La crisis: debilidad institucional y volatilidad social
Columna JFM

La crisis: debilidad institucional y volatilidad social

Ayer los dirigentes priistas trataron de remendar los hoyos que ellos mismos crearon: una lucha abierta de poder entre Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo. Representantes de ambos se reunieron para tratar de establecer un modus vivendi. Más tarde, Madrazo se reunió con un grupo de gobernadores y dijo que había sido el presidente del partido quien los había convocado: en realidad fue al contrario y a Madrazo y a Gordillo, les obligaron a evitar seguir haciendo pública su ruptura.

Ayer los dirigentes priistas trataron de remendar los hoyos que ellos mismos crearon en los últimos días, en un marco determinado por una lucha abierta de poder entre Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo. Representantes de ambos se reunieron para tratar de establecer un modus vivendi que no termine con la pérdida de sus propias cabezas. Más tarde, Madrazo se reunió con un grupo de gobernadores y se dijo que había sido el presidente del partido quien los había convocado: en realidad fue al contrario, varios gobernadores, luego de los intercambios de adjetivos entre Madrazo y Elba Esther durante el domingo y lunes, intercambiaron llamadas y citaron al presidente del partido para analizar qué sucede y a ambos, a Madrazo y a Gordillo, les obligaron a evitar seguir haciendo pública su ruptura, aunque ésta resulta inevitable e inocultable.

Si los gobernadores no toman cartas en la situación del PRI, si no controlan ellos la situación, la ruptura seguirá haciendo crecer sus costos. Por lo pronto, habrá que ver qué sucede con la reunión que deberían mantener los legisladores priistas ayer en la noche y que se abría postergado y ahora dicen que sería hoy en la noche, quizás para hacerla coincidir con la megamarcha convocada por distintas organizaciones, mientras que otros dicen que podría postergarse esa reunión hasta el próximo lunes, pero a más tardar en ese día se tendrá que decidir qué sucederá con Elba Esther. Ayer mismo, mientras Madrazo se reunía con los gobernadores, Elba Esther hacía lo propio con los legisladores que la apoyan en la coordinación legislativa, pero todo indica que su suerte parece estar echada, en todo caso, el margen de negociación sería para que el nuevo coordinador priista en la cámara de diputados fuera alguien relativamente parcial, que no estuviera claramente alineado ni con Elba ni con Madrazo, y, nuevamente, que tuviera el beneplácito no sólo de la mayoría de los legisladores sino también de los gobernadores.

La intención de quienes piden la destitución de Elba Esther es que toda la negociación con el gobierno federal la lleve Madrazo exclusivamente, o como él mismo dijo, el comité ejecutivo nacional. En ese sentido, el coordinador legislativo del PRI en la cámara baja vería sensiblemente disminuido su poder, y habrá que ver si Enrique Jackson en el senado respalda una medida similar. Con un agregado interesante, Gordillo sigue siendo secretaria general del partido y, como tal participaría en esas negociaciones del CEN. Y yendo más allá, habría que recordar que divididos como están, ni Madrazo ni Elba tienen control sobre la mayoría del partido, con lo cual la participación de otros factores de poder se acrecentará al igual que los peligros ya no de división sino de balcanización del poder interno. La crisis no se ha cerrado: continúa abierta y sin definiciones.

Lo que no comprenden unos y otros, es el desgaste que está generando al propio PRI todo este debate, un desgaste que se suma al que sufren los partidos en general y su ámbito de representación natural que es el congreso. Y los partidos no lo quieren entender. Ayer mismo, al mediodía, se realizó la segunda jornada de la convención del mercado de valores que el martes había escuchado un desangelado discurso del presidente Fox que no sirvió para que muchos de los asistentes se fueran con mejor ánimo. Ayer, entre otros participantes, les tocó el turno a los representantes de las tres principales bancadas legislativas. Participaron Tomás Ruiz por el PRI (que allí reconoció la paternidad del famoso IPI, el nuevo impuesto que generó la crisis priista), Juan Molinar Horcasitas por el PAN y Pablo Gómez por el PRD. Tuvieron buenas participaciones con un perfil muy claro cada uno de ellos. Pero no lograron convencer a los participantes (unas mil 200 personas, en su mayoría operadores financieros y bursátiles) de su labor.

Durante el debate y mientras los representantes de los partidos iban presentando sus propuestas y discutiendo la de sus oponentes, por un sistema de computación se encuestaba a los asistentes sobre distintos temas que eran abordados de alguna forma por los propios dirigentes partidarios y las respuestas dejan en mala situación a las instituciones y, sobre todo, al congreso. Por ejemplo, se preguntó en quién confiaban más los asistentes (recordemos que era un público de relativamente alto nivel económico y muy informado) entre la presidencia de la república, la suprema corte de justicia y el congreso. Y los resultados fueron apabullantes para los legisladores. La mitad de los encuestados, casi el 52 por ciento confía más en la presidencia, una cifra menor, casi el 35 por ciento le otorga más confianza a la Corte, pero sólo el 13.5 de los asistentes a la convención bursátil confíaban en el congreso. Cuando se los interrogó sobre si percibían al congreso como paralizado, las cifras fueron más apabullantes aún: el 88.24 por ciento consideró que sí, que estaba paralizado y apenas un 11.76 por ciento que estaba funcionando. De poco sirvieron las explicaciones de los propios legisladores respecto a la intensidad del trabajo que desarrollan. Ello se reflejó en otra pregunta: se interrogó a los asistentes sobre si la agenda legislativa estaba cercana a las verdaderas exigencias de la gente y otra vez las cifras fueron similares: el 83.62 por ciento contestó que no, que está lejos de sus exigencia y apenas un 16.38 por ciento aceptó que la agenda legislativa se acercaba a sus demandas. Y esos problemas eran bastante claros para los asistentes: el 57.26 por ciento consideró como el mayor problema el desempleo, el 29.03 por ciento la pobreza y el 13.71 por ciento la inseguridad. Y los asistentes a una reunión tan representativa de grupos tan activos de poder como los que participaron en la convención del mercado de valores sentían que, desde el congreso no se estaban atendiendo esos problemas. Por eso la falta de credibilidad.

Tampoco le fue bien, en un medio donde se supondría que tener mayor respaldo, al propio presidente Fox: se preguntó si el presidente había fracasado o no en sus objetivos políticos y casi el 45 por ciento consideró que sí, sólo un 18 por ciento dijo que no era así, que no había fracasado y un poco más del 37 por ciento consideró que aún no podía saberse con claridad si había o no fracasado. En otras palabras, las instituciones políticas siguen siendo percibidas como ineficientes y cercanas al fracaso por sectores que son, quizás, los que mejor podrían comprender cómo funcionan y cuáles son sus dificultades en un proceso de transición y de gobierno sin mayoría como el que vivimos. Lo que sucede es que no se percibe esfuerzo alguno por revertir esa situación y, por el contrario, cada día, los partidos y sus representantes, independientemente de las buenas intenciones de algunos o muchos de ellos, sólo muestran a la sociedad un rostro: el de la lucha descarnada por el poder. Y por eso cosechan esas tempestades que ellos mismos han sembrado.

Y, además, la megamarcha

Ayer mismo, en la misma convención del mercado de valores alguien le preguntó a Felipe Calderón, secretario de energía, que si la propuesta oficial no es privatizar ni Pemex ni la CFE porqué se convocaba a la llamada megamarcha el día de hoy. La pregunta podía ser ingenua pero no lo era: la marcha de hoy poco tiene que ver, en realidad, con el proyecto de reforma energética del gobierno, independientemente de que éste, como ha ocurrido con la reforma hacendaria, no ha sabido "venderla" ni cabildearla: es una marcha que se tornará en contra de la "política neoliberal" de la administración Fox. Y es una marcha que habrá que atender porque en ella confluyen los sectores más tradicionalistas del priismo, con sus homólogos perredistas y con varias de las organizaciones sociales de un discurso más beligerante y una actuación más conservadora (si por ello entendemos el conservar el actual status quo en áreas que distan muchos de ser rentables o benéficas para la sociedad). La combinación, si se desarrolla, puede ser explosiva: y eso es también lo que están viendo los mercados. Una mezcla de debilidad institucional con volatilidad social que no augura nada bueno.

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