Se ha dicho que la decisión de colocar en el paquete económico medidas tan controvertidas como la desincorporación de Instituto Mexicano de Cinematrografía, del Centro de Capacitación cinematográfica, de los estudios Churubusco y Notimex, fue una suerte de bola de humo, un intento por distraer la atención respecto al que sería el debate principal: el IVA y todo el paquete fiscal. Pero todo indica que, lamentablemente, no se trata de un acto de maquiavelismo político del gobierno federalismo una demostración más de que, pese a lo dicho y prometido por el propio presidente Fox, el gabinete no quiere abandonar sus orígenes y sigue siendo un gabinete Montessori.
Se ha pensado y se ha dicho que la decisión de colocar en el paquete económico medidas tan controvertidas como la desincorporación de Instituto Mexicano de Cinematografía, del Centro de Capacitación Cinematográfica, de los estudios Churubusco y, en otro terreno de Notimex, fue una suerte de bola de humo, un intento por distraer la atención respecto al que sería el debate principal: el IVA y todo el paquete fiscal.
Pero todo indica que, lamentablemente, no se trata de un acto de maquiavelismo político del gobierno federal sino una demostración más de que, pese a lo dicho y prometido (incluso por el propio presidente Fox en su último informe), el gabinete no quiere abandonar sus orígenes y sigue siendo un gabinete Montessori (ya mis amigos formados en esa escuela me regañarán por la evidente injusticia que se comete al calificar de esa forma al gabinete, me dirán que la filosofía Montessori enseña a los niños a actuar con libertad pero con responsabilidad y no a hacer a cada uno lo que le viene en gana con hacen los funcionarios del gobierno, y tienen razón), sigue siendo, pese a los avances y cambios logrados, un equipo de trabajo donde sus integrantes dirimen sus conflictos internos quizás ya no en los periódicos (aunque lo siguen haciendo en forma cotidiana) sino incluso en las iniciativas de leyes.
Para comprender lo que sucede hay que retrotraerse al periodo inmediatamente posterior a las elecciones del 6 de julio: cuando el presidente Fox comprendiió no sólo que había perdido las elecciones y que no tendría mayoría propia en el Congreso, sino también que había sido de alguna forma engañado por algunos de sus colaboradores y reorientó su gobierno. Desde entonces y hasta ahora (y lo ratificó el pasado primero de septiembre) su apuesta, dijo, sería la política y conseguir mayorías legislativas que le permitieran sacar adelante sus principales proyectos, aunque los tuviera que negociar con la oposición. Para evitar las graves diferencias que se habían generado en el pasado, se decidió que toda la relación del gobierno federal con el congreso pasaría por la secretaría de Gobernación, en particular por la subsecretaría de Humberto Aguilar Coronado. En alguna oportunidad le pregunté a Humberto si eso incluiría las negociaciones financieras y fiscales, el presupuesto y me aseguró que así sería. La secretaría de Hacienda y su titular, Francisco Gil Díaz no están de acuerdo con esa decisión: nunca lo estuvieron. Consideran que los aspectos técnicos no pueden estar sujetos a negociaciones políticas.
Lo historia es antigua. Cuando se presentó la iniciativa fiscal del 2001, se generó un fuerte debate interno dentro del propio gobierno respecto a quien negociaba esa iniciativa, se metieron muchas manos en ese plato y ninguno de ellos la sacó adelante. Fue un desastre y en la noche de fin de año los diputados terminaron creando el llamado Frankenstein fiscal que no dejó conforme a nadie. Desde entonces, Hacienda responsabilizó a Gobernación del fracaso de esa negociación y viceversa, desde el palacio de Covíán dijeron que los hombres de Gil Díaz no supieron negociar.
Ahora la historia se repite, aunque el presidente Fox haya declarado públicamente que la instancia de negociación sería la secretaría de Gobernación. Primero fueron los desencuentros sobre la fecha de presentación del paquete económico, luego la historia de la iniciativa apócrifa que circuló en la cámara de diputados la semana pasada, e inmediatamente después, presentado el presupuesto la sorpresa de las desincorporaciones, todo ello con el trasfondo de la aparente divergencia entre ambas secretarías respecto a qué hacer con Guillermo Ortiz respecto a su reelección o no en el Banco de México. Nada indica que Gobernación estuviera avisada con mucha anterioridad de que esas iniciativas de desincorporación serían parte del paquete económico. Por el contrario: hace apenas unas semanas, el propio secretario Creel y el director de RTC, Héctor Villarreal homenajearon a cineastas, directores, actores y guionistas; unos días antes el presidente Fox había hecho suyos (sin que lo fueran) los triunfos internacionales obtenidos por algunas películas mexicanas, se habló de nuevos apoyos y respaldos y, como respuesta, desde Hacienda se les dispara, diría con acierto Epigmenio Ibarra, un tiro de gracia. Para demostrar el grado de confusión, CONACULTA hizo publicar un desplegado en la que ostentado el mejor lenguaje cantinflesco nadie puede saber si apoya o desautoriza (o todo lo contrario) la propuesta de la secretaría de Hacienda.
Los que saben aseguran que la inclusión de esas iniciativas fueron una suerte de venganza de Hacienda contra Gobernación o si se prefiere de Gil Díaz contra Creel, por dejarlo fuera de la negociación. No en vano, todas esas instituciones dependen de alguna forma de Gobernación: el IMCINE, el CCC, los estudios Churubusco, Notimex, y afectan sectores claves en la relación del gobierno con la intelectualidad y los medios. Se puede ir más allá: en los hechos ninguna de esas desincorporaciones implica, en términos económicos, nada significativo para el presupuesto nacional y, por el contrario, se trata, en el caso del cine, de una industria que bien respaldada por el propio estado, podría dar muchos frutos económicos y de mano de obra.
Las disputas van mucho más allá. ¿Dónde quedó, por ejemplo, el peso adicional que se cobra en cada entrada de cine con el supuesto argumento de apoyar la producción cinematográfica nacional?. Estamos hablando de aproximadamente 100 millones de pesos. Hasta ahora la industria no los ha recibido. Se dice que existe un Fondo para el apoyo a la cinematografía, y es verdad: lo que no se dice es que ese fondo sirve para financiar, sobre todo, proyectos comerciales particularmente viables, mientras que el IMCINE trabaja en otros tipo de proyectos, apoyando temáticas y obras más complejas y con menor capacidad de despegue económico. Y es allí donde no se apoya ni se quiere financiar, aunque exista un impuesto que estamos pagando desde hace un año con ese objetivo.
Por eso, Creel puede salir diciendo que los montos de la tasa de IVA son negociables y lo mismo puede decir el PAN, pero la secretaría de Hacienda asegura que las contrapropuestas que han presentado los partidos son desechables, ninguna puede funcionar y que la única viable es la propuesta"completa", sin modificaciones, que ha presentado. Recuerda esto en mucho a aquello "no hay más ruta que la nuestra" o como diría Joaquín Estefanía, la tesis del pensamiento único.
En realidad, se esté de acuerdo o no con sus posiciones, la lectura que hace el área política del gobierno, en este caso es la correcta: el PAN no tiene mayoría en la cámara y no tiene posibilidades de obtenerla con sus iniciativas; si quiere que éstas pasen, tiene que negociar, entregar canicas a sus adversarios, sabiendo que, desde su punto de vista, no logrará todos sus objetivos pero quizás pueda preservar lo fundamental. Y eso es más evidente que nunca en el tema fiscal. Distintos analistas financieros, cercanos a Hacienda, han destacado que el problema es que Creel está negociando no como titular de Gobernación, sino como precandidato presidencial. Puede ser, probablemente sea así, de todas formas, desde una mínima lógica política (y el acto de gobernar no puede apartarse de esa lógica), los resultados de una negociación se tienen que medir por sus resultados, no por las intenciones, sean disimuladas o evidentes, de sus protagonistas. El gobierno necesita negociar y ya sabe dónde estará la base para hacerlo: en una canasta de alimentos básicos exenta y en el cuadro básico de medicinas también exento, sumado a una disminución del ISR. Vamos, hasta la iglesia lo ha dicho. Lo que sucede es que al contrario de lo que opinan algunos analistas, cada vez que desde las áreas financieras del gobierno se insiste en que la propuesta oficial no es modificable o cuando se dinamitan posiciones como con el tema de IMCINE y demás, lo que se hace es endurecer, hacer más costosos, los términos de la negociación. En otras palabras, se están pegando un tiro en un pie antes de iniciar una carrera.
El futuro de Notimex
La agencia oficial de noticias, debe permanecer. Venderla no generará utilidades y dejará un enorme vacío, sobre todo para los medios de los estados. Pero Notimex no puede seguir como hasta ahora, dirigida por un contador público sin experiencia alguna en la materia. Si se quiere rescatar a Notimex se la debe transformar en un agencia de Estado, no del gobierno: con un consejo editorial autónomo y autarquía financiera y política, como EFE, con France Press, como muchas otras que se podrían tomar de ejemplo. Si va a seguir así, se la extrañará pero estará condenada a desaparecer.