Ni niños ni héroes
Columna JFM

Ni niños ni héroes

Mientras festejamos un nuevo aniversario de la independencia nacional, y cuando nuestros políticos están imbuidos de un espíritu de unidad y patriotismo, no estaría nada mal, embarcados como estamos en forma casi exclusiva en nuestra agenda interna preguntarnos qué visión tienen nuestros futuros niños héroes del 2006, los actuales precandidatos, respecto a la inserción de México en el mundo.

Mientras festejamos un nuevo aniversario de la independencia nacional, y cuando nuestros políticos están imbuidos de un espíritu de unidad (bastante falso en apariencia) y patriotismo (ahí forme usted su propia opinión sobre cada uno de ellos), no estaría nada mal, embarcados como estamos en forma casi exclusiva en nuestra agenda interna (y en la más estrecha de las agendas) preguntarnos qué visión tienen nuestros futuros niños héroes del 2006, los actuales precandidatos, respecto a la inserción de México en el mundo.

No es una pregunta ociosa. Es verdad que nuestros futuros precandidatos no son ni niños ni héroes, pero también lo es que tenemos sin darle respuesta desde hace años a muchas preguntas que impiden saber cómo queremos relacionarnos con el mundo. Es verdad, ningún país tiene tantos tratados de libre comercio con otras naciones como México y este viernes firmaremos otro, nada más y nada menos que con Japón, pero nuestro comercio sigue concentrado en un altísimo porcentaje con uno solo de nuestros socios: Estados Unidos y, además, no sabemos, no queremos definir, qué tipo de asociación tendremos con Washington y, por añadidura, con Canadá. Queremos, y está bien, ser parte de un mundo profundamente globalizado pero pareciera que pensamos que podemos hacerlo desde viejas posiciones tercermundistas o con una integración acrítica a la globalización. En los hechos, para definir cómo nos relacionaremos con el mundo, tenemos que definir qué queremos y cómo nos relacionaremos con Estados Unidos, no sólo porque sea nuestro vecino, porque tenemos una frontera de miles de kilómetros con la Unión Americana, porque aproximadamente 15 millones de compatriotas viven allí y 300 mil, como mínimo, se suman cada año; porque casi el 90 por ciento de nuestro comercio exterior se realiza con ese país, sino porque la lógica de la globalización, parte también del establecimiento de bloques regionales que permiten su mejor funcionamiento y la inserción de los distintos países en ella. Pongamos un ejemplo: Francia es un país involucrado de lleno en la globalización, pero su prioridad, sin duda, está en la Unión Europea, a partir de allí apoya o se opone a otros esfuerzos regionales. Lo mismo podríamos decir de España o Alemania. Cuando Gran Bretaña ha querido, como ahora, mantener una doble relación estratégica, la Atlántica con Estados Unidos y la institucional con la comunidad europea de la que forma parte, ha terminado, como le ocurrió a Tony Blair, quedando mal con las dos. Y aunque le pese al orgulloso nacionalismo inglés, su destino cada día más, está atado a Europa.

Nosotros no sabemos, de casi ninguno de nuestros precandidatos para el 2006, qué piensa de estos temas, ni siquiera han hablado de ellos. Hagamos un rápido recorrido. En el caso de Andrés Manuel López Obrador y a pesar de que ha concitado la atención de mucha prensa internacional, el jefe de gobierno prácticamente nunca en su vida ha viajado al exterior (ha estado en Cuba, gobierno del que es un fiel admirador, y alguna vez ha estado en Houston, en ambos casos hace años) ni habla otros idiomas. Se estaban gestando para este año algunas visitas internacionales pero se cancelaron. Sus referencias a temas internacionales han sido cercanas, aunque al jefe de gobierno no le guste y a algunos de sus epígonos tampoco, cercanas a las de Hugo Chávez (de lo último que se recuerda en este ámbito alabó el referéndum de Venezuela y el triunfo del mandatario venezolano), ha defendido en una actitud increíble a los miembros de ETA y se ha enfrascado en un no menso increíble enfrentamiento con el juez Baltasar Garzón. En contraparte, contrató, aunque fue por un pedido empresarial y pagado por esos sectores, al ex alcalde republicano y conservador de Nueva York, Rudy Giuliani, para que presentara un proyecto de seguridad para la capital. En otras palabras, se puede suponer que desarrollará una política ligada al viejo nacionalismo revolucionario, con tintes de esa extraña nueva izquierda (de alguna forma hay que llamarla) latinoamericana, que, obviamente no concita ningún entusiasmo entre nuestros principales socios comerciales, comenzando por Estados Unidos.

En el mismo PRD, por ejemplo, la visión de Cuauhtémoc Cárdenas es muy diferente. Con amplia experiencia y reconocimiento internacional, Cárdenas es un político respetado en América Latina, pero también en Europa e incluso en Washington (particularmente después de sus relativamente largas estadías en Chicago en los últimos años). Independientemente de sus posiciones, muy relacionadas también con el viejo nacionalismo revolucionario, se ve a Cárdenas como un hombre con una mucho mejor comprensión de la globalización y sus posibilidades, así como con una lógica de Estado que lo hacen, para el exterior, mucho más previsible y aceptable que Andrés Manuel.

En el PRI, Roberto Madrazo es bien conocido fuera de México y ha tenido contactos con distintos sectores, sobre todo empresariales. En Estados Unidos, para muchos sectores, el PRI no genera entusiasmo, pero sí certidumbre. No serían pocos los grupos que no se mostrarían indispuestos a que un prisita, probablemente cualquiera, retornara al poder, aunque en los grupos más liberales y también en los más conservadores, esa posibilidad no es percibida como la mejor. La duda, con todo, es qué posición adoptará Madrazo si llega al poder ¿regresará a la vieja política anterior a Miguel de la Madrid o continuará con la lógica que impusieron, de una u otra forma, Salinas y luego Zedillo? Por historia y formación, la lógica debería indicar que Madrazo sería un continuador, en política internacional, de la seguida por Salinas de Gortari. Sin embargo, quien tiene mejor imagen en Estados Unidos y Canadá en el PRI, sin duda, es el gobernador de Hidalgo, Manuel Angel Núñez Soto, quien fue uno de los principales negociadores del TLC en su momento, mantiene estrechos contactos con muchos empresarios y políticos y su posición es clara y transparente en este sentido. Otro priista con buenas relaciones es Enrique Jackson, por su posición en el senado, bien visto, sobre todo por sectores del partido demócrata y los menos duros del republicano, y también Tomás Yarrington, por su indudable buena relación personal con el presidente Bush.

En el panismo, Santiago Creel no ha hablado casi nunca de política exterior, salvo en el tema de la migración, pese a lo cual la administración Fox le entregó parte de la relación con Estados Unidos después de la salida de Jorge Castañeda. Ha establecido una muy buena relación con el encargado de la seguridad interna de Estados Unidos, el ex gobernador Tom Ridge, y sería bien visto en Washington, sobre todo si continúa en el poder Bush. Sin embargo, quien comprende probablemente mejor la política internacional entre los precandidatos del PAN es Felipe Calderón, con una visión más amplia (quizás también más académica) que le ha dado en los últimos años sus estadías y estudios en Estados Unidos. Tiene también una muy buena relación, que heredó de Carlos Castillo Peraza, con la democracia cristiana europea y latinoamericana y en ese sentido, insistimos, ve las cosas con una perspectiva más amplia. Ninguno de los otros precandidatos panistas, Carlos Medina Plascencia o Francisco Barrio, tienen un perfil o un reconocimiento definido en este ámbito (incluso a Barrio podría afectarle, en ese ámbito, el caso de las muertas de Juárez).

De los demás, sin duda, Jorge Castañeda es el que más sabe y mejor comprende la política internacional pero también, quizás por ello, el más controvertido en este ámbito, pero se trata del que más claridad ha tenido, siendo canciller, respecto a cómo ve la política internacional de México. Eso le ha valido apoyos y rechazos terminantes. Es una absoluta especulación, pero si alguien podría terminar conjugando de alguna forma esas concepciones de Castañeda en un programa más amplio, quizás, el único, podría ser Felipe Calderón. Ya veremos en el futuro, qué ruta toman nuestros niños héroes.

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