Fue una semana santa pasada por sangre. Nada como el asesinato de Camila y la turba que terminó matando a golpes a la mujer que supuestamente la asesinó. Lo ocurrido en Taxco es la mayor demostración de la absoluta incapacidad de las autoridades no sólo de prevenir el delito, sino incluso de realizar las acciones más elementales: detener a presuntos delincuentes que están identificados desde horas antes, filmados, localizados.
No es verdad que no se pudo contener a la gente que buscaba justicia en Taxco: desde la madrugada del jueves se tenía identificados a los presuntos secuestradores y asesinos, había imágenes de cámaras de vigilancia sacando a la niña ya muerta de esa casa. Los padres de Camila no fueron atendidos en el ministerio público de Taxco y tuvieron que ir hasta Iguala: allí con todos los elementos dejaron pasar horas hasta iniciar investigación y luego mucho más para pedir las órdenes de aprehensión.
La gente había comenzado a reunirse frente a la casa de los secuestradores desde la mañana, como pasaban las horas y nadie actuaba comenzaron a tratar de entrar a la casa, pero no lo hicieron casi hasta las dos de la tarde, los policías que estaban ahí ni detuvieron a los asesinos y se los llevaron ni impidieron el paso de quienes querían hacerse justicia por propia mano. Después durante los momentos terribles de violencia ejercida contra la mujer que era la presunta secuestradora ninguna autoridad intervino. La impunidad exhibida en todas las formas posibles.
El presidente municipal minimizó los hechos y terminó intentnado culpar a la madre de la víctima por no cuidarla y de responsabilizar al estado y la federación por no actuar a tiempo. Es el mismo que no hace nada cuando se extorsiona a los transportistas y comerciantes, cuando hubo una ola de crímenes que obligó a cerrar toda actividad. Si hizo algo, se fue a la feria de turismo de Madrid.
Todo lo ocurrido con Camila es terrible: una niña que va a jugar a la casa de la vecina y termina secuestrada y asesinada por los padres de su amiga, violentada, arrojada en una carretera, unas autoridades que no hacen absolutamente nada, una comunidad harta de tanta impunidad, violencia y ausencia de las autoridades que hace de la forma más brutal justicia por su propia mano sin que nadie se lo impida. Autoridades que lo primero que hacen es ignorar o responsabilizar a víctimas. Y un dato que no es menor: la violencia contra las mujeres: la niña Camila asesinada, violentada y arrojada a una carretera, la presunta victimaria asesinada con un lujo de violencia que no sufrieron los dos hombres que fueron sacados también de la misma casa. No es un dato menor constatar que incluso en la violencia de la turba, el mayor castigo se lo llevó la mujer, secuestradora o no, porque todavía no tenemos claro que roles jugaron los integrantes de esa familia, en el crimen que cometieron contra Camila.
Todo es una tragedia, pero exhibe también en ese microcosmos, el desastre que es la seguridad en el país. Y el punto central es la impunidad, la ineficiencia, la incapacidad de procesar hasta temas relativamente sencillos: delincuentes identificados, filmados, el cuerpo de Camila recuperado. No se puede celebrar el comportamiento de la gente asesinando a los criminales, pero se entiende cuando durante meses las autoridades han dejado Taxco, como muchos otros lugares del país, sencillamente abandonados. Es la consecuencia de los abrazos y no balazos llevados a su máxima expresión.
Porque al mismo tiempo se secuestraba a familias canadienses en la carretera Reynosa-Monterrey; se asesinaba en masa en Guanajuato, en Oaxaca, en el estado de México. En Michoacán se asesinaba a otro presidente municipal, el de Churumuco. En Tijuana la gente también intentaba linchar a delincuentes que las autoridades no detenían. Y en Sinaloa se secuestraba a cien personas de varias familias en un hecho que será clave para explicar las próximas explosiones de violencia en el país. Esa es otra historia.
Y Fuego
Pero en estos días no sólo la semana santa ha estado manchada de sangre, sino carcomida por el fuego: los incendios forestales están azotando todo el país y no hay recursos para atacarlos.
En 2019 estuvimos en los terribles incendios que se dieron en San Luis Potosí y ya era evidente lo que se ha agudizado con el paso de los años. Al haber cancelado los programas de trabajo temporal de los que se alimentaban, entre otros, las brigadas para controlar incendios forestales, salvo los soldados, no había prácticamente nadie que estuviera capacitado para atenderlos. No había, ya desde entonces, ni recursos humanos ni materiales. Hoy hay muchos menos.
En 2018 la Comisión Nacional Forestal tuvo un presupuesto de cinco mil 300 millones de pesos. En el primer año de López Obrador le quitaron dos mil y quedó en poco más de tres mil millones y sin el recurso del plan de empleo temporal del que se nutría. Nos quedamos sin brigadas de incendios forestales. En 2021 hubo otra oleada terrible de incendios forestales que consumieron más de un millón y medio de héctareas. Y continuaron en 2022 y 2023. Para este 2024 con incendios forestales en 18 estados de la república, la Comision Nacional Forestal dispone sólo de dos mil 600 millones de pesos. Como mínimo, durante este sexenio los incedios forestales han consumido un millón de hectares de bosques cada año. Y no hay voluntad, dinero, gente ni programas para atenderlos. Una semana santa a sangre y fuego.