En medio de la vorágine de destapes del PRD y el PAN, con los debates sobre las hipotéticas candidaturas de Marta Sahagún de Fox y Andrés Manuel López Obrador, esta vez el PRI pareciera estar mucho más tranquilo que sus contrincantes. Sin embargo, pareciera deberse más a que no sólo no tiene definidas las líneas de participación para sus aspirantes para el 2006 (e incluso para los procesos electorales estatales de este año).
En medio de la vorágine de destapes del PRD y el PAN, con los debates sobre las hipotéticas candidaturas de Marta Sahagún de Fox y Andrés Manuel López Obrador, esta vez el PRI pareciera haber estado mucho más tranquilo que sus contrincantes. Sin embargo, también ello pareciera deberse más a que no sólo no tiene definidas las líneas de participación para sus aspirantes para el 2006 (e incluso para los procesos electorales estatales de este año) sino que hasta le falta por definir a sus propios posibles contendientes.
Es que en el PRI apenas comienzan a hacer el recuento de bajas que ocasionó el enfrentamiento interno del fin del año pasado y los distintos grupos del tricolor, que llegaron a diciembre extenuados, están, en estos momentos, analizando por donde irán, cómo podrán (o no) convivir en un mismo partido, cuáles serán sus apuestas. En este sentido, incluso a pesar de que el PRI podría tener amplias posibilidades de ganar la mayoría de los estados que estarán en disputa en este año, se encuentra en una situación de debilidad estructural más delicada que sus principales contrincantes: el PRD y el PAN.
La corriente madracista logró, sin duda, derrotar a los elbistas en la cámara de diputados en los enfrentamientos de noviembre y diciembre pasados, pero ello no ha definido en absoluto los conflictos internos. Para empezar, la verdadera división en el PRI no pasa por Roberto y Elba. Recordemos que ambos se registraron como una fórmula única para luchar por la dirección del partido y ganaron por un estrecho margen (51 por ciento contra 49 por ciento de Beatriz Paredes). La división entre Roberto y Elba los deja a ambos como cabezas de dos minorías respecto al resto del partido que no los apoyó en las pasadas elecciones internas. De alguna forma tiene razón Gordillo cuando nos dijo, a fines de diciembre que, ante la situación que se presentaba, lo lógico sería que los dos, ella y Roberto, tendrían que renunciar a sus cargos y se debería elegir una nueva dirección partidaria. Ello se acrecienta porque Madrazo es, a su vez, un obvio precandidato presidencial de su partido. Y está muy lejos de ser el único.
Si las cosas no han pasado a mayores es porque muchos de los más importantes gobernadores del PRI tienen sus propios procesos electorales este año, o a principios del próximo, y quieren asegurar las reglas de sus propias sucesiones antes de meterse de lleno al debate sobre la elección federal, ante la cual varios de ellos también aspiran a la candidatura.
Un síntoma de que las cosas pueden tomar un rumbo diferente al que propone el propio Madrazo (que ha pedido a sus militantes no adelantar los tiempos de la sucesión para poder abocarse a los procesos electorales de este año) son algunas de las reacciones que se han producido en estos días. Por una parte, uno de los gobernadores con mayores posibilidades de convertirse en candidato, Manuel Angel Núñez Soto, aceptó por primera vez con absoluta claridad que sí buscará la candidatura presidencial por su partido y dejó, con ello, sentado un precedente que tendrán que tomar los otros aspirantes. La diferencia es que Núñez Soto tiene tiempo aún para definir su propia sucesión en el estado, mientras que otros gobernadores como Tomás Yarrington o Miguel Alemán tienen encima la presión de la designación de candidatos en sus propios estado.
El otro gobernador-aspirante que tiene tiempo es Arturo Montiel, que ayer parece haber ratificado que lo que tanto se dijo en diciembre pasado, cuando los diputados mexiquenses de última hora rechazaron la reforma fiscal, respecto a que el gobernador habría establecido un acuerdo con Madrazo de cara al 2006 era verdad. El acuerdo consistiría en que ambos buscarían la candidatura, harían su camino sin molestarse hasta el 2005 y que entonces definirían los métodos del proceso interno y el perdedor respetaría los resultados, sumándose a la candidatura del ganador. Incluso, en diciembre, en este espacio, recordamos que, algo así hicieron, en 1986-87, Carlos Salinas de Gortari y Manuel Bartlett oponiéndose a la precandidatura de Alfredo del Mazo. Eso implicaría, para ambos, un espacio de operación muy importante: Madrazo buscaría evitar las presiones que ya existen en su contra para que deje la dirección del partido en los próximos meses; Montiel podría consolidar su precandidatura mientras trabaja sin tantas presiones en la elección de presidentes municipales del año próximo, comicios que serán determinantes para su futuro.
Pero el panorama es más complejo, porque muchas otras fuerzas intervienen en el proceso. Ahí está, decíamos la precandidatura de Núñez Soto, que tiene, ya lo demostró, muchos adherentes; esta misma semana se comenzó a hablar de conformar comités de apoyo a Beatriz Paredes, una mujer que sigue apareciendo, aunque por primera vez en mucho tiempo no tiene ninguna posición pública ni partidaria, como una de las priistas con mayor grado de aceptación entre la ciudadanía. Y recordemos que, divididos Madrazo y Elba, si se volvieran a aglutinar las fuerzas que respaldaron a Beatriz para la presidencia del PRI, hoy serían amplia mayoría. Quizás Beatriz no busque la candidatura presidencial (aunque no se la debería descartar en automático) pero si trabaja para lograr el liderazgo de su partido sin duda tendría amplias posibilidades de lograrlo. Esta misma semana, el senador Carlos Rojas Gutiérrez, con fuerte peso en distintos grupos políticos, terminó demandando la renuncia tanto de Madrazo como de Elba, a más tardar para octubre próximo (recordemos que según los estatutos del PRI en este año tendría que realizarse una asamblea nacional del partido que tendría atribuciones para realizar un cambio de dirigencia). Y es sabido que Rojas representa más que su propia senaduría cuando hace este tipo de pronunciamientos. En el senado, Enrique Jackson ya ha dejado de darse por muerto de cara al 2006 y tiene una serie de aliados potenciales que, si se decide, pueden hacer crecer su precandidatura en forma muy significativa. Y recordemos que de todos los aspirantes priistas, es el único que tiene asegurada una posición pública tan importante como el liderazgo en el senado hasta el fin del sexenio.
En el otro extremo del espectro político priista, José Murat quiere sacar a Elba Esther de la secretaría general porque aspira a esa posición y a ser el coordinador de campaña de Madrazo. Pero Murat ha generado tantas animadversiones, se ha ganado tantos enemigos dentro del propio PRI, que para diversos sectores priistas, dentro y fuera de su estado, el cerrarle el paso se ha convertido en un objetivo en sí mismo. Y si llega a la posición a la que aspira, generará, ahí sí que casi en automático, una ruptura interna ineludible, como probablemente termine ocurriendo en las próximas semanas en Oaxaca. Y Madrazo tendrá que decidir entre abrir su abanico de opciones y aceptar otras corrientes y precandidatos en el PRI o cerrarse con sus más fieles, afrontando un doble peligro: en el primer caso, que pierda el control sobre el propio partido y, hasta la presidencia del PRI si todos sus opositores internos se unifican; y en el segundo, quedar de líder y candidato de sólo una parte de lo que hoy es el priismo. La mejor demostración de ello es que, después de lo que los suyos calificaron como un triunfo político en el congreso en diciembre pasado, Madrazo ha tomado el control de muchos espacios internos del PRI, pero su posición en las encuestas ha caído en picada.
Lo cierto es que el próximo 31 de enero se reunirá el consejo político nacional de ese partido y sus miembros deberán tratar de lograr, por lo menos, un acuerdo base para sacar las candidaturas en los estados y dejar sino asentado el camino, si por lo menos establecida la ruta a seguir para seleccionar a su candidato y tratar de darle un futuro con alguna certidumbre a su partido.