El verdadero limite no lo vimos con los operativos de seguridad aeroportuarios, ni con el apoyo al plan migratorio del presidente Bush; hasta que punto está dispuesta la administración Fox de llegar a reconstruir la relación con Estados Unidos lo comprobaremos entre hoy y mañana en la Cumbre de las Américas en Monterrey.
El verdadero límite no lo vimos con los operativos de seguridad aeroportuarios de fin de año ni con el apoyo al plan migratorio del presidente Bush: hasta qué punto está dispuesta la administración Fox de llegar en el objetivo básico que ha asumido de reconstruir la relación con Estados Unidos lo comprobaremos entre hoy y mañana en la Cumbre de las Américas en Monterrey.
La razón es sencilla: la Cumbre se da en un momento particularmente difícil de la relación de la Casa Blanca con varios países latinoamericanos. Con la Venezuela de Hugo Chávez la distancia está marcada desde hace ya demasiados meses; con el Brasil de Luis Inácio da Silva Lula existió un corto e intenso enamoramiento que, como suele suceder en ese tipo de relaciones, se desgastó con la misma intensidad que comenzó: hoy, las diferencias entre Brasil y Estados Unidos se han profundizado y tenderán a profundizarse aún más en el futuro. Por el contrario, a la Casa Blanca nunca le gustó mucho el argentino Néstor Kichner, no sólo por sus orígenes políticos, sino porque en la confrontación electoral que se dio con Carlos Menem para llegar a la presidencia argentina el punto central de Kichner fue el rechazo de la "relación carnal" con Estados Unidos que le impuso Menem en sus años de gobierno a esa nación sudamericana. El enfrentamiento con Kichner ha subido de tono en los últimos días y se volverá a reflejar en Monterrey. Pero, además, esas tres naciones están acercando sus posiciones para actuar como una suerte de bloque regional con base en el liderazgo de Lula y la ampliación del MERCOSUR.
Los demás países importantes de la región están viviendo circunstancias difíciles: en Perú, Alejandro Toledo no ha podido recuperar su popularidad y se acerca la posibilidad de un nuevo gobierno de Alan García; en Bolivia, el nuevo presidente Carlos Mesa, para salvar su pellejo, ha adoptado un lenguaje ultranacionalista y no exento de demagogia para reclamar la salida al mar en su conflicto centenario con Chile; Paraguay se debate en las crisis históricas que lo han atenazado y se ha convertido en uno de los paraísos de la piratería y la falsificación de productos (además de un lugar idóneo para el lavado de dinero y el tráfico de todo tipo de productos); Colombia se sigue desangrando en su doble guerra interna, contra los grupos armados y contra el narcotráfico, que cada vez se parecen más uno al otro; Ecuador no sale de la crisis y la tendencia es hacia un gobierno también muy marcado por las posiciones ultranacionalistas. Las naciones centroamericanas ya han apostado, todas, por un acuerdo casi sin condiciones con Estados Unidos, con la única excepción de Costa Rica. Queda Chile, quizás la nación, en muchos sentidos, más equilibrada en el panorama social, político y económico de la región, relativamente alejada de sus vecinos del MERCOSUR (allí hay una histórica distancia geopolítica con Argentina y Brasil), con un eficiente acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y muy dispuesta a buscar acuerdos de fondo con México.
En estos días, Brasil (una nación con la que hemos tenido, también, una histórica confrontación geopolítica por la hegemonía regional, que se ha agudizado en estos días con la llegada de Lula al poder, un político que es casi la antítesis de Vicente Fox) está presionando para que en la Cumbre no se aborde el tema del ALCA, el acuerdo de libre comercio de las Américas que ni a Lula, ni Kichner ni Chávez les entusiasma demasiado (prefieren apostar, sobre todo los dos primeros, al MERCOSUR), ni tampoco incorporar a la agenda de la reunión el capítulo antiterrorista, que son los dos que mayor interés tienen para el presidente Bush.
En ese contexto para la administración Fox no quedan muchas opciones. Una posibilidad podría ser tratar de mediar entre las distintas posiciones y buscar una suerte de salida intermedia para lograr acuerdos en la Cumbre. Pero eso no sólo se percibe difícil sino que, además, no se ve en la lógica que ha tomado el gobierno federal en los últimos meses. Si la decisión, como ha dicho el presidente Fox en muchas oportunidades en privado y en reuniones con distintos sectores políticos y sociales, es reconstruir, como una prioridad, la relación con Estados Unidos, lo que vamos a tener en Monterrey es un alineamiento de México con nuestros vecinos del norte.
Las señales ya están ahí y trascienden lo sucedido en los últimos días. Hace ya nueve meses, el canciller Derbez había adelantado a muchos analistas que en diciembre estaba dispuesto a realizar un cambio radical en el cuerpo diplomático en la búsqueda de nuevos objetivos. Evidentemente el de Estados Unidos es uno de ellos: ya salió de la ONU Adolfo Aguilar Zínser, también esta misma semana dejó la embajada en Washington, Juan José Bremer (que fue designado embajador ante el Reino Unido) y ambos fueron reemplazados por dos excelentes diplomáticos de carrera como Enrique Berruga en la ONU y Carlos de Icaza en Washington, ambos prestigiados y reconocidos, que llevan la consigna de hacer una suerte de borrón y cuenta nueva respecto a los sucedido con la Casa Blanca, sobre todo durante el periodo de la guerra en Irak. Que la decisión de renovar la diplomacia en Estados Unidos va más allá, lo tenemos con la decisión de cambiar numerosos cónsules, incluyendo todos los de California (que aún no han sido renovados a pesar de que dejaron hace ya varias semanas sus cargos), que fue simultáneo con el respaldo implícito pero no menos real que le dio la administración Fox a la campaña y elección de Arnold Schwzernegger y el reemplazo de casi todo el personal diplomático en Washington.
Ahora en la Cumbre, no cabe duda que el momento más importante para el presidente Fox es la reunión con Bush y paradójicamente, a pesar de sus muchísimas limitaciones e indefiniciones, el único punto explotable en su agenda política interna, es la propuesta migratoria (que no es acuerdo ni pacto porque no fue negociado en absoluto con el gobierno mexicano) de Bush. Y el presidente Fox terminará apoyando ampliamente las posiciones de la Casa Blanca. Claro que eso propiciará un alejamiento de México con Brasil, Argentina y Venezuela (con cuyo gobierno ya existe una perceptible y pública distancia), pero también es verdad que salvo que México asuma incorporarse al MERCOSUR o establecer mecanismos de libre comercio con naciones como Argentina y Uruguay, para neutralizar un poco el enorme peso político y económico de Brasil en la región (una propuesta que ya estaba planteada desde hace años y que inexplicablemente nunca se ha terminado de implementar), pareciera ya tarde para esos experimentos. En todo caso, parece mucho más probable que la administración Fox se acerque aún más a Estados Unidos (en realidad habría que decir al presidente Bush, en un año de elecciones en la Unión Americana) y busque mantener sólida la relación con Chile para tratar de equilibrar los otros bloques regionales.
Una vez más en la alternativa de mirar hacia el norte o el sur, se optará por la primera opción, aunque se pague un costo.
La sensibilidad de los cachorros
No hay duda: cualquiera es libre de ir a donde le plazca, pero por esas elecciones se puede conocer, también la sensibilidad de las personas, sobre todo si son personajes del poder o sus cachorros, los hijos de quienes lo detentan. El sábado hubo dos espectáculos masivos en la ciudad de México: uno fue la "función boxística" (de alguna forma hay que llamar a los tristes espectáculos que allí se dieron) en la que participaron Jorge "el travieso" Arce y el diputado verde Jorge Kawaghi. El otro era uno de los espectáculos más importantes que se presentarán en México en este 2004: el concierto, el único que ofreció en el DF, de la extraordinaria cantante Sara Brightman. Pues bien, los "cachorros" y muchos de nuestros políticos, empresarios y artistas prefirieron el primero: ahí estuvieron desde hijos de Salinas, de Zedillo y de Fox hasta Emilio Azcárraga y Rodolfo Elizondo. Obvio, cada uno es libre de ir a dónde quiera, pero esas elecciones también permiten explicarnos porqué estamos como estamos.