, que no pasaron finalmente porque su firmas estaban concentradas en sus estados, es un ejemplo evidente).
Puede ser, y podría ser considerado como parte de la real politik, que se impone en los partidos, que los mismos estén jugando sus cuotas legislativas y gubernaturas para el 2024 y quieren ver qué representa cada uno. La pregunta es si eso no puede alcanzar para manipular el proceso de septiembre próximo cuando la candidatura se decidirá a través de una encuesta y una elección, que tendrán el 50 por ciento de valor cada una de ellas, para definir el liderazgo del Frente.
¿Qué pasaría si a la hora de la votación (recordemos que votarán los que se han registrado vía firmas) hay una cargada partidaria a favor de cualquiera de los otros tres y discrepa el resultado de la encuesta con el de la votación?. No es una alternativa imposible, sobre todo porque tenemos en el PRI y el PAN dirigencias que quieren conservar prerrogativas, posiciones y recursos más allá incluso de la candidatura presidencial. Es verdad que sería algo así como darse un tiro en el pie, pero no sería la primera vez que alguno de esos dirigentes faltara a su palabra y a sus acuerdos. Por el bien del Frente esperemos que se quede sólo en eso, en una especulación, porque sino todo lo avanzado en estas semanas podría desbarrancarse.
Mientras tanto, en Morena no parece haber, en las encuestas, cambios significativos. Claudia sigue siendo puntera en una campaña que no lo es porque no se puede ni debatir ni confrontarse. El único que ha intentado hacerlo es Marcelo Ebrard, que insiste en que las cifras que muestran algunas encuestas no son reales y que la disputa interna está mucho más cerrada. Falta todavía mucho por ver, incluyendo desde las preguntas que se harán en la consulta hasta cuáles serán las empresas que las aplicarán, existiendo por ende un marco aún muy amplio para expresar disconformidades internas que están latentes y que, en algunos estados, han generado incluso hechos de violencia.
De la misma forma que nos tenemos que preguntar qué pasaría con el Frente si las dirigencias partidarias intentan manipular la elección y consulta del 3 de septiembre próximo, en Morena nos tenemos que preguntar qué pasaría si la disconformidad interna crece y se da, por ejemplo, un rompimiento de Ebrard.
Muchos hemos dicho que difícilmente rompería el ex canciller pero la posibilidad existe si no hay un verdadero suelo parejo en el proceso. Existe también una plataforma esperando que esa posibilidad se dé, que es Movimiento Ciudadano, que por supuesto que optaría por Ebrard antes que por cualquier otro aspirante. Si no es candidato de Morena y no siente que hubo suelo parejo, esa podría ser una opción política atractiva para Ebrard y, según algunas encuestas, eso le alcanzaría para comenzar la carrera con cerca de 20 puntos, lejos aún de Morena, pero sin duda competitivo de cara al futuro.
Son, insisto, tanto en el Frente como en Morena, meras especulaciones, pero no son descabelladas, son simplemente la demostración de que de aquí a junio del 2024, pero incluso hasta los primeros días de septiembre próximo, hay todavía mucho por recorrer y puede haber sorpresas. Nada está todavía decidido.