Pareciera que, finalmente, la administración Fox se irá contra el pasado, pero no contra éste como un todo, sino sobre capítulos muy específicos. El presidente ha reconocido que su administración ha perdido demasiado tiempo en sus inicios por falta de definiciones concretas en algunos temas. Viene una fuerte operación gubernamental que trata de poner de manifiesto la diferencia de esta administración con el pasado. El punto está en cómo avanzar en ese proceso y condenar públicamente el pasado priista y al mismo tiempo compaginarlo con esa necesidad de conciliación y de acuerdos. Es una apuesta alta, que puede fructificar políticamente pero que requiere de una estrategia que no sólo mire hacia el pasado sino hacia el futuro.
El gobierno federal, aparentemente, ha iniciado una operación política compleja, que podría ser un capítulo más de las muchas oscilaciones que ha tenido en este tema a lo largo de estos años, pero que en esta ocasión parece partir de una actitud más decidida. Pareciera que, finalmente, la administración Fox se irá contra el pasado, pero no contra éste como un todo, sino sobre capítulos muy específicos.
El toque lo dio el fallecimiento de José López Portillo. El presidente Fox no sólo no fue al velatorio en la secretaría de la Defensa Nacional, enviando en su lugar al secretario de Gobernación, Santiago Creel, sigo que aprovechó la propia víspera del fallecimiento de López Portillo para hacer un duro recordatorio de su gestión económica. Mientras Creel (que evidentemente continúa construyendo su candidatura, sobre todo después de que, por ahora, Marta Sahagún quedara voluntariamente fuera del centro de atención, recuperando probablemente la estrategia original de establecer entre ambos un acuerdo de cara al 2006) elogió en el velatorio la apertura política iniciada en el gobierno de López Portillo (la llamada reforma política que realizó Jesús Reyes Heroles a partir de 1977), Fox, de gira por Aguascalientes, se refirió en duros términos contra el periodo lopezportillista, criticando, particularmente, la política económica y el gasto público excesivo. Hizo, además, una comparación entre ese periodo de descontrol financiero gubernamental con la actual situación. Obviamente, aunque fuera evidente que se estaba cometiendo una falla protocolaria grave al no ir al velatorio del ex presidente fallecido, lo que no quería Fox era la foto junto a otros ex mandatarios priistas y, sobre todo, homenajeando a López Portillo.
El día anterior, el presidente Fox había reconocido que su administración había perdido demasiado tiempo en sus inicios por falta de definiciones concretas en algunos temas, y, el mismo día del velatorio de López Portillo, era detenido en el DF, Miguel Nazar Haro, el ex comandante de la Dirección Federal de Seguridad, prófugo desde hace meses, del que se especuló que podría estar fuera del país o en el sureste, y que finalmente fue detenido en Altavista y Periférico, en pleno DF cuando se dirigía con su esposa y su hija a su casa. En otras palabras, tan difícil de localizar no parecía estar, así que quizás su detención, ese mismo día, tampoco fue tan casual. El hecho es que la detención de Nazar Haro coloca nuevamente en la controversia, ya no sólo política sino también legal, al ex presidente Luis Echeverría. Y ambos hechos, la detención del ex comandante de la DFS y el fallecimiento del ex presidente, nos traen a la memoria, inevitablemente, las turbulentas administraciones de López Portillo y Echeverría.
A la percepción de que viene una fuerte operación gubernamental tratando de poner de manifiesto la diferencia de esta administración con el pasado, se suma la propia campaña publicitaria del gobierno sobre el antes y el ahora. La tesis no parece involucrar todo el pasado en un mismo paquete: por ejemplo, el procurador Rafael Macedo de la Concha fue muy terminante al señalar que el caso Colosio no se reabrirá hasta que no existan indicios o pruebas firmes que justifiquen esa reapertura. Se trata de no abrir tantos frentes simultáneos, pero probablemente también de dividir el frente de los priistas entre los modernizadores y reformistas, con los sectores más tradicionales.
La selección parece estar bien hecha: la popularidad de Echeverría o López Portillo es por lo menos cuestionable, mientras que Nazar Haro es uno de los personajes menos presentables de ese periodo. Con justicia o no, Nazar Haro es identificado como el prototipo de la represión de los años 70 con todas sus secuelas. Pero, además, en un proceso tan difícil de sustentar legalmente, es el eslabón de Nazar Haro uno de los más débiles y uno de los pocos que podrían llevar hasta el ex presidente Luis Echeverría. La detención, por otra parte, le da oxígeno al fiscal Ignacio Carrillo Prieto, que se encontraba en una posición difícil ante los obstáculos que había tenido para poder llevar ante la justicia a sus acusados, al tiempo que difícilmente podrían las oposiciones inconformarse con la detención del ex jefe de la DFS.
La estrategia en el corto plazo promete ser efectiva: comparar a la administración Fox con varios capítulos del gobierno de Zedillo e incluso con algunos de la administración Salinas, difícilmente podría rendirle réditos: las diferencias son poco perceptibles y en algunos casos ganaría el pasado. Pero si los blancos y negros se contraponen con el pasado tradicionalmente priista y revolucionario, el de Echeverría y López Portillo, las diferencias son notables, además de que, de cara al 2006, Roberto Madrazo representa, de alguna forma, parte sustancial de ese pasado y ello hasta se podría hacer extensivo al PRD y sus dos principales prospectos: López Obrador y Cárdenas.
El punto está en cómo poder avanzar en ese proceso y condenar públicamente el pasado priista y al mismo tiempo compaginarlo en esa necesidad de conciliación y de llegar a acuerdos que demandó ayer el general Ricardo Clemente Vega García, el secretario de l Defensa. Es verdad que nadie podría estar en desacuerdo con la necesidad de hacer justicia con el pasado, y que ello no tendría porqué ser contradictorio con la búsqueda de la conciliación y de llegar a acuerdos en el presente, pero todos sabemos que eso fue precisamente lo que no se pudo lograr en los últimos años. Por cierto, el discurso del presidente Fox, en la cuarta o quinta ocasión en que se refiere a las fuerzas armadas en las dos últimas semanas, debe tomarse en cuenta: dijo que éstas tienen un papel central para garantizar en todo momento el orden y la certidumbre en el país. En otras palabras, dijo que allí está la base para garantizar precisamente ese orden y certidumbre que, en otros términos, debe entenderse como la gobernabilidad. O sea, que es con base en ese papel que juegan las fuerzas armadas, se procederá a esa revisión del pasado y, por supuesto no sólo de la evaluación del lopezportillismo sino también de la guerra sucia que escenificó Nazar Haro y todo ese pasado que representa, mejor que nadie, Luis Echeverría.
Es una apuesta alta, que puede fructificar políticamente pero que, para ello, requiere irremediablemente de una estrategia que no sólo mire hacia el pasado sino hacia el futuro y mientras la tasa de crecimiento trianual de la actual administración siga siendo tan raquítica como el 0.63 por ciento se estará ante una batalla condenada al fracaso.
Y Castañeda aún se mueve
Las encuestas no suelen mentir (si están bien hechas) y el hecho es que Jorge Castañeda ya ha logrado aparecer en ellas como precandidato para el 2006 y se mantiene, es verdad que bastante por debajo de muchos de los aspirantes duros a la presidencia, pero también con una presencia que nadie hubiera avizorado en enero del 2003 cuando dejó la cancillería. Castañeda ha tenido el mérito en todo esto de no complicarse y repetir una y otra vez su programa de cuatro puntos que, ante la ineficiencia actual suena concreto, lógico y atractivo, aunque en una mirada más profunda, también insuficiente. Claro, cuando en los últimos seis años no se ha podido sacar adelante nada sustantivo, concretar aunque sea en parte esos cuatro puntos sería, sin duda, un gran paso. No el único pero el mayor problema para Castañeda sigue siendo cuál será el respaldo partidario que lo podría llevar a la carrera presidencial.