México, Cuba, el ruido y las nueces
Columna JFM

México, Cuba, el ruido y las nueces

Una vez más no hubo sorpresas. En los dos últimos días, tanto en la conferencia de prensa del ministro cubano de relaciones exteriores, Felipe Pérez Roque, como en la que mantuvieron ayer el canciller Luis Ernesto Derbez y el secretario de Gobernación, Santiago Creel, hubo una enorme cantidad de palabras, muchos adjetivos, duras críticas recíprocas y muy poca información nueva, se mostró muy poco, tanto los funcionarios de Cuba como los de México, no quisieron ir al fondo de sus acusaciones y optaron por guardarse cartas para mejor oportunidad… o quizás para no terminar de destrozar una relación bilateral ya a punto del quiebre.

Una vez más no hubo sorpresas. En los dos últimos días, tanto en la conferencia de prensa del ministro cubano de relaciones exteriores, Felipe Pérez Roque, como en la que mantuvieron ayer el canciller Luis Ernesto Derbez y el secretario de Gobernación, Santiago Creel, hubo una enorme cantidad de palabras, muchos adjetivos (más en La Habana, hay que reconocerlo), duras críticas recíprocas y muy poca información nueva, se mostró muy poco, tanto los funcionarios de Cuba como los de México, no quisieron ir al fondo de sus acusaciones y optaron por guardarse cartas para una mejor oportunidad…o quizás para no terminar de destrozar una relación bilateral ya a punto del quiebre. Parecían aquellos borrachos en una cantina que a los gritos piden que "los agarren", que los detengan para no "matar" al otro y de paso librarse de la golpiza.

Ayer, entre lo dicho por Santiago Creel y Derbez habría que quedarse con poco. Quizás lo más importante fue la afirmación de que al gobierno federal parece importarle bastante poco la declaración de Carlos Ahumada en La Habana, primero, y tiene razón (que mejor explicación al respecto que la que ayer proporcionó Ciro Gómez Leyva en su artículo) porque nadie puede confiar en declaraciones arrancadas o proporcionadas gentilmente por el detenido en una cárcel de máxima seguridad de un sistema sin ningún tipo de control: y eso se aplica, por igual, a los antiguos separos de la DFS en México, la ahora muy publicitada cárcel montada por Estados Unidos en Bagdad o los calabozos de la Villa Marista en La Habana. Y segundo, por algo aún más obvio: el juicio a Ahumada, como a cualquier otro, se tiene que realizar con base en los testimonios y pruebas que recojan los ministerios públicos mexicanos.

También fue un buen argumento a lo presentado por Pérez Roque el mostrar las fichas migratorias de ingreso de Pedro Lobaina y José Antonio Arbezú a México, donde efectivamente ingresan con pasaportes diplomáticos, dan como su dirección en México la embajada de Cuba y, además, en la misma ficha, asientan que vienen como diplomáticos, no como dirigentes partidarios. No es suficiente para comprobar que esos dos dirigentes del PCC estuvieran realizando actos peligros para el Estado mexicano (como los videos mostrados por Pérez Roque no eran suficientes para confirmar que Ahumada era parte de un complot con Andrés Manuel López Obrador o que los "ellos" de los que hablaba Ahumada eran funcionarios federales como alegremente lo interpretaron muchos medios nacionales, gracias a la declaración del canciller cubano), pero en la batalla retórica fue un buen punto. Algo similar ocurrió con la cita de Pérez Roque respecto a una ley de seguridad nacional que todavía no existe en México como tal o la insistencia en el tema de los derechos humanos que es, sin duda, en lo que el régimen cubano resulta indefendible. Y nada más, el resto en la maratónica conferencia de prensa tuvo poca sustancia, como había ocurrido horas antes en La Habana.

En todo caso, las señales reales, las profundas, indican que los dos, Castro y Fox, están pensando más en recomponer lo que queda de la relación que en avanzar en una ruptura definitiva. Quizás en ello influyó el que se supiera que hoy, el presidente Bush en Washington, daría a conocer el nuevo plan para acrecentar el bloqueo político y económico contra el régimen de Castro. Hacer crecer en estos días esa apuesta hubiera implicado, con razón o sin ella, una lectura que mostraría a México de la mano con la Casa Blanca. Y si ya hay diputados como el petista Oscar González Yánez que, con absoluta ligereza, aseguran que el complot contra López Obrador se organizó por órdenes de Washington en la secretaría de Gobernación, nos podemos imaginar lo que seguiría.

Otra señal de que, fuera de las declaraciones de superficie, podría haber una tendencia a estabilizar la relación fue que el gobierno cubano anunció que se tomaría "un tiempo" en dar respuesta a lo dicho por Derbez y Creel. En realidad, ya no necesitan dar esa respuesta: el objetivo, en términos de política interna, era crear un enemigo externo, un enemigo además tan entrañable para los cubanos como México, que justificara los "éxitos" del régimen. Lo ocurrido ayer en La Habana lo demuestra con creces: la televisión cubana trasmitió la conferencia de prensa de Pérez Roque y ayer los dos periódicos que circulan en la isla (ambos del estado), el Granma y Juventud Rebelde, confirmaron lo que vieron: que el canciller "aplastó" a los funcionarios mexicanos con "un golpe demoledor", dijeron. Ayer, a la hora en que se realizaba la conferencia de prensa de Creel y Derbez, de la que obviamente no se trasmitió ni una palabra en la isla, había en la televisión cubana, una mesa redonda que sirvió para que un grupo de periodistas se deshicieran en alabanzas a su canciller y cantaran loas a la victoria política lograda. ¿Cómo habrá podido hacerse una idea de ese triunfo o esa derrota el cubano de la calle si sólo vio y escuchó a su canciller (que además se cuidó de no repetir las opiniones, justas o injustas, de los funcionarios mexicanos que estaba criticando: la mejor demostración fue la durísima crítica a Creel por haber llamado a Castro por su apellido, pero nunca explicó Pérez Roque que a eso se limitaba el terrible insulto que le había hecho el secretario de Gobernación al comandante) y no pudo contraponerlo con lo dicho por sus adversarios? En esa misma mesa redonda trasmitida durante horas en la televisión cubana, se retomaron críticas de medios de prensa mexicanos al gobierno de Fox (y obviamente hay miles para elegir) pero no se registró ni una sola opinión contraria a la posición cubana. Y también aquí ha habido muchísimas, sobre todo en relación a su nulo respeto por los derechos humanos. Es como aquel chiste que se contaba hace años en nuestros medios y que trataba de que un periodista estadounidense le decía a uno mexicano que en su país había auténtica libertad de prensa porque él podía mentarle la madre a su presidente. El periodista mexicano le decía que en nuestro país también había absoluta libertad de prensa porque él también podía mentarle la madre al presidente…de Estados Unidos.

El hecho es que para el cubano de la calle le parecerá que en México existe algo así como una insurrección contra Fox y un apoyo sin límites al régimen de Castro. El enemigo externo, en un momento especialmente difícil, ya se creó y, además, ya se lo derrotó: es más, si el día de mañana la relación bilateral mejora dirán que fue consecuencia directa de su demoledor golpe, de su triunfo histórico en esta lucha. Y así siguen pasando los años.
Lo mismo hizo en los últimos tiempos el gobierno de Castro con Canadá o con toda la Unión Europea. La diferencia es que en Canadá o en Europa, simplemente lo ignoraron: en esos países Cuba ya no es un tema de agenda interna y el régimen de Castro simplemente no es defendible, incluso por la enorme mayoría de las fuerzas de izquierda.

De todas formas, lo que más nos interesa, que es la operación política realizada por el gobierno mexicano, no ha dejado un buen sabor de boca: algo no funcionó correctamente, por lo menos para la opinión pública. Creo que los argumentos del domingo fueron débiles y que, como dijimos en este espacio, simplemente la administración Fox se cansó de las majaderías y berrinches del gobierno de Castro y decidió, con lo que tenía, congelar las relaciones bilaterales sin considerar, por ejemplo, que los testimonios que se podían hacer públicos eran débiles y que no podía coincidirse en el tiempo y el espacio con la nueva vuelta de tuerca de la política estadounidense hacia Cuba.

Pero sigo pensando que, en términos reales, México debe establecer una distancia con Cuba que puede generar costos políticos en el corto plazo pero que redundará en beneficios en el futuro. No sólo porque la antigua relación entre ambos países ya no puede mantenerse porque los sistemas políticos de Cuba y México se han dirigido hacia puntos antagónicos, sino también porque lo que será insostenible en el mediano y largo plazo es la cerrazón de una revolución que se queda cada día más sola.

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