Importan las encuestas, no los principios
Columna JFM

Importan las encuestas, no los principios

¿No se ha preguntado usted por qué nuestros políticos cambian con tanta rapidez de posición, por qué lo que un día es casi un dogma de fe, al siguiente se transforma en su contrario? Las razones son muchas pero una de las principales es que, en realidad, buena parte de nuestros políticos no trabajan con planes estratégicos sino, simplemente, con encuestas, y sus principios varían de acuerdo con las preferencias del público. Por eso es tan difícil llegar a acuerdos, por eso las posiciones cambian con tanta rapidez y las negociaciones no llegan a ningún lado.

¿No se ha preguntado usted por qué nuestros políticos cambian con tanta rapidez de posición, por qué lo que un día es casi un dogma de fe, al siguiente se transforma en su contrario?. Las razones son muchas pero una de las principales es que, en realidad, buena parte de nuestros políticos no trabajan con planes estratégicos sino, simplemente, con encuestas, y sus principios varían de acuerdo con las preferencias del público. Por eso es tan difícil llegar a acuerdos, por eso las posiciones cambian con tanta rapidez y las negociaciones no llegan a ningún lado.

Ejemplos hay muchos, pero pocos son tan claros como lo que ha sucedido en las última semana con el caso Cuba. Hace exactamente una semana, el gobierno mexicano estaba prácticamente rompiendo relaciones con Cuba: se habían retirado embajadores, se preparaba la conferencia de prensa de Felipe Pérez Roque y la impresión era que la ruptura era inevitable. Pero apenas hoy, pareciera que no hubiera pasado nada: el canciller Luis Ernesto Derbez, que apenas dos días después del retiro de embajadores había enviado una carta a Pérez Roque proponiéndole retomar la relación, no sólo comenzó un retroceso ostensible respecto a la lógica que había imperado en el fin de semana anterior sino que se terminó convirtiendo en su contrario. El gobierno mexicano sabía, porque era público, que la administración Bush presentaría a mitad de la semana pasada su Plan Cuba con el cual buscaría apretar aún más el bloqueo contra el régimen de Castro. El contenido del Plan era también conocido: uno hubiera pensado que al tomar la decisión de retirar a los embajadores, el factor Bush había sido tomado en cuenta, sobre todo porque el mismo día que México retiraba a Roberta Lajous de la isla (y demandaba el retiro del embajador cubano Jorge Bolaños, además de expulsar al agregado político de la embajada cubana), también Perú retiraba su embajador (aunque nunca exigió la administración de Alejandro Toledo que Cuba adoptara la misma posición) y todo parecía, para bien o para mal, parte de una estrategia común. Si México no quería haber sido sumado a la misma podía haber tomado otras medidas para un distanciamiento paulatino, había vías diplomáticas para hacerlo. Pero se decidió tomar la única opción anterior al rompimiento de relaciones.

Se puede estar o no de acuerdo con esa decisión, pero el punto no es ese sino que lo ilógico es que un par de días después se comenzara a cambiar la posición. Primero, fue la carta de Derbez, luego el siguiente gesto en la conferencia de prensa en Palacio Nacional, más tarde el rechazo público al Plan Bush y, finalmente no sólo la evidente preocupación por organizar una reunión con Pérez Roque o incluso con Castro en la cumbre de Guadalajara sino la propuesta de conformar un "grupo de países amigos de Cuba" para oponerse al plan estadounidense. En el camino se ignoró todo lo dicho con anterioridad e incluso se hizo un guiño al presidente venezolano Hugo Chávez, que ya había dicho que apoyaba plenamente lo dicho por Castro sobre México el primero de mayo en aquel polémico discurso en La Habana.

¿Por qué el cambio? Por una sencilla razón: las encuestas comenzaron a mostrar desde el martes pasado que la gente no defendía al régimen de Castro, las simpatías con el castrismo son menores de lo que muchos consideran, pero al mismo tiempo nadie o muy pocos apoyaban la ruptura de relaciones con Cuba, entre otras razones porque no se percibía una causa de peso para ello. Con el paso de los días lo endeble de la posición respecto a los "agentes" cubanos y la negativa a dar a conocer la información sobre las actividades de Arbezú y Lobaina fueron fortaleciendo esa posición de incomprensión respecto a lo que sucedía. Por eso, en la medida en que el gobierno federal iba midiendo la opinión pública, fue modificando su posición hasta llegar a dar un giro de prácticamente 180 grados respecto a la posición que había asumido apenas una semana antes. Hoy, sería difícil saber cuál es la posición de México ante Cuba.

Pero como esta administración no quiere dejar de meterse en problemas ahora el canciller Derbez abordó, sin que nadie se lo pidiera, la posibilidad de participar en "misiones de paz" nada menos que en Irak. O sea que salimos de un problema extraño pero comprensible en La Habana para aterrizar, nada menos que en Bagdad.

No es el único, el secretario Santiago Creel que la semana pasada hablaba de los informes de inteligencia y seguridad nacional sobre las acciones de los agentes cubanos en México, que luego dijo que por la ley de información y transparencia esos informes debían estar congelados hasta dentro de doce años, ahora dijo que esa información provenía no de trabajo de inteligencia del gobierno mexicano sino de que "alguien se los dijo". ¿El dicho de alguna personas hubiera sido suficiente para tomar una medida diplomática tan dura como el retiro de embajadores?. Es difícil de comprender, salvo si se asume que las encuestas muestran que la gente no cree, sea ello verdad o mentira, que esa información de los agentes cubanos sea cierta. Y entonces cambia la posición del gobierno en este tema en apenas una semana.

En el otro campo, en el del perredismo, Andrés Manuel López Obrador, que sigue insistiendo en que los videoescándalos no le han quitado ni una pluma a su gallo, está descubriendo que las encuestas muestran que su apoyo ha caído y que la gente tampoco cree que no tenga nada que ver con los actos de corrupción en su gobierno. La encuesta de reforma de ayer confirma la tendencia que han mostrado varios otros estudios de opinión la percepción de que hay corrupción en el GDF pasó en tres meses del 16 al 32 por ciento y el apoyo a López Obrador cayó en el ámbito metropolitano más de diez puntos. En una encuesta nacional en vivienda, la empresa IPSO-Bimsa registra una caída para López Obrador mucho mayor: de veinte puntos, lo que lo ubica prácticamente ya en el mismo nivel que los otros precandidatos. Hace tiempo dijimos aquí que el mayor costo que pagará López Obrador en todo esto, giraría en torno a la corrupción: el gobierno de la honestidad valiente se convirtió, en ese sentido, en un gobierno más. Y ahora entonces el jefe de gobierno quiere zafarse de una vez del tema, pero sin castigar a Bejarano, sin encontrar a Ponce Meléndez, sin que se explique de dónde salió y a dónde fue todo ese dinero, esa percepción persistirá. Y López Obrador lo ha acusado porque en los últimos días ha insistido en el tema de limpiar a su gobierno de la corrupción…falta sólo que lo haga. Seguramente eso ocurrirá cuando se lo indique alguna encuesta.

La Hillary tlaxcalteca no se mueve

Por cierto, donde la crisis también está a punto de aflorar es en Tlaxcala, pero en este caso en el PRD: como se ha dicho el consejo nacional del PRD aprobó un candado que impide a los familiares directos de un gobernador en funciones aspirar a sucederlo. Ello es correlato de una iniciativa similar que presentó el PRD en el congreso de la Unión con el obvio destino de Marta Sahagún de Fox pero de paso para frenar internamente a Maricarmen Ramírez, la esposa del gobernador Alfonso Sánchez Anaya, actual senadora y pública aspirante a ese cargo. Pero cuando se aprobó ese candado la esposa del gobernador apeló ante el IFE y éste acaba de anunciar que, efectivamente, esa disposición es anticonstitucional y le dio la razón a Ramírez, quien dijo que hoy solicitará su registro. Este fin de semana el PRD debe sacar la convocatoria para la elección del candidato y se encuentra en un dilema: acepta la decisión del IFE y pone en entredicho su propia lógica política (¿cómo podrá criticar la hipotética candidatura de Marta Sahagún, por ejemplo, si el propio PRD impulsó a la esposa de un gobernador como reemplazo de éste?), o insiste de una u otra forma en el candado y frena a Maricarmen Ramírez, con lo que aumenta la distancia con el propio gobernador Sánchez Anaya. Una salida es mala y la otra peor: el principal beneficiario de esa inevitable división será, sin duda, el PRI estatal, sumado a los pobres índices de aceptación de la administración de Sánchez Anaya en la entidad.

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