Dos narrativas, dos países en México
Columna

Dos narrativas, dos países en México

En Nexus (Debate, 2024), el espléndido nuevo libro Yuval Noah Harari, el autor de Sapiens, de animales a dioses (Debate, 2014),  escribe que los populismos se explican y en buena medida se desarrollan estableciendo y usando sus propias redes de información, que determinan sus propios hechos y verdades supeditadas a una sola función: las necesidades del poder.

Una de las paradojas recurrentes del populismo, dice Harari, es que al principio nos alerta de la sed de poder que controla a las élites humanas, pero con frecuencia acaba por confiar todo el poder a un humano ambicioso.

En la actualidad, sostiene, más que luchas de proyectos ideológicos lo que tenemos es la lucha de dos diferentes redes de información, la que pretende establecer verdades objetivas y las que recrean los hechos y la verdad asumiendo que la verdad, la justicia y otros principios sólo sirven con un fin: obtener y mantener el poder. Obtener el poder y mantenerlo es lo que da sentido a los regímenes populistas. Un principio que viene del propio Marx, dice, pero que ha sido asumido por los populismos de todo tipo.

Esto leía en el nuevo libro de Harari mientras vivíamos en México un fin de semana patrio que parecía reafirmarlo. El domingo 15 vimos un Zócalo pletórico, en el que no dudo que pudo haber habido algunos acarreados, sobre todo en las zonas cercanas al balcón de Palacio Nacional, pero no nos engañemos: fueron cientos de miles de personas a celebrar el grito y muchas de ellas a “despedir” jubilosas al presidente López Obrador, que poco antes ignorando amparos y decisiones judiciales en contrario, firmó, promulgó y publicó la reforma al poder judicial, la que el ex presidente Zedillo horas antes describió como  “una venganza brutal… la destrucción de la independencia e integridad del Poder Judicial para que esté al servicio de la fuerza política en el poder”

Luego de un grito apoteótico, en la mañana del ayer lunes, vimos un desfile militar imponente, de un ejército y Fuerzas Armadas consolidados, convertidos en lo que son ahora, la principal institución en la que se sostiene, en muchos capítulos, el Estado mexicano. 

Unas Fuerzas Armadas que tienen, lo vimos en el desfile y en las encuestas, el mayor índice de aceptación entre todas las instituciones nacionales. Una multitud acompañó y aplaudió el desfile en su largo recorrido desde el Zócalo hasta el palacio de Chapultepec. En un hecho poco usual, previo al desfile, intervinieron el secretario de la Marina, el almirante  José Rafael Ojeda y el de la Defensa Nacional, el general Luis Crescencio Sandoval, dando una suerte de informe sobre lo realizado en los últimos seis años. Me gustó mucho más la intervención de Sandoval porque más que un largo recorrido de cifras y datos ofreció un repaso rápido de las labores realizadas pero sobre todo habló de la transformación que ha tenido el ejército y la Defensa en estos años, con un muy emotivo mensaje final.

En el desfile, y en el discurso del general Sandoval, destacó la presencia de la Guardia Nacional, que en las próximas semanas, con las reformas correspondientes, será ya parte legal de la Defensa Nacional (una reforma, insisto, necesaria e importante para consolidar la principal institución de seguridad pública del país).

Mientras tanto en lo que parecería otro país, en 36 municipios de 9 estados no pudo haber celebraciones por la situación de violencia que se vive. En Sinaloa la situación comienza a tener tintes de un enfrentamiento civil prolongado, con más de 36 muertos y un número no determinado de desaparecidos en el fin de semana, en medio de una evidente guerra de los mayos y sus aliados contra los chapitos, que ha trascendido ya Culiacán y la sierra y se ha extendido a otras partes del Estado como Mazatlán, con cortes y bloqueos en las principales carreteras federales, retenes, camiones y tráilers incendiados y enfrentamientos de todo tipo entre convoyes de hombres armados. La autoridad no interviene y me imagino que esperan que se maten entre ellos. 

Pero, mientras tanto, la sociedad lo sufre y lo de menos es que no pueda disfrutar de las fiestas patrias, lo grave es que no puede ir a clases, a trabajar, salir de sus casas. El gobierno dice que son eventos localizados y que el estado está en paz, pero por lo pronto todo, celebraciones inclusive, está paralizado.

En el otro extremos del país, en Chiapas, la situación es peor. No sólo hay un enfrentamientos entre cárteles que pone en riesgo el control de los límites del país con Guatemala, sino que hay miles de familias desplazadas, presidentes municipales secuestrados, funcionarios locales acusados de estar coludidos con los narcos, amenazas abiertas entre grupos criminales que secuestran jóvenes en las comunidades para llevarlos con ellos.

En Nayarit se dio otro enfrentamiento entre el CJNG y los chapitos con cerca de 11 muertos (el mismo conflicto que en Chiapas o Michoacán, con distintos membretes) y en plena Ciudad de México, en Polanco, era asesinado Manuel Beltrán Quintero, uno de los líderes del cártel de Caborca, ahora enfrentado a los chapitos y coyunturalmente aliado a las fuerzas del Mayo. La dueña de la camioneta en la que viajaba este personaje se dijo que era Pamela Hernández una dirigente del PVEM en el Edomex que huyó tras el ataque.

Harari insiste en que la construcción de relatos compartidos y de narrativas colectivas es una base necesaria para la cooperación humana y para la construcción de nuestras democracias. Hoy parece estar más lejano que nunca.

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