Bush y Kerry: ¿qué decidirá el voto de los migrantes?
Columna JFM

Bush y Kerry: ¿qué decidirá el voto de los migrantes?

New York, 25 de octubre.- Para las elecciones estadounidenses que se realizarán dentro de una semana, el tema, será la actitud de los jóvenes: si votarán o no y en que porcentaje lo harán. Si lo hacen, dicen muchos, el resultado podría inclinarse a favor de John Kerry para dejar atrás a George Bush.

New York, 25 de octubre.- Para las elecciones estadounidenses que se realizarán dentro de exactamente una semana, el tema, para muchos, será la actitud de los jóvenes: si votarán o no y en qué porcentaje lo harán. Si lo hacen, dicen muchos, el resultado podría inclinarse a favor de John Kerry para dejar atrás a George Bush.

Desgraciadamente, no sólo el voto directo no determina la elección (recordemos que los comicios estadounidenses son indirectos: el que gana la mayoría de los delegados al colegio electoral es quien gana las elecciones y en el 2000, por ejemplo, Al Gore sacó muchos más votos directos que George Bush pero no le alcanzó para ganar la mayoría de los delegados electorales), sino que, además, no siempre los jóvenes han votado en coincidencia con los sectores más liberales, particularmente donde se presenta el voto más duro y firme para los republicanos o sea en prácticamente todo el centro del país y en las zonas rurales. En las últimas elecciones aproximadamente el 36 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 24 años votaron. Y los especialistas, sobre todo los del partido demócrata están haciendo un enorme esfuerzo por alcanzar un porcentaje de participación de por lo menos un 55 por ciento de los votantes de esa edad, la mayoría de los cuales no ha votado nunca. Pero incluso eso, decíamos, no es garantía de nada: en 1972, con la guerra de Vietnam en toda su intensidad, votaron más del 50 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 24 años y la mayoría, aunque podrían ir a una guerra tan incomprensible (o quizás aún más) para los estadounidenses como la que los tiene empantanados en Irak, votó por Richard Nixon.

Por eso mientras se está desarrollando una enorme campaña para que los jóvenes se registren y voten el próximo dos de noviembre, se han desarrollado muchas otras formas para impulsar su participación. Dos discos especialmente exitosos con muchos de los principales grupos de rock alternativo titulado "Rock Against Bush" se han editado en las últimas semanas y ya llevan vendidos más de medio millón de piezas. MTV vende unas camisetas que pregonan como lema el "vota o muere" (vote or die) y prácticamente todas las principales figuras del mundo de la música y el espectáculo impulsan campañas similares, aunque no les convenza del todo Kerry. En realidad lo que quieren es impedir la reelección de Bush. La gira artística más exitosa, probablemente es la que encabezó Bruce Springsteen con muchos otros músicos en buena parte del país, bautizada como "vota por el cambio".

La pregunta es si no se requiere más: en realidad, los especialistas electorales del partido demócrata saben que es así, que la campaña "todos contra Bush" tiene un objetivo muy específico que es mantener las expectativas en la votación y objetivos comunes de lucha, mientras la maquinaria electoral comienza a dirigirse a objetivos mucho más particulares. En realidad todos saben que las elecciones se decidirán en apenas once estados de la Unión, donde hoy las diferencias son mínimas. Kerry sabe que toda la costa oeste es suya, lo mismo que todo el noreste del país, incluyendo por supuesto Nueva York y Nueva Inglaterra (donde ver alguna persona con un pin, o un botón de apoyo a Bush es una verdadera rareza, mientras son muchos los que portan las enseñas de apoyo a Kerry), y Bush sabe que Texas, prácticamente todo el centro y el sur, son suyos. El demócrata Kerry tiene asegurados 190 electores, dice el New York Times, mientras que Bush tiene 213. Para ser electo presidente se necesitan 270 votos.

Los estados que definirán la elección son Florida, Pennsylvania, Ohio, Michigan, Minnesota, Wisconsin, Colorado, Iowa; Nevada, Nuevo México y New Hamsphire. Todos tienen su importancia, pero los trascendentes son los tres primeros: dicen los analistas electorales que quien gane dos de esos tres (de Florida, Pennsylvania y Ohio), tendrá asegurada la elección, por la sencilla razón de que entre los tres suman 68 votos en el colegio electoral (27, 21 y 20 respectivamente). Y en todos esos estados, las posiciones de ambos candidatos están ya muy definidas: lo que se busca es el voto de los pocos indecisos que quedan y que pueden definir la elección.

En el camino las posiciones se simplifican cada vez más: en Ohio prácticamente no hay diferencias entre lo planteado por Bush y Kerry: los dos se están centrando en la economía y los empleos, quizás de los últimos datos económicos dependa finalmente hacia donde se volcará la mayoría en ese estado. En Wisconsin el discurso de Kerry ha girado en torno al precio de la leche, para apoyar a los productores locales, mientras que en Pennsylvania, un estado donde el demócrata tiene una pequeña ventaja (y un estado donde Gore ganó en el 2000), el hecho es que Bush ha decidido dar una pelea muy cerrada (ha visitado el estado en 41 oportunidades) y ha centrado su discurso en valores morales y temas como el aborto y los matrimonios gay, tratando de volcar a su favor al electorado católico (que presumiblemente tendría que ser mucho más cercano a Kerry).

El hecho es que en esta campaña de gruesas generalizaciones, el tema de los migrantes o el de la relación con México, prácticamente ha dejado de existir. Es verdad que, incluso el fin de semana, Kerry estuvo en Nuevo México y dijo algunas palabras en español, que ambos en oportunidades han tocado, muy delicadamente, el tema de la migración (en forma más sostenida, únicamente en el tercer debate entre ambos contendientes y no le dieron más de cinco minutos entre los dos), pero el hecho es que ninguno de ellos quiere abordar de lleno ese punto: Kerry sabe que la mayoría de los hispanos (o sea de los mexicanos) están con él, mientras que Bush espera que sus buenas relaciones con los grupos migrantes en Texas pueden si no rescatar, por lo menos no hacerle perder del todo el voto de ese sector. Recordemos que, por ejemplo, en un estado que tiene la mayor proporción latina y de mexicanos, como California, el republicano Arnold Schazernegger obtuvo un tercio de la votación mexicoamericana, pese a que evidentemente su programa no era favorable a los grupos hispanos. El hecho es que el voto de nuestros paisanos sigue siendo numéricamente muy importante, pero es un voto aún poco organizado y que mantiene diferencias importantes respecto a la percepción y participación de los méxicoamericanos de primera, segunda o tercera generación. Por eso, salvo sectores muy específicos, como la comunidad cubana, y ni siquiera toda (que sin duda votará por Bush en su mayoría) los discursos de ambos candidatos han caído en la más absoluta de las generalidades. Por supuesto que se puede esperar una política más amigable para la migración de parte de Kerry, pero no más que eso, porque el propio Kerry sabe que los escollos que se le presentarán en el congreso cuando quiera ablandar la política migratoria (si es que realmente quisiera hacerlo) serán casi insalvables. Y lo mismo sucede, aunque tuviera buenas intenciones en ese ámbito, con Bush. Su propuesta migratoria, muy moderada, no pasó y si la nueva derecha republicana sigue dominando la cámara de representantes, no pasará tampoco en su segundo mandato.

Quizás uno de los temas sobre los que se debería reflexionar viendo lo sucedido, es respecto a la participación política de los mexicoamericanos en Estados Unidos. Muchos sectores están insistiendo una y otra vez con el tema de la participación de esa enorme comunidad en las elecciones mexicanas, una posibilidad viable pero que implica enormes desafíos políticos, económicos y de organización, con resultados aún inciertos. Pero no se pone ni el mismo esfuerzo, ni la misma intencionalidad política, en impulsar la participación de nuestros paisanos que viven en Estados Unidos en las elecciones en este país. Ese sería, realmente, el paso decisivo tanto para su integración como para convertirse en una fuerza política decisiva. Y las cosas, sin duda, cambiarían. Paradójicamente, poner todos los esfuerzos para que nuestros paisanos voten en nuestros comicios, es abrir la puerta para que, de una u otra forma, la influencia del norte se haga presente en nuestro sistema. Que ellos puedan votar allá y lo hagan en la forma más organizada y masiva posible, lo que abre es nuestra posibilidad, como sociedad, de ejercer mayor influencia en Washington. Esa es la verdadera diferencia. En este 2004 aún no lo lograremos. Nos sigue faltando mucho.

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