En el límite de la gobernabilidad
Columna JFM

En el límite de la gobernabilidad

Estamos tan cerca de que las cosas (la política, la seguridad, la economía) se salgan de la gobernabilidad que resulta preocupante que las autoridades y los partidos (y nosotros en los medios) no estemos comprendiendo la gravedad de la situación. La crisis de seguridad pública es un síntoma de algo mucho más profundo: ni las autoridades están en condiciones de garantizar nuestra seguridad, ni de controlar la delincuencia ni de llegar a acuerdos de coordinación como para poner orden en el capítulo prioritario que cualquier gobierno tiene la responsabilidad de garantizar a su sociedad.

Para la afición puma, que confirmó que no hay universidad como la UNAM

Estamos tan cerca de que las cosas (la política, la seguridad, la economía) se salgan del cauce de la gobernabilidad que resulta preocupante que las autoridades y los partidos (y nosotros en los medios) no estemos comprendiendo plenamente la gravedad de la situación.

La crisis de la seguridad pública es un síntoma de algo mucho más profundo: ni las autoridades están en condiciones de garantizarnos nuestra seguridad, ni de controlar la delincuencia ni de llegar a acuerdos mínimos de coordinación, operación y trabajo legislativo como para poner orden en el capítulo prioritario que cualquier gobierno tiene la responsabilidad de garantizar a su sociedad. Ayer, en Séptimo Día, en CNI canal 40 tuvimos en una misma mesa a Alejandro Gertz Manero, secretario de seguridad pública federal, a Alfonso Navarrete Prida, procurador del estado de México, a Renato Sales, subprocurador del DF y a Emilio Alvarez Icaza, presidente de la comisión de derechos humanos del DF, cuatro hombres con perspectivas diferentes de la política y la seguridad, de distintos ámbitos políticos y partidarios. Considerando cómo están las cosas en la política nacional, cualquiera podría pensar que esa mesa sería un largo recuento de acusaciones mutuas. No fue así, al contrario, los cuatro, en términos bastante específicos, saben qué debería hacerse para afrontar la crisis de seguridad y simplemente piden que los políticos y sus propias autoridades "los dejen", que saquen rápido los acuerdos en los que existe amplia coincidencia en lugar de ir dejando los debates para el futuro y querer sacar todo un paquete completo de reformas judiciales y policiales, que nadie sabe para cuando podría ser aprobado en el actual escenario de confrontación política.

Pero ni los gobiernos, federal y estatales, ni los partidos asumen su responsabilidad: ¿ha visto usted una sola reacción del gobierno y de los partidos para, por encima de sus diferencias coyunturales, tratar de hacer un esfuerzo para sacar adelante algo, lo que sea, relacionado con la seguridad pública?. No ha habido nada: el gobierno del DF, en una actitud lastimosa, se ha limitado a decir que las denuncias son un nuevo complot en su contra; la PGR irá contra los intermediarios en los secuestros, lo que es un avance pero todos sabemos que esa está muy lejos de ser la solución la problema; el presidente Fox dice que él sí toma medidas para atacar el problema pero se limita a pedir que se apruebe la reforma que está en el congreso: ella sin duda es necesaria pero, si no se aprueba la reforma ¿eso quiere decir que el gobierno federal se siente impedido de hacer algo más al respecto?¿por qué, por ejemplo, no convocar a una reunión extraordinaria del consejo de seguridad pública, no de unas horas sino una reunión de verdad, de días u horas, hasta sacar un acuerdo viable, no un consenso absoluto que siempre es un objetivo casi imposible de lograr en política, sino aprobado por una mayoría estable y real?. Los gobernadores piden más recursos sin asumir que el problema no es de recursos ni de número de policías (hay más de 300 mil divididos en innumerables dependencias federales, estatales y municipales, sin ninguna coordinación). Que estén mal distribuidos y peor coordinados es otra cuestión.

Es un problema de políticas, entendida ésta en su más amplio sentido y como tal debe tratarse. Pero el ambiente político no parece estar preparado para alcanzar acuerdos serios. Los partidos siguen apostando a ganar a como dé lugar las próximas elecciones (sin comprender que el tema de la seguridad cruza a todos los partidos, todas las instituciones y que podría ser analizado y tratado sin que altere los resultados electorales) en lugar de poner su atención en las exigencias de la gente.

¿Qué se podría hacer, en el corto plazo, en lo inmediato, para atender el tema de la seguridad y particularmente el del secuestro? Primero, establecer equipos de élite que vayan tras las bandas de secuestradores pero que, además, actúen sobre el más importante de los factores de inseguridad: las propias policías. Allí reside buena parte del problema: es en el seno de las policías donde los secuestradores y el crimen, sobre todo pero no exclusivamente el organizado, tienen su ámbito de protección y complicidad: limpiar las policías debe ser el objetivo número uno. También se pueden endurecer penas para ciertos delitos y lograr que se apliquen en forma expedita. Se debe trabajar rápidamente en la creación de una verdadera policía federal que tenga amplias atribuciones, incluyendo la de investigar: en los hechos, las dos únicas buenas experiencias en materia policial de los últimos años, han sido la creación de la AFI y la PFP, sobre esas enseñanzas se debe trabajar.

El ejército, sin duda, no debe salir a la calle: su tarea no puede ser encargarse de la seguridad pública, pero puede y debe dar asesoría y apoyo en estas tareas, sobre todo en el ámbito de la inteligencia: las policías están rebasadas y ya se ha demostrado que el ejército tiene índices de eficiencia mucho mayores a cualquiera de nuestras policías en términos de inteligencia e información. Se debe establecer un mecanismo rápido, transparente y oral de justicia de barandilla para que los delitos no graves puedan sancionarse rápidamente, para que las demás instancias de la justicia puedan trabajar con un margen menor de presión. Se debe buscar un mecanismo que permita a las autoridades federales intervenir en los estados y municipios cuando la situación de seguridad así lo exija, de la misma manera que se deben establecer responsabilidades muy concretas para los estados y municipios a la hora de perseguir el crimen organizado: hoy la división en delitos del fuero común y del fuero federal es la mejor excusa que tienen las autoridades para no hacer nada y la mejor coartada para esconder la corrupción de las policías. Se puede y se debe otorgar mayores recursos a la seguridad pública. Si realmente existe voluntad política para abordar el tema: ¿por qué no aprovechar los excedentes petroleros para destinarlos en forma importante a realizar en el más corto plazo posible una reforma profunda del sistema de seguridad y justicia?.

No nos engañemos estas reformas pueden parecer demasiadas pero se trata de lo mínimo que se requeriría para comenzar a enviar el mensaje de que por lo menos se desean cambiar las cosas en lugar de seguir administrándolas con tal de no asumir costos políticos. Y en eso, todos tienen responsabilidad pero es mayor en aquellos que cuentan con cargos ejecutivos, en el gobierno federal y en los estados. De ellos dependerá realizar los primeros, primordiales gestos, que envíen un mensaje tanto a la población como a la delincuencia de que los límites ya no pueden seguir rebasándose. Asumiendo, además, que si no se detiene la ola de inseguridad pública que azota a buena parte del país, nadie les podrá garantizar la gobernabilidad.

La UNAM lo merecía

Ayer viví en las tribunas del estadio universitario (por que es ahí donde está la gente, no en los palcos), una magnífica jornada. Me decía un colega de grada que si siempre la gente pudiera disfrutar de fiestas populares como la que se vivió ayer en CU, sin duda la seguridad de la ciudad mejoraría. No me cabe duda, como tampoco que existen pocas cosas como el fútbol para canalizar desde emociones hasta frustraciones cotidianas. La gente necesita algo más que escándalos y agresiones políticas. Ayer los Pumas de la UNAM y las Chivas de Guadalajara, brindaron, aunque el suyo no haya sido un gran partido, uno de esas fiestas que todos tanto necesitamos. A la UNAM le debo mucho, tengo que agregarle ahora, a esa larga lista, una magnífica tarde y un inigualable espectáculo: su gente.

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