El sindicato del IMSS, el CGH, las huelgas
Columna JFM

El sindicato del IMSS, el CGH, las huelgas

Salvo que ocurra algo extraordinario, en la noche de ayer debe haber quedado aprobada la reforma de la ley del Seguro Social en la cámara de senadores. La forma en la que se tuvo que realizar la sesión fue lamentable: los manifestantes partidarios del sindicato del seguro social bloquearon las entradas a la sede del senado desde la mañana sin que las autoridades del DF hicieran nada por permitir la entrada de los senadores a la casona de Xicontencatl.

Salvo que ocurra algo extraordinario, la noche de ayer debe haber quedado aprobada la reforma a la ley del Seguro Social en la cámara de senadores. La forma en la que se tuvo que realizar la sesión fue lamentable: los manifestantes partidarios del sindicato del seguro social bloquearon las entradas a la sede del senado desde la mañana sin que las autoridades del DF hicieran nada por permitir la entrada de los senadores a la casona de Xicontencatl; en la mañana el jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, había expresado su apoyo al sindicato del IMSS y dijo que no reprimiría el derecho a manifestarse de sus trabajadores. Cuando a la una de la tarde éstos intentaron romper el cerco de seguridad y penetrar por la fuerza a las instalaciones del senado, tuvieron que ser repelidos por los elementos de la policía federal preventiva que resguardaba el recinto. A esa misma hora, luego de dos peticiones verbales, el presidente del senado Enrique Jackson solicitó, por escrito, la intervención de las autoridades del Distrito Federal para que en cumplimiento de la ley otorgaran las condiciones necesarias para el funcionamiento de uno de los poderes de la Unión. Fue hasta poco antes de las cinco de la tarde que en tres autobuses, unos 70 legisladores lograron penetrar, resguardados por granaderos, a la sede del senado en medio de agresiones de los manifestantes. Al momento de escribir estas líneas estaba a punto de aprobarse la minuta con la reforma aprobada ya en la cámara de diputados.

El sindicato del IMSS y las fuerzas de la UNT ya anunciaron la realización de diversos paros escalonados y medidas de fuerza para apoyar al sindicato. En realidad, la oposición del sindicato es injustificada, no tiene razón de ser. Con la reforma ninguno de los trabajadores o pensionados actuales del IMSS sufrirá menoscabo alguno en sus prestaciones, las reformas comenzarán a aplicarse en los trabajadores de nuevo ingreso. Pero lo central no es eso: la reforma no se ha explicado bien ni por las autoridades federales ni por la mayoría de los legisladores que la han impulsado. El punto central es uno: actualmente el Seguro Social tiene que utilizar cada vez mayores recursos provenientes de las cuotas de los trabajadores que aportan al IMSS, unos 12 millones de contribuyentes, para utilizarlos para pagar a los actuales trabajadores del Instituto y para "fondear", para crear por ley un fondo de pensiones para todos los trabajadores, incluyendo los de nuevo ingreso para garantizar su futura pensión. Hoy, el IMSS utiliza más recursos para pagar a sus trabajadores y pensionados que para comprar medicamentos para sus derechohabientes, que suman unos 51 millones y la situación tiende a agudizarse, sin reformas, en el futuro.

La propuesta de la reforma surgió de dirigentes del congreso del trabajo por una sencilla razón: sus afiliados comenzaron a reclamarles por los cada menos más insuficientes servicios que reciben del IMSS y les exigieron algo que sería básico para cualquier contribuyente: quieren que lo que ellos invierten se destine a su propia atención. Es como si el día de mañana la secretaría de Hacienda nos informara que no puede destinar recursos presupuestales para los servicios básicos porque nuestros impuestos los utiliza para pagar a sus propios empleados. Ese es el punto central de la reforma y eso es lo que los dirigentes del IMSS no aceptan y le están mintiendo a sus afiliados diciéndoles que lo que se busca es quitarle, a ellos, sus prerrogativas actuales. Sencillamente no es verdad.

Roberto Vega Galina, el dirigente del sindicato del IMSS, había asumido un acuerdo público desde el año pasado para sacar adelante una reforma aún más profunda que ésta. En marzo, en una asamblea del sindicato, con 900 delegados, la propuesta de reforma fue derrotada en una votación dividida con una mayoría de apenas 70 votos. Y ahí comenzó la radicalización de Vega Galina y su grupo de dirigentes: por una parte para tratar de posicionarse en un liderazgo debilitado y, por la otra, por la presión que comenzó a ejercer la UNT, en una disputa en la cual están jugando factores políticos y de lucha por espacios sindicales que poco tienen que ver con el IMSS. En este sentido, sí es verdad que algunos sindicatos como los universitarios y sobre todo el Mexicano de Electricistas, el SME, están preocupados, por la sencilla razón de que es verdad que el ejemplo del IMSS puede trasladarse a sus empresas.

En la Compañía de Luz y Fuerza del Centro hay que hacer algo: esa empresa está literalmente quebrada y cada año absorbe subsidios de miles de millones de pesos brindando un servicio cada día más caro e ineficiente. Dirán los dirigentes sindicales del SME que no es su responsabilidad y completamente no lo es, pero el contrato colectivo de esa empresa es un componente central para explicar su ineficacia y su terrible burocratismo. Sencillamente, siendo un sindicato, una planta laboral con muchos beneficios comparada con otros sectores, deberíamos preguntarnos porque mientras la Comisión Federal de Electricidad es una empresa con futuro y capacidad financiera, y bastante eficiente, la CLyFC es una empresa obsoleta, sin capacidad de gestión y renovación, con mal servicio pero con el contrato colectivo más atractivo de todas las empresas públicas de México. Quizás no se pueda o no se deba modificar, como en el caso del Seguro Social, ese contrato colectivo con los actuales trabajadores, pero es imprescindible, en esas y en otras empresas públicas, que los recursos de los contribuyentes y usuarios, se canalicen al servicio de las mismas y no al pago de sus burocracias, incluyendo las sindicales.

En todo caso, el componente político y electoral en todo este conflicto está más que presente. Vega Galina ponía en días pasado el ejemplo de los comuneros de Atenco para compararlo con el movimiento que intenta encabezar en el IMSS. Creo que el ejemplo más cercano no es ése, sino el de la huelga de hace seis años en la UNAM, incluso por las fechas sexenales, por los actores que intervienen y por la manipulación política que subyace en ella. La huelga de la UNAM encabezada por el CGH sin el apoyo de la mayoría de la comunidad universitaria, trataba de cruzarse, de impedir un nuevo reglamento de cuotas que era imprescindible para la propia viabilidad de la universidad. No había allí ni privatización ni un esquema elitista para quitarle a la UNAM su carácter popular, incluso las cuotas no eran obligatorias y nadie, si no podía, se quedaría sin estudiar por no pagarlas. Sin embargo, el CGH, respaldado por el mismo sindicato de la UNAM que ahora apoya al del IMSS, se opusieron e iniciaron una huelga que duró un año y que propició la caída del rector Barnés (que cometió varios errores de operación en el conflicto al no comprender plenamente que se trataba de una crisis política, no académica ni universitaria) y que terminó con la llegada del rector De la Fuente, y una intervención de la PFP para desalojar a unos huelguistas que habían perdido toda legitimidad. En el conflicto, apoyándolo por debajo, intervinieron desde varios connotados dirigentes perredistas (que en su mayoría terminaron siendo desplazados por los grupos más radicales) hasta dirigentes de grupos armados que manipularon el movimiento hasta llevarlo a la derrota. Lo mismo está comenzando a pasar en el IMSS: si el sindicato decide irse a la huelga claro que logrará un efecto mediático, pero también provocará una crisis y un rechazo de la gente que, como ocurría en la UNAM, se molestará con el gobierno en turno, pero sobre todo con un sindicato que no le permite recibir el servicio que cada trabajador está pagando mensualmente a lo largo de toda su vida. Los Vega Galina terminarán siendo desplazados por los más radicales y en algún momento, los dirigentes con mayores intereses en la UNT simplemente, cumplidos sus objetivos, sacarán las manos (¿a poco alguien puede creer que Francisco Hernández Juárez le va a hacer una huelga, en solidaridad con el IMSS, a Telmex, a su jefe Carlos Slim?). Perderá el Seguro Social, perderán sus derechohabientes, perderá el sindicato, iba a escribir que perderemos todos pero no es verdad: hay intereses políticos, como ocurrió con la UNAM a fines del sexenio pasado, que esperan sacar tajada de este movimiento.

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