Zaldívar, de la Corte a la política
Columna

Zaldívar, de la Corte a la política

El ex presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar presentó sorpresivamente su renuncia como ministro, y horas después se reunió con Claudia Sheinbaum, anunciado que se uniría a su equipo. Es una incorporación importante de un hombre que, como todos, ha tenido luces y sombra en su desempeño al frente del poder judicial y ahora se decanta por la política.

Creo que fue un error que Zaldívar aceptara la opción de tratar de prolongar su mandato dos años al frente de la Corte, pero independientemente de eso tuvo un buen desempeño al frente del poder judicial y logró mantener una buena relación con el presidente López Obrador. Realizó una reforma que fortaleció al poder judicial, abogó por una justicia con visión de género y mantuvo un margen de autonomía importante sobre todo en esos tres primeros años de gobierno de López Obrador que podrían haber arrollado a cualquiera en su posición. 

Es obvio que Zaldívar es una figura que genera controversia pero creo que el haber sabido transitar  ese periodo tan convulso, con un presidente de la república tan intervencionista, en un contexto de debilidad institucional en los ámbitos relacionados con la justicia, habla bien de la gestión de Zaldívar en medio de enormes presiones políticas. Luego tuvo distanciamientos con Palacio Nacional, literalmente se quedó sin interlocutores en el ejecutivo y cuando se dio la sucesión en la Corte, creo que jugó mal sus cartas en medio de un clima de ya mucha beligerancia interna y del ejecutivo con el judicial.

Hace cinco años, a poco de asumir Zaldívar la presidencia de la Corte, entrevisté al entonces nuevo ministro presidente. En aquella entrevista, el ministro Zaldívar hablaba sobre la relación que mantendría con el gobierno la Suprema Corte ante el ejecutivo y los otros poderes, reales o fácticos. ​“Se ha pretendido, dijo, que la Corte y el Presidente de la Corte jueguen el papel que deben jugar las oposiciones políticas. A la Suprema Corte no le toca ser la oposición al gobierno, ni a los jueces nos toca ser la oposición al gobierno, nos toca ser un poder equilibrador, que cuando alguna autoridad se exceda de sus funciones, lo corrijamos a través de nuestras sentencias, pero también nos toca generar gobernabilidad y un Poder Judicial que estuviera de manera consistente oponiéndose a decisiones de un gobierno, generaría inseguridad jurídica, generaría falta de gobernabilidad, afectaría el Estado de derecho. Eso no nos toca, la independencia judicial no implica ser opositor a un gobierno…Tenemos que ser autónomos, pero ser autónomos no quiere decir que entremos a la “arena política” a responder declaraciones del Presidente o jugar un papel que le toca a las oposiciones políticas, porque además, ahí perderíamos nuestra neutralidad política. La Corte tiene que ser neutral, tiene que ser el poder equilibrador, el gran árbitro de los conflictos constitucionales y el defensor de los derechos humanos de todas las personas… nos toca resolver los conflictos constitucionales que tienen, muchos de ellos, contenido político, pero a través de un proceso en nuestra calidad de jueces… tenemos que ver que se respete la Constitución y cuando el gobierno tenga la razón se le dará, y cuando no la tenga se le dirá que se excedió, que se vulneró la Constitución, como lo ha venido haciendo la Corte en estos años”.  

Hace algunas semanas, la última vez que platiqué con Zaldívar, ya en medio de la crisis del judicial con el ejecutivo (poco antes de la andanada política y presupuestal de la Presidencia contra la Corte) seguía pensando más o menos lo mismo que cinco años atrás y ponía el acento en la falta de interlocutores entre el judicial y el ejecutivo. Me imagino que un papel de ese tipo jugará ahora en el equipo de Sheinbaum y si Claudia llega a la presidencia el día de mañana en el gobierno. Porque el hecho es que hoy no hay interlocución entre ambos poderes, más allá de que muchas de las acciones y las declaraciones del presidente López Obrador sobre jueces, ministros y el poder judicial en general, son sencillamente injustas, y dificultan seriamente establecer el diálogo.

Pero también creo que Sheinbaum asume que si gana las elecciones de junio próximo deberá cambiar la narrativa y el accionar del oficialismo en muchos temas ante la imposibilidad de continuar, en un gobierno que estará mucho más fragmentado que en la actualidad, con enfrentamientos tan radicales que puedan descarrilar la propia gobernabilidad. Deberá ocurrir en muchos ámbitos y el de la justicia es uno de ellos. Es ahí donde Zaldívar puede jugar un papel porque más allá de las filias y fobias que puede haber generado su desempeño como ministro presidente, es un hombre que conserva esa posibilidad de interlocución y que ha demostrado tener sentido político.

Su salida, como se ha dicho, le permite al gobierno federal poder llenar una silla más en la Suprema Corte antes del cambio de administración, un proceso que no será, por cierto, nada sencillo porque quién sabe cómo estarán los equilibrios internos en Morena para esa fecha. Y con otro interrogante: Ana Laura Magaloni, una mujer que genera mucho respeto en el ámbito político y judicial, y que está cerca de Sheinabum, fue propuesta en 2019 para la Suprema Corte. En esa ocasión no alcanzó esa posición ¿será está su hora?.