La semana del golpe interno
Columna JFM

La semana del golpe interno

Después de pedir, una vez más, un juicio ?justo? a René Bejarano y de rechazar que éste o Gustavo Ponce Meléndez pudieran haber cometido el delito de lavado de dinero del que los acusa la PGR, Andrés Manuel López Obrador ha decidido comenzar esta semana su campaña formal a la presidencia de la república yendo a recorrer estados con su libro, pero mucho más importante para sus objetivos que ello, utilizando el jueves el proceso de desafuero de Bejarano en la cámara de diputados para tratar de deshacerse de su más molesto adversario interno: Cuauhtémoc Cárdenas y sus seguidores.

Después de pedir, una vez más, un juicio "justo" a René Bejarano y de rechazar que éste o Gustavo Ponce Meléndez pudieran haber cometido el delito de lavado de dinero del que los acusa la PGR porque "a nosotros nos podrán acusar de otras cosas nuestros adversarios pero no rateros" (sic), Andrés Manuel López Obrador ha decidido comenzar esta semana su campaña formal a la presidencia de la república yendo a recorrer estados con su libro, pero mucho más importante para sus objetivos que ello, utilizando el jueves el proceso de desafuero de Bejarano en la cámara de diputados para tratar de deshacerse de su más molesto adversario interno: Cuauhtémoc Cárdenas y sus seguidores.

El jefe de gobierno capitalino no quiere adversarios internos, con ellos la tesis del complot y de la persecución, incluso el de la "pulcritud" de su administración, se debilitan. Para López Obrador es un objetivo primero y fundamental eliminar, antes de comenzar la campaña, a sus adversarios en el seno del PRD y René Bejarano, su semipeterno operador político, se encargará, una vez más y como se lo dijo a Carlos Ahumada en el video que todos pudimos ver en marzo pasado, del trabajo sucio. Ya lo ha iniciado y tratará de darle la puntilla el próximo miércoles, un día antes de ser desaforado. Su jefe no lo ha acallado, ni tratado de deslegitimarlo: sólo ha pedido para él un juicio justo, además de descalificar las principales acusaciones que podría sufrir. En otras palabras: Bejarano ya tiene la bendición del ministro López Obrador.

En realidad, esa actitud del jefe de gobierno no debería extrañar a nadie. Ha sido su constante. Nunca ha pagado con la misma moneda la lealtad de quienes le permitieron llegar a la privilegiada posición que hoy ocupa. Si ingresó a los primeros niveles de la política lo hizo gracias a Enrique González Pedrero y desde que dejó el PRI su relación con éste es endeble (López Obrador sí se lleva bien con su esposa, la escritora Julieta Campos); a Manuel Camacho, que lo financió durante años desde el gobierno del DF en plena época salinista (¿no sabía López que los recursos que le entregaba el gobierno capitalino cada vez que marchaba a la capital provenían de los mismos fondos secretos, de esa partida secreta de la presidencia, que tanto ha criticado?), le ha abierto un espacio, lo mismo que a Marcelo Ebrard en la secretaría de seguridad pública, pero ninguno de los dos puede estar muy seguro de su futuro: podrán saber si López Obrador les ha retribuido aquel apoyo (y el actual) cuando se defina la candidatura para el GDF en el 2006; antes que el famoso y muy bien pagado Nico apareciera en el escenario, López Obrador tenía otro chofer y jefe de ayudantes que había trabajado con él durante años: cuando el hijo de López Obrador utilizando una camioneta de lujo del gobierno federal decidió transitar en sentido contrario por una avenida del sur de la ciudad de México y chocó, ese jefe de ayudantes fue quien se presentó ante las autoridades y asumió las responsabilidades, fue despedido y hoy está en Tabasco, sin apoyo ni trabajo; si alguien fue un factor decisivo para que ganara López el gobierno capitalino con una campaña que lo mejor que se puede decir de ella es que fue anodina y con un desconocimiento total, incluso de la geografía, de la ciudad, fue Rosario Robles, la jefa de gobierno interina fue quien hizo la campaña por López Obrador y allí comenzaron los problemas de financiamiento del perredismo, de ese apoyo que le dio Rosario, lo que no impidió que el candidato estuviera a punto de perder las elecciones del 2000 con Santiago Creel. A Rosario Robles, López la ha perseguido y atosigado de todas las formas posibles, antes y después de los videoescándalos; Santiago Creel, su adversario en el 2000, fue quien le permitió establecer una base política seria cuando después de las elecciones del 94 y siendo Creel, todavía, consejero electoral, fue quien investigó y defendió pública y abiertamente las elecciones en Tabasco que López Obrador acusaba de ser fraudulentas. Eso le ganó a Creel una profunda animadversión del madracismo. Pero López o le ha pagado siquiera con civilidad política: tanto en el campaña del 2000 como en los últimos meses, Creel se ha convertido en uno de sus objetivos, lo mismo que de sus principales seguidores en el perredismo, comenzando por René Bejarano.

Pero pocas cosas pueden equipararse en este rubro, a lo hecho por López Obrador respecto a Cuauhtémoc Cárdenas: sin en el fundador del PRD, el jefe de gobierno políticamente no sería nadie. Fue Cárdenas quien le dio juego en Tabasco y lo hizo candidato a pesar de que muchos de sus más cercanos colaboradores le reprochaban que López dudó meses antes de incorporarse al FDN (en los hechos, en la campaña del 88 no participó); fue Cárdenas quien lo llevó a los órganos de dirección del partido; fue Cárdenas quien lo hizo presidente del PRD y luego candidato a la ciudad de México, incluyendo un negociación del propio Cárdenas con el gobierno zedillista para que no se impugnara el que López Obrador no cumpliera con los requisitos de residencia mínimos en la ciudad de México que exigían las leyes (incluso Cárdenas y su gente, entre ellos Rosario, fueron quienes negociaron en el seno del PRD para que los principales impugnadores, Pablo Gómez y Demetrio Sodi, abandonaran esa denuncia) para ser candidato. Dice la gente más cercana a Cárdenas que lo primero que hizo López Obrador asumiendo el gobierno capitalino fue levantar denuncias administrativas contra todos los colaboradores de Cárdenas y Robles, sus antecesores en el gobierno. Como ya hemos relatado en alguna oportunidad, cuando Robles, acompañada por la contralora Berta Luján se reunió con López Obrador para reclamarle esa persecución, basada en los movimientos que le habían permitido ganar la elección, la respuesta de López fue "yo no te lo pedí". Fue la última reunión privada que mantuvieron Robles y López.

Como todo buen místico, el jefe de gobierno cree tener la razón absoluta y un destino manifiesto: no acepta ni críticas ni opiniones adversas, menos aún en su propio equipo o en su partido, quienes no están con él están contra él. Y esta semana, permitirá, ha dado ya su beneplácito, a una de las jugadas más sucias de la historia del PRD: el episodio mediante el cual Bejarano (nada menos que Bejarano, el poeta oficial del jefe de gobierno) intentará enlodar políticamente al fundador del PRD, a Cuauhtémoc Cárdenas y al gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas, dos políticos con los que se podrá o no estar de acuerdo, pero cuya rectitud y entereza política están muy lejos de la que exhiben tanto el acusador como su patrocinador.

Montiel, no sólo con Estrada

El ex coordinador de la policía ministerial en Morelos, José Agustín Montiel, cuya detención por la PGR en La Palma, acusado de proteger al narcotráfico en la entidad, fue la que detonó el juicio político contra el gobernador Sergio Estrada Cajigal, no sólo recibió el respaldo del cuestionado gobernador morelense. Antes había recibido todo el apoyo, también, del ex gobernador de Jalisco y actual secretario del Medio Ambiente (y potencial precandidato presidencial) Alberto Cárdenas, quien lo había designado durante su administración director de reclusorios en Jalisco. Como sucedió con Estrada Cajigal, el entonces gobernador Cárdenas Jiménez también había sido advertido de los malos pasos en los que andaba Montiel e incluso de las acusaciones por violaciones a los derechos humanos que pesaban en su contra. Recibió por lo menos tres advertencias que el gobernador ignoró: una de la entonces ombudsman en el estado, Guadalupe Morfin (ahora comisionada para la atención de la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez), pero también del presidente de la comisión de derechos humanos del DF, Luis de la Barreda Solórzano, y del reconocido defensor de los derechos humanos, Miguel Sarré. Todas las advertencias fueron ignoradas. Por suerte para Cárdenas Jiménez, cuando la PGR tuvo pruebas para detener a Montiel, fue cuando ya Estrada Cajigal le había otorgado toda la confianza y lo había llevado a Morelos.

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