El enfrentamiento entre Elba Esther Gordillo y Roberto Madrazo está lejos de haber concluido y ambos están velando armas, acumulando espacios de poder propios cuando se tenga que realizar la asamblea nacional de ese partido para definir las reglas de elección de candidatos para el 2006. Cada uno está conformando un grupo, una corriente que busca fortalecerlos para ese momento. Pero hay que tomar en cuenta que el PRI no se divide sólo en esas dos fuerzas. Existe un amplio espectro de priistas que no comulga directamente ni con Elba ni con Roberto. Comienzan a articularse distintas corrientes, con espacios de poder propios, preparándose para la batalla. La pregunta es si tanta preparación para la batalla no terminará dejando a un PRI balcanizado en, por lo menos, dos o más partidos.
El inicio del periodo ordinario de sesiones en el congreso de la Unión ha encontrado a los legisladores sin contar siquiera con una agenda para normar su trabajo, pero ha permitido iniciar un nuevo escándalo, una nueva reyerta en pos de posiciones de poder entre distintos grupos del priismo, que no se contuvieron ante el dato duro de que habían tenido la suerte de estar fuera del foco de los escándalos ligados al PRD e, indirectamente, al PAN.
El enfrentamiento entre Elba Esther Gordillo y Roberto Madrazo está lejos de haber concluido y ambos están velando armas, acumulando espacios de poder propios, de cara a la definición que deberá darse, en el priismo, hacia fin de año, cuando se tenga que realizar la asamblea nacional de ese partido para definir las reglas de elección de candidatos para el 2006. En los hechos, cada uno de ellos está conformando un grupo, una corriente que busca fortalecerlos para ese momento.
El primer golpe, obviamente, lo dio Madrazo, quitando de la coordinación en la cámara de diputados a Elba Esther. Esa plataforma de poder se la quedó Madrazo, vía un acuerdo con los legisladores del estado de México (en un hasta entonces inédito acuerdo entre el presidente del PRI y el gobernador Arturo Montiel) que permitió que Emilio Chuayffet se quedará como nuevo líder de los diputados priistas. Pero luego de la batalla legislativa de diciembre, parecía que las cosas iban a tomar un cauce menos virulento. Obviamente no fue así, apenas se aproximaba el inicio del nuevo periodo ordinario de sesiones, Chuayffet no sólo pudo comenzar a despachar desde la oficinas que hasta hace unas semanas aún ocupaba Elba Esther sino que antes de comenzar los trabajos legislativos, el ex gobernador del estado de México removió todo vestigio de los elbistas de las comisiones en el congreso: fueron diecisiete los presidentes o secretarios de comisiones separados de sus cargos luego de la reunión de legisladores en Ixtapan de la Sal. Fue, lisa y llanamente un purga política que tuvo poco que ver con la capacidad o no mostrada por esos legisladores sino con su integración a uno u otro equipo. De alguna forma, se dijo como descargo, se estaban tomando las decisiones de la misma forma en que, en su momento, las había tomado Elba Esther, desplazando a los que no eran suyos. De todas formas, los priistas, quizás desde entonces, pero en forma notable en esta ocasión, olvidaron aquello que es una de las máximas de una política que intente ser democrática e incluyente: que los que ganan no pueden ganar todo para que los que pierdan no pierdan tampoco todo. Se hizo lo contrario: todas las posiciones importantes en la cámara fueron para la nueva mayoría prisita, al costo que fuera.
Algunas de esas remociones fueron muy cuestionadas, sobre todo la de Francisco Rojas en la comisión de presupuesto, tanto que Roberto Madrazo envió y así se divulgó, una carta a Chuayffet argumentado su extrañeza por la salida de Rojas, luego del buen trabajo que había realizado en esa comisión. Para la mayoría de los elbistas, esa carta fue, simplemente, un gesto para tratar de ocultar algo que se debe haber decidido con el propio Madrazo, más aún cuando quien reemplazó a Rojas fue el hombre más cercano al tabasqueño en la cámara de diputados: Angel Buendía. Pero la carta, probablemente, tenía otro destinario: Francisco Rojas es desde hace muchos años, uno de los políticos más cercanos de Carlos Salinas de Gortari, lo fue antes del sexenio de Salinas, lo siguió siendo durante el mandato de éste y lo fue aún más en estos años de caída en desgracia del ex presidente. Más aún cuando su llegada en un puesto privilegiado en la lista de diputados fue interpretado, en su momento, no sólo como una posición de Salinas en la cámara, sino también como una alternativa futura para la gubernatura del estado de México, independientemente, por supuesto, de los méritos políticos y administrativos que siempre ha demostrado Rojas. En otras palabras: Madrazo, cuya relación con Salinas ha quedado dañada por la crisis de diciembre, quiso hacer un gesto al ex presidente como para indicarle que, en este caso, la pelea no era con él. Habrá que ver si Salinas, y obviamente Rojas, lo interpretaron así.
Pero Elba Esther no se quedó cruzada de brazos. Por una parte hizo llegar su solicitud de licencia como diputada (una medida que se esperaba porque los madracistas se preparaban para hacerle dejar su posición como secretaria general del partido, argumentando que según los estatutos del tricolor no podía detentar un cargo de elección popular y una posición en el partido en forma simultánea), conservando la secretaría general prisita, un cargo, de cara al futuro, de mucho más poder que el ser una diputada más del bloque del PRI. Elba Esther tiene, además, un argumento poderoso para saber que difícilmente se la podrá remover de esa posición: ella y Madrazo fueron elegidos como fórmula para ocupar los cargos de presidente y secretaria general, y si Madrazo más temprano que tarde tiene que dejar el cargo de presidente del partido para buscar la candidatura presidencial, será Elba Esther la que deba reemplazarlo. Por otra parte, si intentan desplazarla antes de que concluya su periodo en la dirigencia tricolor, ella podrá argumentar que también Madrazo tendría que dejar su puesto, porque los dos fueron elegidos juntos.
No ha sido ese el único movimiento de Gordillo: por una parte, en las últimas semanas impulsó la conformación de una nueva central de trabajadores al servicio del Estado, separada de la FSTSE. Y esta semana logró reunir el congreso extraordinario del sindicato de maestros, que inauguró Arturo Montiel (en lo que podría entenderse como una suerte de recomposición de las relaciones entre el gobernador mexiquense con Gordillo) y en ese mismo congreso se decidió crear la presidencia del sindicato, un cargo que, evidentemente, desde ayer ocupa la propia Elba Esther, reasumiendo ya no sólo tácita sino también formalmente, el control del sindicato, lo que sumado a la secretaría general y el grupo "independiente" de diputados elbistas que no aceptan el liderazgo de Chuayffet, le dejan un espacio de poder muy importante (recordemos, además, la influencia de Gordillo en el ISSSTE y en varias gubernaturas).
El equilibrio de fuerzas, por ende, entre Madrazo y Elba Esther, no es tan desproporcionado como algunos creen a la hora de luchar por el control del PRI.
Pero hay que tomar en cuenta que el PRI no se divide sólo en esas dos fuerzas. Existe un muy amplio espectro de priistas que no comulgan directamente ni con Elba ni con Roberto. Recordemos que la fórmula Madrazo-Gordillo ganó la dirección de ese partido con una exigua mayoría respecto a la corriente que encabezó Beatriz Paredes (51 contra 49 por ciento). Esos grupos se están nucleando en varios ámbitos, unos en torno a la propia Paredes, que a través de la Fundación Colosio tiene ya una plataforma para comenzar a operar "oficialmente" con distintos sectores del partido. Pero existen, también, otros grupos, sobre todo uno de ellos que se conocerá en los próximos días, que mostrará la existencia de una corriente autónoma de mucho peso. Ello además de otros sectores que ya están ocupando sus espacios, como los que encabezan diversos gobernadores o el senador Enrique Jackson.
En otras palabras: comienzan a articularse las distintas corrientes alternas a Madrazo, con espacios de poder propios, preparándose para la batalla por la candidatura. La pregunta que obviamente no tiene respuesta aún, es si tanta preparación para la batalla no terminará dejando un PRI balcanizado en, por lo menos, dos o más partidos.
Ley Mordaza para Sodi
El senador Demetrio Sodi, es una de las voces más lúcidas e independientes del perredismo. Se podrá o no estar de acuerdo con Sodi, pero no se le puede regatear ni capacidad ni mucho menos, un sentido común que destaca en un partido que, desgraciadamente, cae cada día más en el dogmatismo. Eso se confirma con una de las más desafortunadas declaraciones de la dirigencia perredista: "recomendarle" a Sodi que no expresara sus opiniones públicamente, sino en lo oscurito, sólo en privado, el seno de los órganos del partido. Como en los peores momentos del estalinismo. Por supuesto, Sodi, lisa y llanamente, hizo lo lógico: no los pelará.