Los duros no ganan
Columna

Los duros no ganan

Morena sigue siendo un movimiento organizado en torno a la candidatura y luego a la presidencia de López Obrador, y cuando se acerca el tramo final de la administración y estamos ya en la sucesión presidencial, comienzan a notarse las costuras sin cerrar, las divisiones políticas e ideológicas en algunos casos profundas, en otras de ocasión, con tal de mantener espacios de poder, aparecen los rencores, los chantajes y también las mezquindades.

La dureza con que los sectores duros de la 4T han tratado la precandidatura de Omar García Harfuch a la ciudad de México tiene poco que ver con la ideología y mucho más con los espacios locales de poder, y es la forma en que esas tribus quieren medir a Claudia Sheinbaum. Quieren ver hasta dónde tiene o no el bastón de mando; si realmente tiene control o no de las fuerzas políticas en las que se apoya; saber si es susceptible o no al chantaje político. Cuando en las primeras giras de la aspirante algún gobernador permite actos desangelados, ese es el mensaje. Cuando uno de los articulistas de los sectores duros de Morena y Palacio Nacional escribe que “si el candidato de Morena en la ciudad es García Harfuch eso quiete decir que Claudia se dobló”, está representando esa forma de chantaje político.

García Harfuch no hubiera sido precandidato sin el respaldo de Claudia y la venia del presidente López Obrador. Si está en esa posición es porque ha sido el más eficiente de los funcionarios cercanos a la propia Claudia en la ciudad, en un ámbito que estuvo a punto de colapsar en los primeros meses de su administración, la seguridad pública, y lo ha hecho con una extrema lealtad a la jefa de gobierno. Agraviar a García Harfuch por su pasado familiar (que para muchos otros es uno de sus mayores haberes) o por haber sido policía, es también una forma de desacreditar a su propia candidata presidencial: García Harfuch no surgió de la nada ni le fue impuesto por nadie a Claudia, y mucho menos al presidente López Obrador, viene de las entrañas de la propia administración Sheinbaum y ha tenido durante cuatro años toda su confianza.

Un querido amigo comenzaba sus conferencias de seguridad preguntando a su auditorio, empresarios o de clase media relativamente acomodada, quién quería que sus hijos fueran policías. Nadie levantaba la mano y la reflexión era inmediata: si nadie con mayor capacidad y formación profesional quiere ser policía o trabajar en las áreas de seguridad, ¿cuándo tendremos una policía eficiente?. García Harfuch, que tiene esas capacidades, logró mejorar la policía capitalina, reducir en forma notable los índices de inseguridad que se estaban desbordando, ha golpeado a todos los grupos criminales que operaban en la ciudad, sufrió por ello un atentado que estuvo a punto de acabar con su vida, y no tiene una sola denuncia de corrupción en su contra. ¿Qué otro reconocimiento quieren los duros de Morena que se exhiba para ser aspirante?. Por cierto, Eric Adams, el alcalde demócrata de Nueva York, fue durante 20 años policía.

Clara Brugada ha sido un cuadro de la izquierda de muchos años en Iztapalapa y tengo entendido que no ha gobernado mal la alcaldía. Pero en el resto de la ciudad, salvo en los ámbitos tradicionales de Morena, no se la conoce. La de Hugo López Gatell es una candidatura impresentable: 700 mil muertes en la pandemia cuando había dicho que 60 mil serían una tragedia; comparó al Covid con una gripe; no quiso hacer pruebas masivas; luego no quería comprar vacunas; entró en conflicto con Claudia por el manejo de la pandemia en la ciudad (que implementó su propia estrategia) y con Marcelo Ebrard por la compra de vacunas a Estados Unidos, chocó con la enorme mayoría de los especialistas. Ahora dice que la gente elige vacunas por animadversión ideológica.

Pero el dato duro es que muy difícilmente Clara o López Gatell podrían ganar la ciudad. En 2021 Morena y sus aliados quedaron empatados con la oposición en un millón 900 mil votos aproximadamente. La oposición ganó nueve alcaldías de 16 en disputa y fueron donde se concentra la mayor parte de la clase media, esa misma que respeta, y conoce (que para una elección es fundamental) a García Harfuch. La elección del 2024 será muy polarizada sobre todo en los grandes centros urbanos (la mayoría de los cuales ha perdido Morena en las últimas elecciones) y sin una candidatura que atraiga a clases media, Morena tendrá difícil ganar la ciudad y eso repercute en la presidencial.

Los duros, los puros, no ganan elecciones. El propio López Obrador ganó con tanta amplitud en el 2018, en parte porque moderó notablemente su discurso, aunque después de los comicios del 2021 lo haya endurecido (y mientras en su primera mitad pudo implementar cambios importantes, en esta segunda parte buena parte de su agenda endurecida se ha empantanado). Ganan los que muestran  eficiencia pero además resultan confiables para quienes no son adictos sólo a un partido político. Ocurre con García Harfuch y ocurre en el Frente Amplio: Xóchitl Gálvez puede no ser del agrado de muchos “puros” del PAN, PRI o PRD, pero es la que resultaba competitiva, por eso es candidata.

¿Cuántos de los que se exhiben como los duros, los puros, de Morena han ganado una elección importante, cuántos han sido eficientes en su labor de gobierno, cuántos son atractivos para un electorado que no sea estrictamente el suyo?. Esa es la pregunta que Morena debe responder para decidir la candidatura en la CDMX

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