El diluvio de López Obrador
Columna

El diluvio de López Obrador

Después de mi, el diluvio, está escrito en el Génesis. Dios decidió que el mundo no funcionaba como quería, decidió entonces castigar a los humanos y aniquilarlos, inundó la tierra y acabó con sus habitantes. Llovió durante 40 días y 40 noches. Escogió a Noé y su mujer para que sobrevivieran a la hecatombe en un arca que Noé construyó, llevando consigo a una pareja de cada especie existente para evitar su extinción.

A López Obrador le quedan 40 días y 40 noche antes de dejar el poder y ha decretado su propio diluvio: el paquete de reformas, sobre todo la judicial, con la que quiere acaber con el sistema democrático que se construyó en el último medio siglo. Con una diferencia: a su sucesora, a Claudia Sheinbaum, no le deja arca alguna para sobrevivir. Al contrario la castiga a ella también con el diluvio.

 Ayer el embajador Ken Salazar, dijo que la reforma judicial será contra producente y que dañará las relaciones de México con Estados Unidos en muchos ámbitos, incluyendo el tratado de libre comercio, reconoce que la elección por voto directo de jueces, magistrados y ministros, vulnera el equilibrio de poderes y la independencia del poder judicial.

Ken Salazar que ha mostrado un rostro siempre condescendiente con el presidente López Obrador, fue en esta ocasión muy duro y eso sólo puede entenderse como una reacción directa de la Casa Blanca. “La elección directa y política de jueces, dijo Salazar, no resolverá la corrupción judicial ni tampoco fortalecerá al Poder Judicial. También debilitaría los esfuerzos para hacer realidad la integración económica de América del Norte y crearía turbulencia, ya que el debate sobre la elección directa continuará durante los próximos años”.

Al mismo tiempo, todos los periódicos de referencia, el New York Times, el Wall Street Journal, el Financial Times, las grandes agencias internacionales, calificadoras como Fitch, grupos financieros como Citi y Morgan Stanley, han advertido que esas reformas dañarán las inversiones en México y serán un factor de inestabilidad y desconfianza. Todos ellos y muchos otros medios han destacado el inédito paro de jueces, magistrados y trabajadores del poder judicial, y la reacción de los organismos empresariales como el Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicanos de Negocios contra los mecanismos de una excesiva representación, que es lo que le abre al presidente López Obrador las puertas de la reforma judicial que está empeñado en que se apruebe a unos días de dejar el poder.

Hoy el INE muy probablemente aprobará la distribución de diputados y senadores que desde horas después de las elecciones divulgaron la consejera presidenta del INE, Guadalupe Taddei, y la secretaria de Gobernación (y próxima presidente de Morena) Luisa María Alcalde, que le otorgará a la coalición oficialista el 73 por ciento de las diputaciones cuando sólo obtuvieron el 54 por ciento de los votos. Hay ocasiones en que la sobrerrepresnetación ha sido un poco superior al 8 por ciento establecido en la Constitución pero nunca alcanzó estos niveles.

Esta semana José Woldenberg escribía que con esa decisión de las autoridades electorales tendríamos, sesenta años después, una composición en el congreso similar a la que tuvo Gustavo Díaz Ordaz al asumir el poder en 1964, exactamente cuando se comenzó a deshacer el sistema hegemónico priista. Todo el avance democrático de medio siglo dilapidado en una interpretación de la Constitución que vulnera lo establecido por ella. 

El presidente López Obrador quiere dejar ese regalo envenenado a su sucesora, y por sobre todas las cosas no está preocupado por la crisis, por el diluvio en el que tendrá que comenzar a navegar Claudia Sheinbaum. Si se aprueba la sobrerrepresentación y se aprueba la reforma judicial y la desaparición de los organismos autónomos, le darán un golpe terrible al nuevo gobierno, afectarán la confianza, ya tan deteriorada con Estados Unidos, afectarán el comercio, pueden provocar un bloqueo de la negociación del TMEC (que es lo que están advirtiendo desde el gobierno de los Estados Unidos), un deterioro cambiario producto de esa desconfiazna y que el mayor detonante económico que pudiera haber tenido México, el nearshoring se convierta en una esperanza perdida más. Con un agravante, muchas familias mexicanas viven de las remesas: si éstas son de alguna forma gravadas o dificultadas, el costo social adicional será altísimo.

Si ahora el crecimiento económico es raquítico, lejos de ese 2 o 3 por ciento de promedio sexenal que tenían los gobiernos llamados neoliberales, imagínese usted lo que sucederá si simplemente se pone en debate el futuro del tratado de libre comercio por la desconfianza judicial en México. 

Desde López Portillo en 1982 con la estatización de la banca, ningún presidente saliente le había dejado un regalo envenenado a su sucesor como el que ahora le deja López Obrador a Claudia Sheinbaum, que debará comenzar su administración con una economía debilitada, con un presupuesto etiquetado y casi sin posibilidades de movilidad, con una empresa petrolera estatal quebrada y con una deuda descomunal, con proyectos multimillonarios inconclusos y subsidiados, con una muy mala relación con Estados Unidos, con una crisis de seguridad  de consecuencias imponderables.

El detonante de todo eso y mucho más será la votación que hará hoy el consejo general del INE para darle a Morena y sus aliados una sobrerrepresentación que viola el espíritu de la Constitución y el sentido común. López Obrador, como Franco antes de morir, dirá que dejó todo “atado y bien atado”.