Zedillo, reforma judicial y democracia
Columna

Zedillo, reforma judicial y democracia

La gestión del presidente Ernesto Zedillo, como la de cualquier mandatario, puede ser evaluada de muchas maneras y desde distintas perspectivas, pero lo que es indudable es que dejó tras de sí un país con instituciones democráticas mucho más sólidas que las que recibió y con un poder distribuido en forma plural: reformó, para bien, el poder judicial dotándolo de verdadera autonomía, terminó de reformar e independizar los órganos electorales, creó instancias autónomas de control sobre el propio gobierno y al final de su mandato, Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles habían ocupado la jefatura de gobierno de la ciudad de México y Vicente Fox la presidencia.

Andrés Manuel López Obrador gracias a una decisión de Zedillo, operada a través de Liébano Sáenz, pudo ser candidato a la jefatura de gobierno y ganar por un estrecho margen, a pesar de que no cumplía con los requisitos legales para hacerlo, ya que no tenía cinco años de residencia en la ciudad (apenas un par de años atrás había sido candidato a gobernador en Tabasco). La decisión fue protestada por muchos en el entonces PRD e incluso impugnada legalmente entre otros por Pablo Gómez. Esa decisión de Zedillo fue la que le abrió la carrera política nacional a López Obrador. El resto de la historia ya la conocemos, pero podría haber sido totalmente diferente si se hubiera desechado aquella candidatura.

Hay otras decisiones que tomó Zedillo que pueden ser muy criticadas, sobre todo la forma en que se detonó la crisis económica de diciembre de 1994 o las investigaciones realizadas por Pablo Chapa Bezanilla de los asesinatos del cardenal Posadas, de Luis Donaldo Colosio y de José Francisco Ruiz Massieu. Incluso su elección como reemplazante de Donaldo tras su asesinato en Lomas Taurinas. Pero lo que es un dato incuestionable es que dejó un país con una tasa de crecimiento crecimiento en su último año de 7 por ciento anual (nunca se volvió a tener esos índices) y con una estructura democrática mucho más sólida que la que recibió.

Zedillo ha sido el ex presidente que mantuvo el perfil público más bajo de todossus contemporáneos, por lo menos desde Ruiz Cortines hasta López Obrador. Vive en Estados Unidos, no interviene en política, no dejó sucesores, y se dedica a actividades académicas y empresariales. Reapareció con el anuncio de la reforma judicial y ahora con la publicación de un artículo sobre el tema en Letras Libres y una entrevista en Nexos. Son dos textos durísimos, donde acusa al gobierno de López Obrador y el de Claudia Sheinbaum de desmantelar conscientemente el sistema político democrático del país y concluye que en México la democracia ha muerto.

Se podrá o no estar de acuerdo en muchos de los críticas que aborda Zedillo en esos textos pero hay que coincidir con él en varios aspectos: la desarticulación de instancias democráticas autónomas, de organismos de control y la desaparición del poder judicial autónomo como puntos centrales.

La farsa en la que se ha convertido la elección judicial en ciernes es la mejor demostración de ello. Los comicios del próximo primero de junio serán, son ya, un fiasco, sin control de candidatos, con un sistema electoral imposible de entender para la gente, comenzando por las boletas con cientos de candidatos, y con un desinterés generalizado y donde, incluso, ya no serán los ciudadanos los que contarán los escasos votos que habrá dentro de un mes.

Decir que estas elecciones judiciales nos dejarán un sistema de justicia más democrático es una falacia: primero, porque es una elección donde participará una minoría manipulada desde el poder; segundo, por la elección de los aspirantes, realizada desde las mismas instancias del poder y donde se ha colado de todo, desde personas legalmente impedidas o con antecedentes hasta defensores de narcotraficantes; tercero, porque en ninguna democracia del mundo los ministros de la Corte, los magistrados y jueces federales se eligen por voto directo porque su propia condición, su especialización y sus responsabilidades no requieren popularidad sino sapiencia intelectual y formación idónea. La obligación de que tuvieran dos tercios de los votos del senado funcionaba como una suerte de garantía en ese sentido, lo que también se perdió desde que utilizando mecanismos legales manipulados el 54 por ciento de votación se transformó el año pasado en un 74 por ciento de representación legislativa.

No sé si la democracia en México ha muerto como dice Zedillo. Creo que aún tiene algunos pilares en los cuales sostenerse. Pero sí me queda claro que si siguen avanzando iniciativas como la elección judicial y las reformas a las telecomunicaciones planteada la semana pasada, poco quedará de un sistema democrático que se ha transformado cada vez más en autoritario. Se puede o no estar de acuerdo con Zedillo pero hay que escucharlo, leerlo y en todo caso debatirlo con seriedad y no con chicanas partidarias.

Turismo y seguridad

Seguimos minimizando el turismo sin comprender que es una de las principales bases de desarrollo presente y futuro que tiene el país. Tendría que tener mucho más apoyo, atención y promoción. Pero también priorizar su seguridad, Ya hemos tenido problemas graves en centros turísticos claves en el país, ahora resulta que Los Cabos, San José del Cabo y La Paz, que concentran buena parte del turismo estadounidense y canadiense terminan recibiendo alertas de seguridad del departamento de Estado por las explosiones de violencia vividas. Lo que se pierde en credibilidad turística siempre es difícil de recuperar.

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