La decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de lal Federación que obliga al PRI a reintalar en sus listas de candidatos, a Federico Berrueto, es una dolorosa derrota de la dirección nacional de ese partido. Los abogados del tricolor quisieron argumentar ante el Tribunal que lo que sucedió era que descubrieron que Berrueto no era militante del PRI.
La decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que obliga al PRI a reinstalar en sus listas de candidatos, en el número 17 de la segunda circunscripción, a Federico Berrueto, es una dolorosa derrota de la dirección nacional de ese partido y, particularmente, del estilo autoritario de dirigir ese partido que han mostrado tanto Roberto Madrazo como otros dirigentes cercanos a él y que tantos costos le han ocasionado a últimas horas al PRI.
La resolución adoptada el viernes proviene de una historia casi absurda. Cuando se dieron a conocer las listas priístas, Fedrico Berrueto apareció en el lugar 17 de la segunda circunscripción. En este espacio y ante la ausencia en esas listas de especialistas en muchas ámbitos de la política, el derecho y la economía, en este espacio, pusimos el ejemplo de Berrueto y ese lejano lugar. Federico, con el fin de aclarar algunos datos, sobre todo de su cercanía con Jorge Alcocer, me envió una carta, que me autorizó publicar, donde destacaba que su compromiso principal, si llegaba a la cámara, sería con los coahuilenses (es actualmente representante en el DF de su estado natal) y que no seguiría línea en automático de la dirección partidaria, se dijo un disidente pero un disidente que seguiría dentro del PRI. La carta daba más detalles que, puestos en su contexto, eran totalmente transparentes. En otras palabras, la indignación de Berrueto tenía un origen claro: su incorporación a las listas priístas provenía de un compromiso explícito de la dirección del partido tricolor con el gobernador de Coahuila, Enrique Martínez. Es más, como se insistió mucho en aquellos días, la molestia que recorrió a todos los gobernadores priitas, con excepción de dos de ellos que resultaron ampliamente beneficiados en esas listas, Manuel Andrade de Tabasco y José Murat de Oaxaca, fue que el viernes anterior a darlas a conocer públicamente, en una encuentro previo a una reunión de la Conago en Veracruz, Madrazo le mostró a los gobernadores una lista para su aprobación. Pero el lunes, la mayoría de ellos descubrieron que las listas dadas a conocer tenían cambios sustanciales: le ocurrió, por lo menos, a los gobernadores de Coahuila, Guerrero, Sinaloa, Veracruz y estado de México, a personajes independientes que habían asumido compromisos específicos con alguno de los dirigentes priistas, como Gerardo Estrada con Elba Esther Gordillo. Lo cierto es que ese era el motivo original de la recriminación de Berrueto.
Pero una vez publicada su carta en este espacio, el enojo priísta subió de nivel y el dirigente nacional, Roberto Madrazo ordenó lisa y llanamente, quitar a Berrueto de la lista. No cuidaron forma alguna: hasta el día de hoy nadie del CEN priísta se dignó comunicarse con Berrueto para decirle que no estaría entre los candidatos de su partido. La justificación que se esgrimió fue, primero, que no había entregado la documentación requerida (se dijo que no tenía credencial de elector), pero eso era absurdo, porque para inscribirse como precandidato el propio Berrueto había tenido que entregar esa documentación y tenía constancia de ello. Para colmo, el hombre que la había recibido era nada más y nada menos que Rafael Ortiz Ruiz, representante suplente del PRI en el IFE y que resultó ser quien fue designado por Madrazo para reemplazarlo en la lista. Más tarde, los abogados del tricolor quisieron argumentar ante el Tribunal que lo que sucedió era que "descubrieron" que Berrueto no era militante del PRI: el problema es que éste sí lo es e incluso en fecha tan lejana como 1990, era ya uno de los principales asesores en temas electorales de Luis Donaldo Colosio.
Pero más grave aún, en aquellas fechas y en éstas, el jefe directo de Berrueto, dentro de la propia estructura del PRI era y es (por lo menos lo seguía siendo hasta hace un par de semanas) nada menos que el secretario de Elecciones del PRI y uno de los hombres con mayor peso dentro de la estructura de ese partido, César Augusto Santiago. No sé qué habrá ocurrido en los últimos días pero hasta hace muy poco, incluso después de que fuera quitado de la lista, Berrueto seguía trabajando en la estrategia electoral del PRI con César Augusto y eso lo sabían innumerables priístas: ¿cómo podía argumentar la dirección del PRI que ese hombre no era militante de su partido?
Pero, además, aunque sorprenda la resolución del Tribunal y sea, en realidad, la primera vez que ello ocurre en nuestra historia electoral, el argumento de Berrueto era incontrovertible: la lista en la que se lo incluía en el puesto 17 había sido aprobada por el Consejo Político Nacional y el comité ejecutivo nacional no tenía, no tiene, atribuciones estatutarias para quitarlo ni a él ni a ningún otro de los integrantes de esa lista original.
A Berrueto se le dejó el mensaje de que había sido excluido de la lista como un acto de autoridad de la dirección nacional del PRI, para demostrar que no se tolerarían indisciplinas. Incluso tuve oportunidad de entrevistar a Manuel Jiménez Guzmán sobre este punto y el dirigente priísta, que actuó como vocero del CEN del PRI en este tema, hizo todo un panegírico de la necesidad de que los militantes se disciplinaran a los mandatos de las autoridades partidarias. Era la repetición de un error, un error que cometió Madrazo una y otra vez en Tabasco y que ahora está cometiendo desde la dirección nacional del PRI: excluir de una u otra forma a quienes piensan diferente pero sobre todo a quienes no se disciplinan estrictamente a su persona. Hoy, prácticamente todo el cuadro de la oposición tabasqueña (desde el PAN al PRD pasando por todos los partidos pequeños) está formado por ex militantes del PRI que abandonaron ese partido, o fueron orillados a hacerlo, por divergencias de este tipo con Madrazo: por confundir la autoridad con el autoritarismo y la disciplina partidaria con la sumisión.
A pesar de lo que se ha dicho, Berrueto no se irá del PRI y la bancada de ese partido lo contará entre los suyos, aunque no cabe duda que no se disciplinará acríticamente a la línea del partido, como seguramente sucederá también con otros diputados del tricolor. El problema no es ese para Madrazo y su equipo, sino que un método autoritario quedó al descubierto y que sus posiciones se debilitan. De aquí al 6 de julio las divergencias no serán públicas pero allí están: un enfrentamiento casi abierto entre Elba Esther Gordillo, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Chayffet por la próxima coordinación de la bancada priísta; la exigencia de los gobernadores de que se realice una asamblea nacional a principios del año próximo para definir las reglas para la designación del candidato presidencial; las presiones cada vez mayores de que Madrazo, si quiere ser precandidato presdiencial deba dejar la presidencia del PRI en alguien neutral que actúe como árbitro entre las distintas corrientes internas y no como juez y parte en ese proceso de selección y la amenaza de una ruptura estructural si las cosas no se dan de esa forma.
Todo ello está alterando seriamente la estrategia, el camino que se impuso el propio Roberto de cara al 2006: en buena medida las listas salieron de esa forma, se dieron esos movimientos porque se decidió fortalecer el polo madracista en la cámara pensando, primero, en restarle gobernabilidad a Gordillo (que, por otra parte, ya tenía amarradas muchas de sus posiciones, pero fue una de las que quedó mal en distintos compromisos que asumió y que luego no pudo hacer respetar), pero sobre todo para fortalecer a sus partidarios en el Congreso con la mira puesta en el 2006. La idea era, es, controlar parte del congreso y el partido para lanzar desde allí la candidatura presidencial. Incluso existía una plan para operar hacia el año próximo en una asamblea nacional organizada a modo: Madrazo podría salir de la presidencia del PRI y comenzar su labor como precandidato, al PRI llegaría su cercanísimo aliado, el gobernador de Oaxaca, José Murat, que dejaría en su estado un gobernador sustituto cercano y en la candidatura priista para ese estado a Ulises Ruiz, que actúa como puente entre Madrazo y Murat, todo eso tendría que darse entre febrero y marzo del año próximo o, si se retrasaban las cosas, en noviembre, cuando Murat dejara la gubernatura.
La sanción del Tribunal, los antecedentes legales que aporta y la propia realidad del priismo probablemente estén frustrando, apagando o retrasando estos planes.